Seguramente Bob Dylan: mixing up the medicine sea uno de los mejores libros publicados jamás sobre una de las principales eminencias universales de la humanidad.
Coordinado por Mark Davidson y Parker Fishel (director del Bob Dylan Center y comisario de las primeras exposiciones de esa institución, respectivamente), dirigido creativamente por el editor, fotógrafo y productor Nicholas Callaway y publicado en 2023 (lamentablemente, ignoro quiénes son los traductores a mi idioma puesto que no aparece en la edición: un defecto incomprensible, el único aparente del volumen), Bob Dylan: mixing up the medicine es fiel reflejo libresco de aquel tesoro escondido que incluía nada más y nada menos que unos seis mil manuscritos del maestro y que acabó yendo a parar a la ciudad de Tulsa, en el estado de Oklahoma. Una riqueza documental, casi toda ella inédita hasta ahora, desconocida, que se exhibe en el Bob Dylan Center (“borradores de letras de canciones, cuadernos de notas y objetos privados de todo tipo que constituyen uno de los archivos culturales más importantes del mundo contemporáneo”, como reza en el encarte interior de la brillantísima edición que tengo delante de mí ahora que acabo de poner punto final a su majestuosa lectura). Toda la carrera profesional de Bob Dylan está a nuestro alcance, “en particular desde la perspectiva dinámica de sus procesos creativos continuos y cambiantes”, incluyendo más de mil imágenes, muchas de ellas también inéditas, todas magníficas.
El título del libro (un volumen magníficamente editado de más de 600 páginas) recoge uno de los versos, el segundo, de una de las primeras canciones, también una de las más conocidas, de Dylan, Subterranean homesick blues, de 1965: quiere decir algo así como mezclar el medicamento o cortar la medicina.
“Al final, todas
las canciones se apagan con un buena suerte, espero que lo consigas”.
Bob Dylan (en una
rueda de prensa de 1965 dada en San Francisco)
A la hora de hablar de sus orígenes,
Dylan se ha referido en algunas ocasiones a que para remontarse a ellos… “supongo
que tendría que empezar por Buddy Holly”, que murió cuando él tenía unos
18 años: “desde el primer momento en que le oí sentí una afinidad con él, sentí
que era como de mi familia, como mi hermano mayor”. Buddy Holly hacía la música
que le gustaba a aquel joven Dylan, con la que había crecido: el country & western,
el rocanrol, el rhytmn & blues, “tres ramas de la música que fusionó y
convirtió en un solo género, una sola marca”, era el arquetipo todo lo que Bob “no
era y quería hacer”.
Por su parte, Peter Yarrow (componente
del trío folk Peter, Paul and Mary) le conoció cuando Dylan frecuentaba el
Village, en 1961, recién llegado a la ciudad de Nueva York, y cuenta de él
que Bob no adoptó un estilo, que, en su caso, “se trataba de adoptar un lugar
natural”.
En 1964, como escribe la escritora Lucy
Sante (hasta 2021 Luc Sante), Dylan ya estaba convirtiéndose en una estrella,
justo cuando tenía lugar “un audaz contrato nuevo entre lo audaz y lo
exquisito”.
“Cuando compuse Like a rolling stone,
ya no me interesó escribir una novela, ni una obra de teatro, ni nada. Lo que
quería era escribir canciones, porque eso es otra categoría”.
Bob
Dylan (en una entrevista para CBC Radio, en 1965)
(Me pregunto si aquellos primerísimos
discos de los 60’s suyos eran pura poesía o eran una serie de ideas brillantes
que entraban y salían sin orden ni concierto de sus canciones.)
El músico y escritor Richard Hell
cuenta en Bob Dylan: mixing up the medicine que leyó alguna vez, en
alguna parte, “que Dylan es la persona sobre la que más documentación existe de
entre todas las que han vivido jamás” (de hecho, esa es la misión de la
institución protagonista de este libro, el Bob Dylan Center: custodiar y
facilitar el acceso a sus cuadernos y archivos de cintas de audio y vídeo y
todo tipo de objetos relacionados con él y su creatividad).
“Aun en el
supuesto de que uno llegue a pintar su obra maestra, ¿qué hace luego? Pues
pintar otra, claro”.
Bob Dylan (hablando
en 2020 de su canción When i paint my masterpiece)
La poeta y música Joy Harjo culmina su hermoso canto a la grandeza de Dylan con estas palabras:
“En este momento
de la historia, asistimos a inauditas maniobras ilegales para destruir la
democracia, acabar con la igualdad y socavar los derechos humanos sobre falsas
premisas de sexismo, racismo, culturalismo por avaricia. En estos tiempos
enredados, necesitamos las palabras de los poetas, de los cantantes, los
profetas para avanzar en la dirección de la visión y la verdad, lejos de la
represión y los actos represivos que minan el espíritu humano colectivo, lejos de
esas historias mendaces que definen la destrucción de la tierra, el debilitamiento
de ese poder de la mujer que en una sociedad saludable va de la mano del poder
del hombre. La radio que escucho ahora es digital. Echo de menos el crepitar de
la señal, la aguja que raya el vinilo, pero seguimos necesitando lo que
encontramos en la música tanto como antes. Llevo mi espíritu inquieto,
perturbado por la sangre que mancha las vías de la historia, al altar de la
música. El amor enhebra cada vocal de transformación cantada”.
Resulta muy interesante la reflexión del crítico musical y conocidísimo ensayista Alex Ross sobre Dylan, considerado simplemente en tanto que ser humano. Escribe Ross en este libro singularmente grandioso que “los tímidos del mundo reconocerían el síndrome de parecer distante cuando lo que se está es asustado: sólo cabe imaginar lo que es ser una persona tímida que es presentada como una especie de histórico salvador del mundo”.
Un escritor comunitario:
eso dice del autor de Abandoned love el escritor Michael Ondaatje, quien
afirma que “política y artísticamente, Dylan es un escritor comunitario con
un profundo sentido democrático de la historia de la música”. Por su parte,
el historiador Robert M. Rubin afirma que, “en un panorama musical plagado de
históricos muertos vivientes, él es un Tesoro Nacional Vivo”.
Y el músico Benmont Tench (quien
fuera fundador con Petty de Tom Petty and The Heartbreakers), que ha trabajado
artística y musicalmente con Bob Dylan, aprecia en el genio norteamericano que “tiene
el swing que tenía Hank, que tenía Robert Johnson, que tenían Elvis, los
Beatles Carl Perkins y Johnny Cash, Little Richard y Leadbelly”.
Sobre las giras, sobre el actuar
continuo del artista estadounidense, habla él mismo en Bob Dylan: mixing
up the medicine. Para el Premio Nobel de Literatura “la carretera es tan natural
como respirar”, y “me aterra subirme a un escenario pero es el único sitio
donde soy feliz”: el escenario es para Dylan “el único sitio donde puedes ser
quien quieres”. Es algo realmente asombroso que desde junio de 1988 esté
teniendo lugar lo que muchos llaman su gira interminable, sólo detenida
por la Gran Pandemia. Conviene saber que eso de la Gira Interminable es un nombre
que a él no le gusta. (Bob, respóndele a Rubin Carter Hurricane, dile si
lo has encontrado ya, porque si llevas la carretera en la sangre será por algo,
¿verdad?)
“Un artista debe
tener cuidado de no llegar del todo a un lugar en el que piense que ha llegado
a algún sitio: tiene que comprender siempre que está en un estado de
transformación constante”.
Bob Dylan (entrevista
en 2005 para la película documental No direction home, dirigida por
Martin Scorsese)
Sobre componer ha escrito y
hablado a menudo Bob Dylan. “Yo medito con canciones. Escucho una canción en mi
cabeza y en un momento dado cambian unas palabras y empiezo a escribir una
canción”, explicaba en una entrevista en 2004 con Robert Hilburn para Los Angeles
Times. Y ocho años más tarde, refiriéndose a su canción Tempest, consideraba que “a un
compositor no le importa la verdad, lo que le importa es lo que debería haber
pasado, lo que podría haber pasado: esa es su propia verdad”. Porque, como se
pronunció con motivo de concedérsele el Nobel de Literatura, “si una canción
te conmueve eso es lo único que importa”.
El músico y musicólogo Alan Licht
resume a la perfección en qué consiste la categoría artística de Bob Dylan
cuando evidencia que una de sus auténticas innovaciones “consiste en fusionar,
en el modo en que aborda su catálogo personal, la capacidad de adaptación
del folk con la actitud sometida al último sonido y la heterogeneidad de la
música pop”.
En suma, no hay duda de que el autor
de The man in me, tal y como él mismo dijera en una entrevista concedida
en 2004, sigue aquí, en esto de la música, por el destino: “hace
tiempo hice un trato con él. Y estoy cumpliendo mi parte”.
Espléndido
Bob Dylan: mixing up the medicine. Espléndido Dylan.
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