El milenio es mucho mejor leyendo a Nick Hornby (Todo por una chica, por ejemplo)
Nick Hornby es uno de mis autores favoritos. Todos los libros de este extraordinario escritor británico que he leído me han encantado. Y los he leído casi todos. Su sexta novela se titula Todo por una chica, originalmente Slam, apareció en 2007 y fue traducida fenomenalmente a mi idioma en 2009 por Jesús Zulaika.
“Toda la gracia de los amigos está
en el hecho de que eres tú mismo el que los eliges. Ya es bastante malo que te
dicten quiénes son tus parientes, tus tías y tíos y primos y demás. Si tampoco
se me permitiera elegir a mis amigos, es muy probable que no volviera a hablar
con ninguno de mis semejantes. Me apetecería vivir solo en una isla desierta,
siempre que la isla estuviera hecha de cemento y que pudiera llevarme una tabla
de skate. Una isla desierta preparada para el tráfico, ja, ja…En fin”.
La adolescencia y la vida que llega de repente (“no quería que llegara el futuro, y lo que Alicia me estaba a punto de decir era el futuro”). El protagonista de Todo por una chica nos cuenta a su manera adolescente, con sus palabras de adolescente, con su reducida cosmovisión adolescente, reducida y tremendamente humana, los avatares por los que la necesidad de madurez se precipita sobre su existencia. Y Hornby le da toda la voz a él (“un hogar se supone que es un hogar, ¿no?, un sitio donde conoces a la gente que vive en él”), haciéndolo a su manera, al estilo Hornby, profundamente divertido, humorístico cuando debe, pero de una perspicacia poco común en muchos literatos. Me encanta.
“Y, además, la quería. Alguien como
mi madre diría: «Oh, si no eres más que un chiquillo, no puedes saber lo que es
el amor.» Pero yo no pensaba en otra cosa que en estar con Alicia, y nunca
sentía que estaba donde quería estar más que cuando estaba con ella. O sea, que
aquello podía perfectamente ser amor, ¿o no? El tipo de amor del que mi madre
habla está lleno de preocupación y de esfuerzo y de perdonar y soportar a gente
y cosas por el estilo. No es nada divertido, eso seguro. Si eso es lo que
realmente es el amor -amor del tipo del que habla mi madre-, entonces nadie
puede saber nunca si ama a alguien, ¿no? Da la sensación de que lo que ella
dice es que si estás completamente seguro de que amas a alguien -como yo estaba
seguro durante aquellas semanas-, entonces no lo amas, porque eso no es lo que
el amor es. Intentar entender lo que ella entiende por amor volvería loco a
cualquiera”.
¿Es amor de lo que nos habla el protagonista y narrador de lo que leemos?
Lo sabremos leyendo la novela.
Nick Hornby pone en la boca del chico su propia reflexión sobre esto de
contar historias, sobre esto de la literatura, en definitiva:
“Contar
una historia es más difícil de lo que parece, porque uno no sabe qué poner y
dónde ponerlo en cada momento”.
También nos
baja los humos a los lectores por si nos da por pensar como hacen tantos eso de
que leer, sin más, nos hace mejores:
“No es leer
ni nada semejante lo que te hace bueno o malo. Es si violas a mujeres, o te
haces adicto al crack y vas por ahí atracando a la gente. No sé por qué arman
tanto lío con eso”.
Cuando hablo de la perspicacia de Hornby, de su manera de traernos la
realidad tal y como él la ve y la imagina (la ve y la imagina) para dejárnosla
frente a nuestra propia sensibilidad razonada, me refiero a esto:
“Mi madre no dijo nada. Se limitó a
mirarme durante largo rato, y luego fue como si su cara fuera un trozo de papel
que alguien estuviera arrugando a conciencia. Tenía líneas y pliegues y arrugas
en todas partes, en sitios en los que normalmente nunca había nada. Ya sabéis:
siempre puede saberse si un trozo de papel ha sido arrugado o no, por mucho que
se haya tratado luego de alisarlo. Bien, pues cuando vi que estaba poniendo
aquella cara supe que aquellas arrugas jamás llegarían a quitársele, por feliz
que pudiera llegar a ser”.
Así, en la novela alguien “finge que estaba fingiendo” o el protagonista
cree que hay que “dejar que el futuro suceda” (y no pasarse la vida
preguntándose y preocupándose por lo que irá sucediendo, al fin y al cabo, el
tiempo es algo odioso, mientras transcurre “nunca nadie hace lo que quieres que
haga”).
No podía faltar la música, esa música pop que Hornby y yo adoramos. En Todo
por una chica nace un bebé y, como lo que suena cuando viene al mundo es
una canción de Rufus Wainwright, le ponen de nombre… Rufus.
El autor utiliza un recurso inusual para resolver la narración. Le hace decir a su narrador-protagonista:
“Os estoy contando todo esto como si
fuera una historia, con principio, mitad y fin. Y es una historia, supongo,
porque la vida de toda persona es una historia, ¿no? Pero no es el tipo de
historia que tiene final. No tiene final todavía, en cualquier caso. […]
Va a seguir siendo la mitad de la
historia durante mucho tiempo -hasta donde alcanza la vista, podríamos decir-,
y supongo que nos esperan montones de giros y vueltas. Puede que tengáis
algunas preguntas, y voy a tratar de responderlas”.
Seguidamente, Hornby formula esas preguntas y el narrador (Hornby, claro)
las responde.
Si no has leído a Nick Hornby, creo que deberías hacerlo. Cuanto antes. Esta novela suya, por ejemplo.
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