Divertirse en dictadura: el ocio en la España franquista, publicado en 2024 por la prestigiosa editorial historiográfica Marcial Pons y coordinado por los historiadores Claudio Hernández Burgos y Lucía Prieto Borrego, consta de trece artículos escritos por distintos autores, de los cuales a mi entender merecen ser destacados especialmente seis de ellos.
César Rina
Simón escribe
sobre las fiestas populares en el primer franquismo.
“La
dictadura franquista consolidó su legitimidad institucional y sus consensos
acercándose a las celebraciones de mayor arraigo en los horizontes locales, las
transformaron y las convirtieron en celebraciones nacional católicas. Asimismo,
el control de estas celebraciones pretendió articular nuevas formas de ocio
domesticadas por el régimen”.
Respecto de las
celebraciones de la Semana Santa, Rina Simón nos advierte de que no se pueden
entender como mero ritual de afirmación del régimen, ya que “el contrato entre
las autoridades y sus participantes era más poliédrico y no estaba exento de
conflictos, y más cuando se escenificaban determinadas narrativas sobre lo que
era la tradición, el pasado o la comunidad”. Había una dimensión festiva,
diríamos que báquica, relacionada más bien “con un tiempo propicio para el ocio
algo que pervivió durante la dictadura, aunque lo hiciera al margen de la
apologética del régimen y fuera intensamente estigmatizada”.
La copla en
el primer franquismo es el
asunto sobre el que escribe Prieto Borrego.
“La copla,
poesía cantada, fue durante el primer franquismo una de las manifestaciones
artísticas más consumidas y admiradas por gran parte de la población
independientemente de su nivel socioeconómico”.
Esta modalidad
de ocio y entretenimiento es “considerada un elemento de la cultura popular que,
conformada por los medios de comunicación de masas, contribuyó a la de
despolitización de la conciencia social”.
Hernández
Burgos escribe sobre la cultura de la evasión, el ocio y el nacionalismo
banal durante el franquismo.
“Sería a
comienzos de los años 60 cuando el régimen explotó de manera mucho más decidida
los beneficios de la retórica de paz y progreso, apoyándose en la
difusión de un nacionalismo banal y cotidiano, donde la evasión jugaba un rol
fundamental”.
Explica
Hernández Burgos que contribuyeron a que tal cosa tuviera lugar una serie de
factores, como, entre otros, “la mejora económica de las condiciones de vida,
por desigual y limitada que resultase; la consolidación de mentalidades
pragmáticas y materialistas; la incipiente aparición de una sociedad de consumo;
el recuerdo de la escasez de posguerra; el cambio generacional o la influencia
de las modas y los extranjeros”. Ahora bien, el “elemento crucial” que explica
la propagación de la llamada cultura de la evasión a partir de aquella
década de 1960, fue el desarrollo de la televisión.
Mujeres,
ocio y radiodifusión durante la dictadura franquista es el asunto del texto de José Emilio Pérez
Martínez y Sergio Blanco Fajardo. Los autores nos explican que,
finalizada la Guerra Civil, “la radiodifusión adoptó una función a medio camino
entre la vía de escape y la anestesia para una sociedad que tuvo que
afrontar la década de los 40 en una situación de miseria”. Junto a los ya tradicionales
espacios musicales los programas que serían los grandes favoritos de la
audiencia serían los concursos y las radionovelas: mientras los primeros
entretenían a los españoles “distrayéndoles del hambre”, las radionovelas “adquirieron
una madurez técnica y una sofisticación expresiva sin precedentes durante las
décadas de los años 40 y 50”.
“Aunque las
mujeres españolas consumieron ampliamente los formatos anteriores, existieron
otros programas dedicados a su entretenimiento, concebidos y publicitados como
exclusivamente femeninos: consultorios, espacios dedicados al hogar, a la puericultura,
con consejos de moda y belleza, etcétera. Un modelo de programación que, de
forma algo más clara que otros productos mediáticos que pudiesen parecer más
inocuos, llevaba consigo una evidente función ideológica: formar a sus oyentes
en el modelo de feminidad franquista de la perfecta casada y ama de casa”.
La radio, en
tanto que medio de comunicación de masas, fue “una herramienta de producción y
reproducción de representaciones de género” y fue “parte del entramado de
instituciones que ayudaron a constituir y mantener en el tiempo el arquetipo de
feminidad normativa propia del franquismo”.
Gloria Román
Ruiz desarrolla los
espacios de ocio juvenil durante el desarrollismo franquista: un “estudio
de las experiencias de sociabilidad juvenil en los viejos y los nuevos espacios
de ocio, así como de las actitudes sociopolíticas de los jóvenes en torno a
estos lugares de recreo”, que defiende la teoría de que “el éxito del régimen a
la hora de imponer su control sobre estos espacios fue limitado”, también la de
que “las vivencias cotidianas en estos lugares de diversión oscilaron entre la
resignación, la adaptación y la indocilidad”.
Pese a que
el ocio estuvo sujeto al control social moral del régimen, “muchos jóvenes lo
utilizaron como herramienta para disfrutar de mayores márgenes de autonomía y
de relajación moral”. También los jóvenes que vivieron bajo la dictadura se
resistieron a perder por completo su capacidad de actuación, “se empeñaron en
marcar distancias con el poder y en alejarse de la rigidez moral que pretendían
imponer tanto las autoridades como los vecinos de a pie que colaboraron con
ellas”.
Lo que
sostiene Román Ruiz es que “estas prácticas indóciles fueron protagonizadas por
jóvenes no solo procedentes de contextos desafectos sino de todo el
espectro actitudinal”.
“Desde
comienzos de la década de los 60, las autoridades franquistas se mostraron
crecientemente preocupadas por el control del ocio juvenil, insistiendo en la
vigilancia del espacio público ocupado por ese sector de la población. Ello
tenía que ver fundamentalmente con la persecución de un triple objetivo:
seducir, retener y moralizar a los jóvenes”.
En primer
lugar, se pretendió atraer a una juventud cada vez más apática y distanciada,
cuando no desafecta, a la causa del régimen. En segundo lugar, se buscaba
retener a los jóvenes en el campo. Y, en tercer lugar, “la dictadura pretendió
moralizar a la juventud rural por medio del ocio para frenar la supuestamente
creciente inmoralidad de este grupo”. Parejo al proceso de modernización
cultural de finales de los 60 y principios de los 70, el régimen dictatorial
empezó “a mostrar su preocupación, en ocasiones obsesiva, por esta cuestión”.
“Durante los
años 60, estos espacios recreativos seguirán estando sujetos a un estrecho
control social y moral. Pero, más allá de las prácticas de vigilancia y castigo,
estos lugares de recreo se convirtieron en burbujas en los que respirar una
cierta autonomía y distanciarse de los discursos del régimen: el ocio, aunque
controlado, ofreció oportunidades para escapar de la asfixia moral de la
dictadura e incluso para la transgresión del discurso político y de sexo-género”.
Aquellas prácticas
de control afectaron al conjunto de la sociedad, de tal manera que “las
rebeldías cotidianas en contextos recreativos estuvieron protagonizadas tanto
por disidentes como por zonas intermedias, incluso por apoyos sociales del
franquismo, igualmente empeñados en ganar autonomía y hacer su día a día más
tolerable”.
A las
misiones interiores y el control eclesiástico del ocio rural bajo el franquismo
le dedica su artículo Francisco Bernal García.
“Las
misiones fueron uno de los principales instrumentos utilizados por la Iglesia
para tratar de recristianizar a la población una vez finalizada la Guerra Civil.
Durante las décadas de 1940 y 1950 se celebraron de manera recurrente en la
práctica totalidad de las localidades españolas. Las misiones del primer
franquismo se caracterizaron por la celebración de actos masivos de fuerte
carga emocional en la vía pública y por ejercer una presión coercitiva sobre
las personas alejadas de la religión, con la finalidad de incorporarlas a los
actos misionales. Esta tensión religiosa formaba parte de un proyecto
resocializador que buscaba extirpar las corrientes laicistas y democratizadoras
presentes en la sociedad española desde finales del siglo XIX y construir una
comunidad nacional monolítica, unificada en torno a una fe religiosa y a una
disciplina política unánimemente aceptadas”.
[…]
Es evidente que
aquel proyecto eclesiástico fracasó: el seguimiento de “las diferentes modas de
bailes modernos que se fueron desarrollando y la asistencia masiva a aquellas
películas que eran vetadas por los obispos mostraron que la sociedad, y muy
particularmente los jóvenes afirmaron “su derecho de disponer de espacios de
autonomía con respecto al control eclesiástico”. Si algo contribuyó
decisivamente a que “esa afirmación de autonomía fuera posible” fue “la
persistencia de una industria privada del ocio susceptible de sufrir presiones
e intromisiones eclesiásticas”, pero “con suficiente protección legislativa
como para resistir a las mismas”.
Por su
parte, Alba Nueda Lozano se centra en el turismo social y el control
del ocio ejercido por la Obra Sindical de Educación y Descanso (OSED).
“La Organización
Sindical Española (OSE) sirvió a la dictadura como medio canalizador y brazo
ejecutor del grueso de la política social del franquismo: fue concebida como
una herramienta fundamental para la construcción de un Estado social de
consentimiento. De este modo, fueron las Obras Sindicales, creadas entre 1939 y
1943, los canales de instrumentalización de las medidas sociales franquistas
basadas en el asistencialismo, el control obrero y el nuevo paternalismo
industrial. Del seno de la OSE nació un catálogo heterogéneo de Obras Sindicales
que cubrían los principales pilares del asistencialismo franquista. siendo las
más importantes la OS de Hogar, la OS 18 de Julio. la OS de Previsión Social,
la OS de Formación Profesional y la OS de Educación y Descanso.
La dictadura
franquista consideró que “el control del ocio y el turismo vacacional era una
herramienta necesaria para alcanzar la nominalmente ansiada armonización
social del Nuevo Estado”. Así, desde la Obra Sindical de Educación y Descanso
(OSED), y “bajo las consignas dialécticas de justicia y turismo social”,
el régimen creó una red de residencias, albergues y ciudades sindicales para
llevar a cabo “un amplio programa de monopolización y estatalización del ocio”.
La función
esencial de la OSED fue la de “controlar los espacios y tiempos de ocio y
descanso obrero, instrumentalizando los lugares de clase que quedaban fuera de
las fronteras del mundo del trabajo estrictamente hablando”. Su estructura fue
una de las que disfrutó de mayor popularidad durante el franquismo. Tanto su
amplio registro de actividades e iniciativas como “la voluntad de dar cabida,
al menos teórica, al conjunto de los estratos sociales y niveles productivos sirvieron
para que esta fuera la Obra Sindical de mayor alcance social, aunque su
efectividad a nivel propagandístico y como forjadora de consentimiento pueda
ser matizada”. La razón de ser de la OSED estaba puesta “al servicio del
proyecto de controlar y aculturar a determinados sectores de la sociedad
mientras disponían de su tiempo de ocio, lo que posibilitó la imposición de
ideas valores y comportamientos destinados a consolidar el statu quo por
medio de la de desarticulación de los lugares de la movilización obrera”.
[…]
Espero haber
dejado claro que Divertirse en dictadura: el ocio en la España franquista
es un libro necesario para comprender mejor aquella etapa histórica tan
polémica y cada vez mejor conocida gracias a los historiadores.
Este texto pertenece a mi artículo ‘Un libro (necesario) sobre el ocio durante elfranquismo’, publicado el 18 de
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