Operación Galaxia (el primer intento de golpe de la Transición); por Roberto Muñoz Bolaños

La Operación Galaxia fue la primera acción auténticamente golpista de la Transición y tuvo lugar en un contexto muy particular. En 1978, España vivía en plena efervescencia política, ya que el proceso de transición a la democracia, iniciado tras la muerte del general Franco, estaba a punto de culminarse con la aprobación de la Constitución que, desde el verano de 1977, se estaba redactando y debatiendo en las Cortes.


Sin embargo, esa Constitución no era del agrado de determinados sectores políticos y militares, ya que veían en ella el comienzo de la desintegración de España, como consecuencia del reconocimiento, en su art. 2, del derecho a la autonomía de “nacionalidades y regiones”. Igualmente, les incomodaba que no se reconociera de forma más explícita el papel fundamental de la religión católica.

A estos hechos, habría que unir la escalada terrorista protagonizada por ETA; la crisis económica con sus consecuencias sociales, de las que se acusaba directamente al Gobierno, y sobre todo la incapacidad de la jefatura de las Fuerzas Armadas para tutelar y controlar el proceso de cambio político, lo que había quedado de manifiesto con la crisis provocado por la legalización del Partido Comunista de España (PCE), que si bien había provocado un enfrentamiento entre el Ejecutivo y la cúpula de los Ejércitos, destacando la dimisión del ministro de la Marina, almirante Gabriel Pita da Veiga, el 11 de abril de 1977, había concluido con una victoria del Gobierno, que había impuesto su criterio.

La suma de estos factores provocó una fuerte tensión en el seno de las Fuerzas Armadas, manifestada en la casi total ruptura con el Gobierno de Adolfo Suárez. De hecho, al mismo tiempo que se desarticulaba la Operación Galaxia, el 17 de noviembre de 1978, tendría lugar un grave incidente entre el vicepresidente primero del Gobierno para Asuntos de la Defensa, teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, y el general de brigada de la Guardia Civil Juan Atarés Peña, jefe dela III Zona de este Cuerpo, en el Arsenal Militar de Cartagena (Murcia), a propósito del contenido de la Constitución, que terminó con el arresto del segundo.

 

Los protagonistas

El primer elemento que definió esta operación fueron los hombres que la pusieron en marcha. Y de ellos, el más destacado fue el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina.

Nacido en Málaga, el 30 de abril de 1932, Tejero había ingresado en la Academia General Militar, el 23 de julio de 1951, formando parte de la X Promoción. Es decir, pertenecía ese subgrupo de oficiales de la Academia General Militar que el historiador Fernando Puell de la Villa vincula con los postulados más duros del franquismo, y más cercanos a la mentalidad que encarnaban los Alféreces provisionales.

Estas características ideológicas van a estar si cabe sobredimensionadas en la persona de Tejero, por su trayectoria profesional, ya que en 1974, con sólo cuarenta y un años, y el empleo de teniente coronel, fue  nombrado jefe de la 512 Comandancia de la Guardia Civil, con sede en Vitoria (Álava), donde permanecería desde el 22 de febrero de1975 al 5 de enero de 1976, cuando pasó a mandar la Comandancia de la Guardia Civil más complicada de España: la 511, con cabecera en San Sebastián (Guipúzcoa).

Sería en estos destinos desde donde asistiese a la escalada terrorista de ETA y al auge del nacionalismo vasco. Estos hechos iban a afectar de forma indeleble a la persona del teniente coronel, radicalizando sus posturas políticas, y convirtiéndole en un enemigo activo del sistema democrático. Por el contrario, su prestigio en el seno de la Guardia Civil iría en aumento, especialmente por su tratamiento extremadamente respetuoso hacia sus subordinados y por la defensa que hacía de los mismos frente a cualquier acusación, fuera del tipo que fuese, que se les hiciera.

Pero, junto a este prestigio, también se ganó varios arrestos, como consecuencia de aplicar sus concepciones ideológicas a sus labores profesionales. Arrestos que finalmente le obligaron a abandonar el País Vasco después de enfrentarse al ministro de la Gobernación, Rodolfo Martín Villa, a propósito de los honores que debían rendirse a la Ikurriña.

De Guipúzcoa salió en enero de 1978, siendo nombrado jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Málaga, donde de nuevo tendría problemas con sus superiores, al impedir una manifestación, previamente autorizada por el gobernador civil, el día 8 de octubre de 1977. Esa misma noche, Tejero fue cesado y arrestado.

Tras salir de Málaga, Tejero recibió otro mando importante: la Jefatura de la Agrupación de Destinos de la Guardia Civil n.º 1, en Madrid. Si este hecho llama la atención, ya que Tejero era un hombre claramente contrario al proceso de cambio político que se estaba desarrollando en España, más sorprende que ese destino le fuera concedido por intervención de José Utrera Molina, antiguo ministro secretario general del Movimiento en gobiernos de Franco, hombre de profundas creencias falangistas y franquistas, enemigo declarado de la democracia liberal, y que entonces, no ejercía ningún cargo público.

Este extraño suceso se vincula con la segunda característica de Tejero, junto a su pertenencia a la Guardia Civil: su vinculación con el sector más duro y menos monárquico del franquismo: el azulVinculación que establecería a través de su íntimo amigo, Juan García Carrés, presidente del Sindicato de Actividades Diversas, quien le abrió las puertas para mantener relaciones con otros miembros de dicho sector más poderosos: el teniente general Iniesta Cano, el propio Utrera Molina, o Girón de Velasco. Hombres con los que se sentía identificado, y que llegado el momento, le ayudarían cuando se encontrase en dificultades o necesitase apoyos para llevar a cabo sus actividades golpistas.

En su nuevo destino, Tejero llevó una existencia más tranquila. Sin embargo, dos hechos -la escalada terrorista, y el proyecto de constitución que chocaban frontalmente con su ideología-, le incitaron a escribir una carta abierta al rey Juan Carlos I en la que criticaba abiertamente la futura carta magna, y exigía que se tomaran las medidas necesarias para acabar con los atentados terroristas. Ni que decir tiene que la redacción y envío de la misiva supuso para él un nuevo arresto.

Pero lo verdaderamente importante de este acontecimiento fue que, cuando escribió la carta, Tejero estaba ya convencido de que la Constitución no debía ser aprobada, pues sería el fin de la Españaen la que creía. Pero, también era consciente de que organizar un golpe de Estado era inviable, al no existir el suficiente consenso en el seno de las Fuerzas Armadas para planificarlo ni un líder militar indiscutido para liderarlo.

Sin embargo, pensaba que si alguien tomaba la iniciativa, realizando un golpe de mano espectacular, el resto de las unidades militares le seguirían, ya que el malestar era profundo en el seno de los Ejércitos. Esta acción daría al traste con el régimen político existente, creando una nueva situación en la que las Fuerzas Armadas decidirían cual sería la nueva organización política de España. Bajo esta premisa fue sobre la que Tejero diseño la llamada Operación Galaxia.

Para ponerla en marcha, el teniente coronel buscó el apoyo de un militar con el que coincidía ideológicamente: el entonces capitán de Infantería, destinado en la Policía Armada, Ricardo Sáenz de Ynestrillas Martínez, un falangista convencido que había pertenecido a la X Bandera de la Legión (y que moriría asesinado por ETA el 17 de junio de 1986).

 

El plan

La Operación Galaxia consistía en la toma del palacio de la Moncloa por unidades de la Guardia Civil dirigidas por Tejero, uno de los días en los que estuviese reunido el Consejo de Ministros, de forma que se pudiera capturar a todos los miembros del ejecutivo en la misma acción.

Mientras tanto, Ynestrillas, con efectivos de la Policía Armada, tomaría los puntos más sensibles de la capital, para coadyuvar al éxito de la operación. Tras estas dos acciones, los organizadores pensaban que el resto de las guarniciones se sumarían al golpe, por efecto dominó; destruyendo de forma fulminante la incipiente democracia. Tejero e Ynestrillas decidieron que el mejor día para desarrollar esta operación sería el 17 de noviembre de 1978, por cinco razones:

  1. Por ser viernes, y por tanto, día habitual de reunión del Consejo de Ministros en el palacio de la Moncloa.
  2. Por haber ejercicios de tiro en la Agrupación de Destinos de la Guardia Civil, lo que le permitiría a Tejero disponer de los hombres necesarios para tomar la residencia del presidente del Gobierno.
  3. Por estar muy cerca una fecha importante, el 20 de noviembre, aniversario de las muertes del general Franco y de José Antonio Primo de Rivera, que llenaría Madrid de simpatizantes de la extrema derecha, con los que esperaba contar para acabar con cualquier resistencia.
  4. Por estar el rey de viaje oficial en México, lo que le impediría actuar directamente y ejercer así su grado de capitán general de los Ejércitos.
  5. Por encontrarse el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, como ya se ha visto, en Cartagena (Murcia).

Con este planteamiento y teniendo en cuenta la fecha escogida, Tejero estimaba que la capacidad de reacción de las autoridades civiles, una vez capturado el Gobierno, quedaría prácticamente neutralizada.

 

La conspiración

Aunque el plan pareciera excelente sobre el papel, los organizadores tenían un serio problema para llevarlo adelante: ninguno de los dos tenía tropas bajo su mando, y, si bien Tejero podía contar con alguna compañía de la Guardia Civil para realizar su parte de la operación, Ynestrillas carecía de las fuerzas necesarias para poder realizar con éxito la suya.


Además, existía una dificultad añadida: el teniente general Federico Gómez de Salazar, capitán general de la I RegiónMilitar, era reacio a cualquier intervención del Ejército, y tenía, bajo su mando, a la División Acorazada Brunete nº 1, acuartelada en los alrededores de Madrid, la cual podría utilizar contra los golpistas, derrotándolos antes de culminar su acción. De ahí, que los organizadores necesitasen realizar otras dos acciones complementarias para que la toma del palacio dela Moncloa no fuera un hecho aislado y fracasado.

La primera, dotar de tropas al capitán Ynestrillas para que pudiera controlar los puntos neurálgicos de la capital; la segunda, contactar con la División Acorazada Brunete nº 1, con objeto de conseguir que algunos de sus mandos se comprometieran a ayudarles o, al menos, a no intervenir. Para lograr ambos objetivos, Tejero mantuvo una serie de reuniones con jefes y oficiales del Ejército y dela Policía Armada.

El primer encuentro tendría lugar con el comandante de Infantería Manuel Vidal Francés, destinado en la Academia Especial de la Policía Armada, con el objeto de proponerle que se hiciera cargo del mando de dicho centro, incluso por la fuerza, destituyendo a su jefe, el teniente coronel de Infantería Manuel García de Polavieja Novo. Esta acción permitiría sumar a la operación los 1.200 hombres del batallón de alumnos de dicho establecimiento.

La segunda reunión se produciría con algunos mandos de la 14ª Bandera de la Policía Nacional, a la que asistieron, junto con Ynestrillas, el comandante de Infantería Joaquín Rodríguez Solano, y el capitán de la misma arma, también destinado en la Policía Armada, José Alemán Artiles. Los reunidos declararon que la conversación había girado en torno a los sucesos de Basauri -algo absolutamente imposible, ya que el asesinato del cabo de la Policía Armada José Benito Sánchez y el agente Benjamín Sancho Mejido en la citada localidad vizcaína tendrá lugar el 20 de noviembre-, y a la elevación al solio pontificio del nuevo papa -Juan Pablo II, elegido el 16 de octubre de 1978-, lo que permite deducir que la reunión fue algún día antes.

La tercera tendría lugar, en la mañana del 5 de noviembre, con el comandante de Infantería DEM Ricardo Pardo Zancada, destinado en el Estado Mayor de la Brunete y amigo de Ynestrillas, con el que había coincidido cuando estuvo destinado en la Policía Armada. Tejero, tras explicarle el plan previsto, afirmó que contaba con el apoyo de efectivos de la Guardia Civil y de la Policía Armada, especialmente de la Academia y de alguna de las Banderas Móviles. Pardo preguntó qué pasaría después, a lo que Tejero muy tranquilo contestó que “Todo está preparado”.

Esto parece confirmar lo dicho anteriormente sobre el más que posible conocimiento de la operación por la extrema derecha que, quizá, tenía previsto hacerse con el poder en cuanto fuera asaltado el palacio de la Moncloay tomado Madrid por la Policía Armada, con ayuda de sus bases desplazada a la capital por el aniversario de la muerte del general Franco.

Además de ser informado, Pardo fue invitado a participar en la acción, pues se necesitaba contar con alguna unidad de la Brunete para fortalecer el plan, invitándole a volverse a reunir el viernes 11 para coordinar la operación. Pardo declinó la invitación, pues según declararía después: “Nunca me ha ido el papel de conspirador”; además, les explicó que él no era el jefe de la Brunete y, por tanto, no podía prometerles ninguna ayuda. Sin embargo, les aseguró que trataría de conseguir que ninguna unidad de la citada división se les enfrentara.

La cuarta reunión, a la que había sido invitado Pardo Zancada, se celebró el día 11 de noviembre en la cafetería Galaxia, sita en el madrileño distrito de Moncloa. Los tres asistentes no encausados -Rodríguez Solano, Vidal Francés y Alemán Artiles- negaron en todo momento, durante la vista oral, que en ella se hubiera conspirado, aunque dijeron lo contrario en sus declaraciones sumariales. Los dos encausados -Tejero e Ynestrillas- negaron siempre el carácter conspirativo de la reunión.

De las declaraciones de los tres asistentes no encausados puede deducirse que la reunión transcurrió bajo los siguientes derroteros: Tejero expuso un plan para el asaltar el palacio de la Moncloa, contando con la compañía de la Guardia Civil que debía efectuar ejercicios de tiro ese día, la cual sería desviada de su destino, y encaminada al citado objetivo. Para que el asalto fuera efectivo, era necesaria la colaboración de unidades dela Policía Armada, que deberían ocupar los puntos neurálgicos de la capital. Por tanto era imprescindible la colaboración de los convocados. No obstante, parece ser que ni Rodríguez Solano, ni Vidal Francés ni Alemán Artiles estaban muy convencidos de la viabilidad de la misma.

El miércoles día 15, Ynestrillas llamó al comandante Vidal Francés, y le comunicó “Todo está preparado para el día 17”. Es decir, la operación se pondría en marcha tal como estaba proyectada; lo que induce a creer que se habían conseguido los apoyos necesarios enla Policía Armada, uno de cuyas piezas era Vidal Francés.

 

La desarticulación


La Operación Galaxia nunca pudo culminarse. La causa fue que el 15 de noviembre, el propio Vidal Francés puso en conocimiento de su jefe, el teniente coronel García de Polavieja, lo que se estaba preparando. Éste alertó al general de brigada de Infantería José Timón de Lara, inspector general de la Policía Armada que, inmediatamente, se lo comunicó al general de brigada de Artillería José María Bourgón López-Dóriga, director del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), siéndole posteriormente ampliada la información por el general de brigada de Infantería Fernando Morillo Flandes, con quien se sincerará su subordinado, el comandante Rodríguez Solano, el día 16.

Bourgón, tras cambiar impresiones con el teniente coronel de Infantería Andrés Casinello Pérez, del Servicio de Información de la Guardia Civil (SIG), procedió a informar de lo que se tramaba a Suárez y Gutiérrez Mellado, a través del comandante de Caballería, también destinado en la Policía Armada, Paulino García Díaz.

Como primeras medidas, el Gobierno reforzó la seguridad del palacio de la Moncloa y, a continuación, ordenó arrestar a los implicados. Tejero y Sáenz de Ynestrillas pasaron a disposición de la autoridad judicial militar ese mismo día. El propio teniente coronel, mientras estaba detenido en la Dirección General de la Guardia Civil, afirmó que “observó que había preocupación, que se hicieron llamadas telefónicas a diversas Unidades”.

A continuación, en la madrugada del día 17, y en la sede de la Capitanía General, el teniente general Gómez de Salazar les tomó la primera declaración, en presencia del general auditor del Ejército del Aire, José de Diego.

 

El consejo de guerra. La sentencia

Los hechos acaecidos eran lo suficientemente graves como para que tanto Tejero como Ynestrillas fueran sometidos a consejo de guerra.

El consejo de guerra se celebró el 7 de mayo de 1980. Gracias a una hábil defensa de los letrado José María Stampa Braun -defensor de Tejero- y Enrique Alonso Yagüe -defensor de Sáenz de Ynestrillas-, y a la actuación del fiscal, el general de brigada de Infantería Víctor Espinos Orlando, que se vio sorprendido por las declaraciones ambiguas de los tres asistentes a la reunión en la cafetería Galaxia no encausados, el consejo de guerra, presidido por el general de división del Ejército José Juste Fernández, general jefe de la Brunete, dictó ese mismo día una sentencia benévola: siete meses y un día para Tejero, y seis meses y un día para Ynestrillas, “con las accesorias para ambos de suspensión de empleo y de suspensión de todo cargo público, profesión, oficio y derecho de sufragio durante el tiempo de sus respectivas condenas, que no les será de abono para el servicio”.


Lo más sorprendente de la sentencia era su primer resultando, que parecía justificar la operación, al decir que los acusados actuaron movidos por su amor a España y su preocupación por la escalada terrorista. El capitán general de la I Región Militar, el teniente general Guillermo Quintana Lacaci, disintió de la sentencia, por considerarla demasiado benigna, y no la confirmó, a pesar de la posición favorable del auditor militar de la Región. El órgano supremo de la jurisdicción militar rechazó los motivos de disentimiento del capitán general, limitándose a confirmar la sentencia dictada por el consejo de guerra; aunque, para no dejar en evidencia a Quintana -esta es la única explicación razonable de lo ocurrido- elevó las penas en un mes.

Esta sentencia se hizo pública el 2 de julio de 1980. Los acusados, que llevaban encarcelados más tiempo del que habían sido sentenciados, fueron puestos en libertad y el teniente general Quintana Lacaci quedó en entredicho ante sus subordinados y compañeros de armas.

En todo caso, debemos decir que la Operación Galaxia ha pasado casi desapercibida en la historia de las intentonas golpistas de la transición, quedando en una posición secundaria frente al golpe de estado del 23-F o a la “Operación de los Coroneles”. Sin embargo, fue algo más que una “charla de café”, que era como la definió Pardo Zancada. Opinión compartida por el teniente general José Miguel Vega Rodríguez, que fue capitán general de la I Región Militar y jefe del estado Mayor del Ejército y que llegó a decir: “Eso fue una completa tontería. Yo interpreto las conversaciones de los encausados como una forma de desahogo, sin más… Mire usted, en este momento no hay clima en el Ejército para dar un golpe de Estado”.

Por el contrario, se trató de una verdadera conspiración, que de no haber sido desmontada a tiempo, se hubiera convertido en una auténtica rebelión militar; y que demostró dos hechos fundamentales: el primero, que si bien los militares que estaban al frente de los principales mandos tanto del Ejército como del CESID y la Capitanía General de la I Región Militar eran contrarios al intervencionismo militar, existían importantes sectores de las Fuerzas Armadas y de las Fuerzas de Orden Público inclinados a dar un golpe de Estado.

Y la segunda, que el teniente coronel Tejero era un militar dispuesto a participar en cualquier intentona golpista que se diseñase, como se demostraría el 23 de febrero de 1981. De hecho, la Operación Galaxia fue para él simplemente un ensayo, aunque posteriormente cambiaría el objetivo de su acción: el poder ejecutivo sería sustituido por el legislativo.

[Este artículo de Roberto Muñoz Bolaños apareció el 2 de junio de 2014 en la revista digital Anatomía de la Historia, que yo dirigí.]

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