En el año 1997, el escritor español Francisco Umbral publicó un libro titulado La Derechona, que su editorial, Planeta, consideró, eso leemos en la cubierta del mismo, una “semblanza crítica de la derecha española en el poder”. Una semblanza crítica escrita a finales del año anterior por “uno de los comentaristas más vivos, intencionados y leídos de España”.
En esta tercera década del primero siglo del segundo milenio la palabra derechona
no es muy habitual, aunque no ha desaparecido por completo del uso social, del
uso político. Pero lo más destacable de aquel libro de Umbral, lo que le trae
por completo a la actualidad es que su consideración de lo que a finales del
siglo XX era la derecha española, entonces casi íntegramente concernida en
los límites del Partido Popular (PP), sigue teniendo una vigencia
deslumbrante y esclarecedora.
Derechona es un concepto que “va pidiendo el
aumentativo”, comienza por decir Umbral.
“Del poder financiero,
paleocapitalista, nacionalista, del Valle de los Caídos, grandioso y
lóbrego en gris, de algunos generales y algunos medios le viene a nuestra
derecha actual ese inevitable aumentativo de derechona”.
La Derechona es la expresión de una “amenaza sobre España”, la de “un poder histórico y difuso, concreto y eterno”. La Derechona, que “no es una cosa de hoy”, sería el poder eterno, “un precipitado histórico que explica bien a los dueños de España”. Dentro de ellas están esas gentes que “utilizan el sacrosanto nombre de España para darte un españazo por la espalda”.
España, siendo de la Derechona, es además la Derechona. Los
demás somos invasores que han quedado “como la resaca de la gran marea de la
historia” y se nos recluye en “ateneos, penales, universidades…, manicomios,
tabernas machadianas, … logias masónicas y zoos de cristal”. El PP era a
finales del siglo pasado “un partido de aluvión donde hay viejos franquistas,
viejos falangistas, democracia cristiana, chicos del SEU, Derechona de toda la
vida, Opus Dei, centroprogresistas y otras especies”. Era “la casa común de la
derecha”. De donde se fugó, eso Umbral no lo podrá saber, no vivirá para
contarlo (aunque vaticinara aquí que la extrema derecha, la que entonces
anidaba en las filas peperas, “acabará echándose al monte”), la extrema
derecha de Vox con su inexplicable éxito en un país que había eludido la rancia
reciedumbre machista y xenófoba enquistada por el franquismo en la médula de la
sociedad española. De hecho, Umbral le reconoce, en esta línea, un mérito al PP
de entonces, del que dice que tenía una virtud, la de “sujetar a los militares
y la extrema derecha dentro de un proyecto democrático, o sea el fragaznarismo”.
El PP era el campamento “poderoso de todas las derechas, que no aparecen
aunadas por las ideologías, sino por los intereses”.
Umbral habla en el libro del llamado “complejo de derecha”, que no es otro
que “el complejo de serlo”, razón por la cual se llama a sí misma Centro,
democracia liberal y europeísta… “Y más cosas”. La derecha estaría
fascinada por la izquierda, de tal manera que la gente de derechas quisiera ser
de izquierdas… “Como queremos todos ser Humphrey Bogart”.
El libro está escrito cuando a “la derecha de izquierdas” que fueron los
gobiernos de Felipe González al frente del Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) le sucedió “la derecha de derechas” de los gobiernos de José María Aznar
al frente del PP.
Aznar, “un ilustre mediocre al servicio del mal”, es “un señor grisministro
y normalillo en una democracia cristiana y capitalista” dedicado a “hacer la
política de derechas que esperaba la derecha” pero haciéndolo de forma callada,
sencilla, sin arengas, “funcionarialmente”, sin orgias liberales, devolviendo
“el dinero a los ricos y el pan viejo a los pobres”, todo ello “sin
despeinarse”.
“La normalidad de Aznar es un poco
franquista en cuanto a que reparte injusticia sin provocar desorden”.
Decía Umbral que, aunque esperábamos “una derecha justa y benéfica”, también “centrista, irreal”, la que trae/la que trajo el PP de Aznar “es la derecha eterna, la que tiene las llaves de todas las alacenas de España y reparte el pan duro según su capricho feudal y en nombre de Cristo”.
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