María Salas Cuesta era prima carnal de mi abuelo Quico. Ella también nació en Suances: el día 12 del mes de abril del año 1909. La fusilaron en el cementerio civil santanderino de Ciriego cuando mi madre tenía siete años, en el año 1942. Quince días después de ser condenada a muerte junto a otras 27 de las 42 personas procesadas por la misma causa que ella. Un 31 de enero. A los 32 años de edad. Fueron ajusticiados con ella, por la misma causa judicial, Julián Abascal Ruiz, Juan Antonio Casado Usín, Ricardo Gómez Gutiérrez, Secundino Gómez Pérez, Santiago Martinez Fernández, María Otí Ortiz, Bonifacio Ruiz Pérez y Alejandro Torre Rey, junto a otros seis presos condenados por hechos acaecidos durante la guerra. María Salas tenía un hijo. Había estado presa en los Salesianos desde su detención en el otoño de 1941, pero el 23 de enero del año siguiente la trasladaron a la Prisión Provincial. Acabó siendo arrojada a una fosa común. La fosa 265/2009 CANT. Nunca fue exhumada, pero gubernamentalmente se la considera dignificada. Donde se hallan sus restos también están los de otras 826 víctimas (806 fusiladas y 21 sometidas a garrote vil). Dignificada quiere decir que en distintos monolitos de mármol aparece la inscripción de los fallecidos/asesinados/ajusticiados nombrados por orden alfabético. Su nombre entre ellos: María Salas Cuesta, nieta de Pedro Salas Urquia y Justa Gómez Cacho, también abuelos paternos de mi abuelo Quico; hija de Manuela Cuesta Gallego y Manuel Salas Gómez, tío de Quico. Su padre, Manuel, pescador, también nacido en Suances, en 1875, vivió en La Riachuela, donde nacería Cuca 59 años después. El 14 de julio de aquel fatídico 1942 él mismo morirá fusilado en la prisión de la Tabacalera de Santander. María y Manuel fueron ejecutados cuando la dictadura del general Franco se había apropiado del horror que reposaba sobre los rescoldos de la Guerra Civil que acababa de ganar. Elena, hermana de María, hija también de Manuel Salas, fue una de las 15 personas que se libraron del fusilamiento tras haber recibido una pena de muerte aquellas primeras semanas del año 1942 enjuiciadas en una misma causa. Una misma causa relacionada con el segundo de los guerrilleros, maquis, más famosos de la historia reciente de Cantabria: El Cariñoso.
En la inmediata posguerra, Elena y María, primas de mi abuelo materno, formaron parte de la resistencia (antifranquista): actuaron como enlaces y como puntos de apoyo de El Cariñoso. De hecho, María era, con su marido, el panadero Lorenzo Bustillo Toca, la dueña de la buhardilla del número 44 de la calle santanderina de Santa Lucía, donde fue asediado en una emboscada de las fuerzas del orden y, finalmente, muerto acribillado El Cariñoso el 27 de octubre de 1941. Lorenzo sufrió gravísimas heridas en aquel tiroteo y María fue detenida muy pronto junto a María Otí Ortiz, la suegra del guerrillero de la que sabemos ya su triste final parejo al de la prima de Quico Salas. El operativo de aquella celada fue obra de la Guardia Civil, bajo la dirección del teniente coronel Pablo González-Anguiano García. Rodeado el edificio en cuestión incluso desde las alturas de las casas cercanas, en el tiroteo participaron el sargento Teófilo Mantecón González, herido de gravedad, y el guardia Enrique Rico Acitores, igualmente dañado en la refriega. Aquellas operaciones acabarían días después también con la vida de uno de los hermanos de El Cariñoso, Pedro, y con la de dos de sus primos, Marcos y Lola Lavín Gómez, los tres miembros de su partida. Lola es la única mujer que luchó codo con codo con los emboscados en las tierras cántabras durante aquella inagotable posguerra.
Inmediatamente,
se detuvo a 62 personas relacionadas con El Cariñoso. A Elena se la inculpó de
facilitarle documentación falsa cuando meses antes de la muerte del maqui, a
comienzos del mes de junio,
viajó con él a Madrid en el taxi propiedad de Alejandro Torre Rey, junto a la compañera
de aquél, María Solano Otí, y la madre de ésta, antes de acudir a Barcelona
(quizás a la casa de Isabel, hermana de Elena y María). Elena recibió una condena a pena de muerte, que quedó
conmutada a otra de 30 años de prisión, de la que salió una década más tarde,
en libertad condicional: era ya enero de 1952. El consejo de guerra que juzgó a
aquellas más de 6 decenas de hombres y mujeres se celebró los días 14, 15 y 16
de enero de 1942 en el Ayuntamiento de Santander y tuvo un seguimiento
periodístico y popular notable. Fue una exhibición propagandística del régimen
dictatorial de primera magnitud.
En aquellos
días del otoño del año 41, El Cariñoso estaba preparado para huir a Francia con
María Solano, embarazada de seis meses. Pero… Quien iba a conseguirle un por
supuesto falso salvoconducto que le permitiera cruzar la frontera, Eugenio
Escalante, acabó llevando a los guardias franquistas hasta aquella buhardilla
santanderina, la de otra María: María Salas. Escalante, enlace de la partida,
fue delatado cuando dos días antes de la muerte de El Cariñoso fueron
acribillados varios miembros de su partida y, quienes los albergaban, acabaron
por dar el chivatazo.
Algo sabía
yo por la familia de Cuca, y por ella misma, de este asunto de la prima de
Quico que protegió a El Cariñoso y estaba con él o cerca el día en que lo
mataron. Es ahora, al escribir sobre mi madre esto que pareciera una novela,
cuando recabo detalles y ato informaciones proporcionadas algunas de ellas por
el historiador Javier Ortiz Real, tan ligado a Suances, para poder contar lo
que te cuento: esto que ahora sigue con una pincelada sobre quién fue aquel
emboscado cántabro que estuvo a punto de competir en altura legendaria, moral,
histórica con el otro gran maqui de los tiempos de los maquis cántabros,
Juanín.
A José Lavín
Cobo le empezaron a llamar El Cariñoso, como conocían a uno de sus abuelos,
cuando se echó al monte. Antes lo llamaban más a menudo Pin, al menos en
Liérganes y en su pueblo, San Roque de Riomiera, pero el día que decidió
convertirse en un emboscado, en un huido, antes de que le tuvieran las autoridades
por un bandolero y los historiadores por un guerrillero, ese día ya no hubo
vuelta atrás en su vida ni en la de sus familiares más directos. Es uno de los
últimos meses del año 1937, la guerra ya ha acabado en el norte de España y
Lavín Cobo ha regresado a su tierra tras combatir en las últimas luchas del
Frente Norte, en Asturias, en un batallón anarquista en el que llegó a
sargento. Libertad se llamaba esa unidad militar republicana ahora
derrotada. Pin cree que nada malo le puede pasar y considera que podrá vivir en
paz en San Roque de Riomiera, donde trabaja en la panadería de un tío suyo…
Hasta que le detienen unos falangistas y le trasladan a Liérganes para un
interrogatorio que nunca tiene lugar, porque Pin se escapa de sus captores y se
refugia en las cercanías, que tan bien conoce, escondiéndose, aunque no tanto.
Al menos al principio.
Entre la
partida de huidos de Pin está su hermano Belisario Lavín, Sario, que en 1938
decide entregarse convencido de que, al no haber matado ni herido a nadie, nada
malo le podría pasar. Pin, que seguramente ya es conocido por la población de
los alrededores como El Cariñoso, trata de convencerle sin éxito y Sario acaba
siendo fusilado pronto en la Prisión Provincial de Santander.
Desde aquel
día de finales de 1937 hasta aquel otro del otoño de 1941 en que fue abatido,
El Cariñoso se convirtió, en la Cantabria de la primerísima posguerra, en un
personaje absolutamente real, temido y vilipendiado pero también admirado y
querido con el entusiasmo de los perdedores. No llegó a ser en realidad un
guerrillero, tal vez tampoco un combatiente antifranquista, pero la verdad es
que durante aquellos cuatro años Pin El Cariñoso luchó, escabullándose, contra
las autoridades que acababan de ganar la guerra y sus andanzas multiplicaron el
ya de por sí temible ejercicio de la represión dictatorial. En 1940, él y su
partida realizaron un par de decenas de atracos y un secuestro y mataron a dos
personas; y un año más tarde, el año de la muerte de Pin, acabaron con la vida
de tres individuos, llevaron a cabo trece atracos y secuestraron a dos
ciudadanos. En aquellos dos años, tres de los hombres de El Cariñoso perdieron
la vida combatiendo con las fuerzas del orden. Cuando Pin fue descubierto en su
refugio de la calle de Santa Lucía, en la casa de la prima de mi abuelo,
llevaba meses llevando una vida de emboscado urbano en la capital de la
Montaña, en aquella ciudad de Santander donde fusilarían a María Salas. Todavía
Juanín no se había echado al monte.
La pareja de
El Cariñoso, María Solano Otí, a quien también llamaban Cuca, como a mi madre, que
había recibido una condena de treinta años de prisión, tras lograr que se
conmutara la de pena de muerte, cumplió únicamente doce de ellos gracias a la
intervención de la embajada estadounidense, dada su ciudadanía, que la devolvió
a Estados Unidos. En la cárcel nació Josefina, que únicamente pudo recibir los
dos apellidos de su madre, Solano Otí, y fue criada entre tanto por su abuela
paterna, Teresa, la madre de El Cariñoso. En 2012, por fin, pudo recuperar su
primer apellido y pasar a llamarse Josefina Lavín Solano. Josefina Lavín, hija
de El Cariñoso y Cuca Solano.
[este texto
formará parte de mi segunda novela: Cuca]
descargando fichas de mujeres presas justamente vi la de maria milagros solano oti y me llamo la atencion asi que me puse a leer un poco....y aun me intrigo mas encontrar el nombre de francisco solano oti que fue carabinero y se exilio desde francia en el buque cuba hasta la republica dominicana y entro a mexico por veracruz....despues de leer lo publicado de maria solano lo que mas me extraño es que no se mencione a francisco y den como una familia de maria a su hija y a su nieta
ResponderEliminarYa ves, qué cosas. La exhaustividad cuando no es el asunto central de lo que se trata puede abrumar. Y la ignorancia también.
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