Hablando (otros y yo) del franquismo

Cuando en 2013 publiqué mi primer libro, un estudio histórico sobre la dictadura de Franco, tuve la suerte de que algunas personas prestaran atención a aquella obra y hablaran de ella y conmigo. Por ejemplo, Manuel J. Prieto, para la revista digital Curistoria. En aquella entrevista dije cosas como las que siguen:

La sociedad española, por desgracia, desconoce más cosas de las que debiera. Los españoles leemos poco, nos informamos mal. Supongo que, como la mayoría de los seres humanos, pese a vivir en medio de un accesible caudal ingente de información. El franquismo no solo es historia, será difícil que solo sea historia, algo que ocurrirá cuando no quedemos nadie que lo haya vivido.


Cuando Prieto me preguntó si era exagerada la afirmación en aquel momento de una frase del general Miguel Cabanellas en 1936 que yo cito en el libro, en la que afirmaba que si dejaban España en manos de Franco este iba a creer que era suya, hasta la muerte, yo le contesté:

Cabanellas conocía muy bien a Franco, pues lo tuvo bajo su mando, y la frase resultó acertada décadas después porque cuando lo dijo ya lo era. Imagino, de otro lado, que Franco decidió hacerse con todo el poder en cuanto que comprendió que sus colegas en la sublevación mostraron como mejor opción para el triunfo el mando único, a nivel militar pero también político, algo que ocurrió muy pronto aquel año 1936, iniciado el conflicto, y él mismo se vio situado en la cresta de la ola por estar al frente del principal de los ejércitos que avanzaba hasta la capital del Estado.

Hablando sobre si Franco actuó durante la guerra pensando en que buscar el interés suyo propio era su camino hacia un poder absoluto sobre España, yo consideré que:


No sabría responder a esta pregunta, como imagino no sabría responderla autorizadamente ningún historiador. No olvidemos que la labor de los historiadores es explicar el pasado, algo que se torna difícil si no imposible cuando lo que se pretende es analizar psicológicamente los deseos y las motivaciones de los protagonistas de la historia. No obstante, me atrevo con una opinión, que es, lo siento, sobre todo un pronóstico a posteriori: Franco buscaba no solo ganar la guerra sino hacerlo de forma que el pasado reciente de España quedara aniquilado y se pudiera retroceder hacia un pasado en el que el librepensamiento no campara a sus anchas, y eso era algo para lo que él mismo se veía perfectamente capacitado, para pilotar un país sometido al orden tal y como él lo entendía.

Hablando sobre lo que habría ocurrido si la Segunda Guerra Mundial se hubiera retrasado unos años y España hubiera estado recuperada para entonces, se me ocurrió contestarle esto:

Tuvieron hace unos años cierto éxito estos ejercicios de historia virtual que como herramientas para ejercitar los mecanismos historiográficos está bien, sería una especie de gimnasia para historiadores, pero que no creo que aporte gran cosa al conocimiento del pasado. No obstante, me parece muy sugerente de nuevo su pregunta, y creo que en caso de haber sucedido tal cosa todo habría dependido de la situación interna del país, especialmente respecto de los apoyos incondicionales interiores con que hubiera contado Franco, aunque pienso que el retraso económico y la extrema pobreza de aquella España habrían impedido durante muchos años que las potencias nazi-fascistas nos hubieran hecho mucho caso, como de hecho ocurrió en la realidad.

Cuando Manuel J. Prieto me pidió usar unas pocas palabras para definir políticamente el franquismo, las que empleé fueron estas:

El franquismo fue una dictadura unipersonal de carácter ultraconservador que aglutinó y arbitró durante décadas las corrientes de una coalición ganadora de una guerra civil.

Conviene no olvidar que…

Franco fue un autócrata, pero el franquismo no son los actos de Franco aislados sino la interrelación del dictador y su régimen con la realidad, una realidad que nunca fue capaz de controlar del todo, porque lo que no fue su sistema fue un sistema totalitario.

Prieto destacó el tono de mi texto, al que consideró “cercano, casi como de charla con el lector”, un texto que “cumple con el objetivo divulgador del que se habla en el prólogo de Ángel Viñas. Yo le agradecí esas palabras porque…

Exactamente eso es lo que pretendí al escribir el libro y eso fue lo que Cristina Pineda, como editora literaria del mismo y el propio Ramiro Domínguez, director editorial de Sílex, consideraron que lo distinguía de otras obras similares, la cercanía, es decir, haber logrado poner al régimen a la altura de los lectores.

La charla acababa así:

Para contextualizar lo que se cuenta en mi libro sobre el franquismo respecto de quién lo cuenta… en el texto salgo yo. Es una especie de guiño a la manera hitchcockiana y una licencia que el editor me consintió porque lo que pretendí con esta obra es escribir, desde una cierta cercanía, asuntos complejos de forma asumible para la mayoría de los lectores.

 


“La prosa de Ibáñez Salas es chispeante e incluso se permite ciertos coloquialismos, generalmente bienvenidos. Recapitula periódicamente y le pone orden cronológico a su crónica del Franquismo. Uno quiere saber más, adentrarse más, averiguar más. Buena señal: eso quiere decir que Ibáñez Salas ha provocado nuestro interés, nuestra atención”.

Tal cosa escribió sobre mi libro El franquismo mi amigo el historiador Justo Serna, quien añadió en aquel artículo suyo titulado ‘La historia: caos, orden, proceso y contexto’ (Ojos de Papel, 17 de octubre de 2013) que “lo más importante es la seriedad de la divulgación, la pertinencia de suministrar datos ordenados, con significado, en su proceso más amplio”. Yo sería en ese sentido un observador aupado a una colina desde la que divisar “con claridad y dificultad lo que ocurrió y lo que nos ocurre”. Mi libro nos auxilia en el presente, “este presente duplicado, reflejado, multiplicado: este presente que tiene el pasado como su doble. Nos auxilia, sí, pero no sólo porque nos aclaren trayectorias remotas, sino porque nos precisan los cargos, los lastres de la actualidad. Todo se entrevera, todo se mezcla, y ciertos pseudohistoriadores nos aturden. Es posible salir de la confusión. Con buenas síntesis, con ensayos precisos, con prosa convincente podremos superar los malos modos, las malas maneras del pasado-ficción. Justamente sabremos lo que hacemos con la historia. Tendremos criterio, nuevos criterios de formación intelectual”.

 

En Metahistoria, escribieron, hablando sobre aquel primer libro mío que “José Luis Ibáñez no se deja arrastrar por intereses partidistas ni emotivos, ni busca «vendernos» a través de una interpretación sesgada de los hechos una visión ideológica ya predefinida. Se limita, y no es poco, a contarnos qué sucedió durante el franquismo, ni más ni menos. No quiero decir con esto que la obra no tenga otras virtudes destacables, pero de la ingente cantidad de las publicadas sobre esta cuestión son pocas las que pueden catalogarse como verdaderamente objetivas y ésta es una de ellas”. También que en mi El franquismo “se aúna la perspectiva más especializada, propia del análisis histórico, con la vertiente divulgativa (pero en absoluto banalizadora) que inspira la redacción del libro. Para la inmensa mayoría de la población española, que nacimos mucho años después de 1975, el franquismo nos resulta hoy tan pretérito como para las generaciones precedentes pudieron ser las guerras carlistas. Y, sin embargo, se trató de un régimen que dominó la vida española durante buena parte del siglo XX y cuya memoria no puede ser desconocida. Libros como el de José Luis Ibáñez contribuyen, sin duda, a que las nuevas generaciones interesadas en la historia contemos con un trabajo, riguroso y objetivo, que sintetiza los conocimientos sobre él”.

 

Hay algunas reseñas más que para no alargar demasiado esto no traigo aquí (la mejor de todas las entrevistas que tuve, lo digo ya, es la que Francisco Criado me hizo para su brillante Narrativa Breve), y también me entrevistaron para una emisora de radio y para un canal televisivo digital, pero creo que no estuve a la altura dados mis nervios de novato.

 

Despido este artículo con la cita de mi libro con la que la historiadora Alma Leonor López (María del Pilar López Almena) cerró su magnífica reseña de El franquismo:

 

Pero la paz no llegó, y no llegó porque no hubo acuerdo de paz. Hubo rendición y Victoria con mayúscula. El triunfo de los valores diametralmente opuestos a aquellos que habían inspirado las jornadas de alegría colectiva de abril de 1931, el triunfo de la autocracia personalista ultraconservadora, antiliberal y antidemocrática, revanchista y represiva.

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