Para el historiador británico Peter Burke existen dos formas de hacer Historia: una en la que “los historiadores deberían tomarse más en serio las estructuras que los acontecimientos”; y otra integrada por “quienes siguen creyendo que el trabajo de los historiadores es contar una historia”. Burke utiliza este ejemplo para diferenciar los enfoques estructuralistas de los enfoques narrativistas, que difieren no sólo en la elección de lo que cada grupo tiene por significativo en el pasado, sino que también lo hacen en sus modos de explicación histórica:
"Las órdenes llegaron tarde de Madrid,
pues Felipe II no pudo decir qué hacer", escribirá un narrativista.
"Las órdenes llegaron tarde de Madrid,
porque los barcos del siglo XVI necesitaban semanas para cruzar el
Mediterráneo", diría un estructuralista.
Adivina quién formula cada una de las frases siguientes:
"La ventana se rompió porque yo arrojé
una piedra contra ella".
"La ventana se rompió porque el cristal
era frágil".
En cualquier caso, como el propio Burke deja sentado, existe
una tendencia a usar lo mejor de cada una de las dos formas, pues de lo que se
trata hoy en día es de establecer “una vía para escapar de este enfrentamiento
entre narradores y analistas”: la respuesta se encuentra en la necesaria
síntesis establecida por la relación amistosa
entre acontecimientos y estructuras.
[…]
En resumen, es difícil no estar con el historiador francés Antoine
Prost, que nunca olvida que “la Historia se escribe”, cuando nos dice:
"La Historia consiste en hechos,
preguntas, documentos, temporalidades, conceptualización, comprensión, búsqueda
de causas y exploración de estructuras; y, además, se compone como una intriga
y se escribe con una sucesión de palabras. Toda Historia presenta una
dimensión literaria, o lingüística, digamos retórica y relacionada con el
lenguaje".
Un Prost que nos ha explicado qué es eso de la trama
histórica, para quien “la obra histórica se constituye en primer ligar
partiendo de la delimitación de su objeto”:
“La construcción de la intriga (la trama) es
el acto fundador por el cual el historiador recorta un objeto particular dentro
de la urdimbre episódica e infinita que es la Historia. […] La trama configura
la obra histórica desde incluso su organización interna”.
Si “la Historia cuenta, y es al contar como explica",
como nos advierte Prost, su compatriota y colega Paul Veyne nos dice
que, dado que la Historia es un relato, "lo que denominamos explicación no
es más que la forma en que se organiza el relato en una trama
comprensible."
Para Prost, en definitiva, "la historia no puede
prescindir de un trabajo que es de orden literario, con las especificidades de
un género que es particular. Ésta es la razón por la que escribir la Historia
será siempre un arte y un trabajo. Y quizá un placer."
Y, al hilo de todo esto, yo me pregunto, con el historiador
español Jordi Canal: ¿se deben considerar por derecho propio actores
históricos a los escritores, a sus creaciones y a sus personajes y a las
lecturas que suscitaron, aunque con características expresivas peculiares? Ese reflejo
de la subjetividad de una época que es el literato, ¿lo convierte en algo más
que en una fuente histórica, le convierte en un actor histórico?
La relación entre la Historia y la narratividad es un asunto
sobre el que el historiador español Juan José Carreras sentenciara
diciendo que la Historia es el “relato verídico de lo que ha sucedido frente
a la libertad de la ficción”. Para Carreras…
“La profesión histórica nunca llegó a
renunciar del todo al principio de realidad que la constituye [, que es la
aristotélica formulación de que la Historia es la narración verídica de lo que
ha ocurrido,] aun cuando sepamos que la verdad tiene muchas caras y que no se
alcanza de una vez para siempre”.
“La vida no es relato, pero cuando nos ponemos a pensarla la
concebimos así”. Eso le leo a Justo Serna, especialista en Historia
cultural. Está la ficción y está, por ejemplo, la Historia. Ambas son
concebidas como relato. Claro. En el caso de la ficción, su mayor logro es la
exigencia de la Historia. Me explico. El mayor logro de la ficción es un
efecto: la verosimilitud. Pero no perdamos el Norte: lo verosímil, nos lo
vuelve a recordar Justo Serna hablando en ese caso (estamos en su Leer el mundo. Visión de Umberto Eco) de
la narrativa de Umberto Eco, no es lo verdadero, “sino lo que refuerza el
sentido de lo que parece real”. Lo que parece real. ¿Nos sirve lo que parece
real? A los historiadores no.
Este texto pertenece a mi artículo ‘Un historiador no es
un novelista, pero casi (segunda parte)’, publicado el 9 de enero de 2023
en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE
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