Desde que la pluma de Víctor Mora (Barcelona, 1931-2016) y el pincel de Miguel Ambrosio Zaragoza, Ambrós (Valencia, 1913-1992), crearon en 1956 el personaje de historieta El Capitán Trueno, tal ha sido su éxito y su conexión con el público que no ha pasado una sola década sin nuevas aventuras o reediciones del emblemático cómic ambientado en una ucrónica pero tremendamente aventurera Edad Media.
Así, ahora [estamos en 2012], Ediciones B, heredera de la mítica Bruguera, lleva a cabo, bajo el título “El nuevo y genuino Trueno Color”, una ambiciosa reedición de los cuadernillos originales remontados en páginas de dos por una y coloreadas, en un grandioso formato, y recogiendo en cada volumen todas las portadas originales, tanto de los cuadernillos de los años 50 y 60 del siglo pasado como de las colecciones de Trueno Color, cuyas portadas realizara el legendario Antonio Bernal Romero (Barcelona, 1924).
Esta nueva edición del clásico, que coincide con una controvertida película y con nuevas aventuras del héroe, recupera de las
manos de la censura algunas escenas de violencia que le fueron evitadas al
lector de la época.
Curiosa pero afortunadamente calamitosa censura aquella
que eliminaba puñales de los cadáveres muertos por arma blanca, pero no se
preocupaba, en el contexto de una dictadura, la del general
Francisco Franco, de los
profundos valores democráticos que Trueno y sus amigos defendían por todo el
globo terráqueo, dentro de aquellas inverosímiles tramas que hoy podemos
revisar con deleite.
El personaje de Mora, un escritor republicano que tuvo
muchos y muy graves problemas con las autoridades de la época, no en vano, es
un héroe antifranquista situado en un intencionadamente poco riguroso
medioevo. Poco riguroso porque lo que se buscaba era proporcionar un formato de
aventura y evasión al lector y poco riguroso porque la pasión por la libertad
de los autores de aquellos no
tan inocentes tebeos no
podían sustraerse a la eterna lucha de la luz contra la oscuridad y de la
libertad contra la tiranía, aunque fuera trasladando valores y conceptos
anacrónicos.
Desde el comienzo de la epopeya de Trueno, en el
asedio de San Juan de Acre, en las Cruzadas, donde aparecen dos personajes históricos –Ricardo Corazón de León y Saladino–, es evidente que la intención de los autores no es
explicar una época sino divertir al lector con el sentido de la justicia y
el romance de Trueno y
Sigrid y el contrapunto
cómico de Goliath y Crispín. Las aventuras, que se suceden sin pausa, llevan a
Trueno en todos los medios de transporte de la época, e incluso en alguno
desubicado y traído a colación por la magia de la anticipación científica
retrofuturista, como el globo aerostático inventado por el mago Morgano, por
todos los lugares del planeta, donde es frecuente que los tiranos locales más
diversos sean depuestos por nuestros héroes, que dejan al frente de las
comunidades liberadas a líderes ilegítimamente derrocados por aquellos, en un
claro alegato antifranquista.
Un alegato contra el franquismo, encerrado en narraciones juveniles al alcance de los
niños, que se convirtió en un best-seller sin parangón, como demuestra el hecho
de que se vendieran 350.000
ejemplares semanales en los
mejores momentos de la serie. Una cifra jamás alcanzada por ningún otro tebeo
en España y que apenas podrían atreverse a soñar los editores españoles de
libros, incluso con los novelistas más señeros de nuestras letras, ni antes, ni
ahora.
Cualquier lector que se acerque a las aventuras del Capitán Trueno, y esta nueva edición del clásico es una excusa formidable para hacerlo, puede buscar la fuente histórica a través de una doble vía. Una es la del medievalismo popularizado en los medios de comunicación de masas y en la literatura popular, lo cual no es moco de pavo, ya que es interesante averiguar por qué un periodo con tan mala prensa entre los historiadores y los moralistas del progreso social divierte tanto desde siempre al personal. La otra es acercarse al modo en que muchos españoles, niños y adolescentes, conocieron en los años 50 y 60 aquella idea de la izquierda antifranquista de que otro mundo, incluso en aquella España gris, era posible.
Además, claro está, tenemos la tercera vía, que yo
recomiendo encarecidamente: el disfrute inocente, puro y duro, sin excusas, de
los hermosos dibujos de Ambrós y el resto de dibujantes que le fueron
sustituyendo con los años, aún sin llegar nunca a la altura del genio
valenciano, y las trepidantes y divertidas historias de Mora.
[Este texto de Ricardo
Ibáñez Salas apareció el 23 de enero de 2012 en la revista Anatomía
de la Historia]
Fue mi tebeo de cabecera durante los años de mi niñez... ese continuará semanal era totalmente adictivo, jeje. Muy buen post, coincido contigo.
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