The Pretenders son la banda roquera de Chrissie Hynde. Voy a ponerla en su contexto. Escribí en mi libro La música (pop) y nosotros…
Hay alternativa
al viejo rock de decrépita apariencia que los punks han sacudido
escandalosamente. En 1977, el punk ha negado con su brutalidad cargada de rock
que la música pop estuviera vestida todavía de sus oropeles originales. La
música pop estaba en realidad desnuda y la mejor forma de recuperarla para
muchos músicos jóvenes removidos por los alaridos punks fue regresar al estilo
jovial, lúdico, de las canciones que encendieron el universo humano a mediados
de la década de 1960. Sobrepasando lo que de nostalgia pareciera tener en sus
comienzos, ese ser un renacimiento del pop más puro, menos atado al rock como
arte en convulsión, la new wave es en realidad el trampolín de un nuevo elenco
de bandas, de artistas musicales que habrán de perdurar a menudo durante muchos
años. Nombres británicos (sin olvidar a la efervescente música pub rock que en
las islas anticipó la new wave: Dave Edmunds, Nick Lowe, Graham Parker, Doctor
Feelgood…): Elvis Costello, Joe Jackson, The Police, The Jam, The Specials,
Madness, Dexys Midnight Runners, XTC, Squeeze, The Pretenders (con Chrissie
Hynde a la cabeza)… Para Bob Stanley la new wave era un género que
en esencia no dejaba de ser “un sublimado del punk depurado de todo componente
amenazador”.
[Cuando por fin pude ver a los Rolling Stones
era junio de 2003, fui a verlos con mi hermano: en el Vicente Calderón. Les
telonearon The Pretenders, a quienes yo ya había visto cuando actuaron como uno
de los teloneros de lujo en el impresionante concierto de U2 de 1987 en
el madrileño estadio Santiago Bernabéu.]
El indispensable Ramón de España escribió en El Periódico sobre Chrissie Hynde un artículo titulado ‘La chica de cuero’. Un texto aparecido el 22 de octubre de 2016, con motivo de la publicación en español de las memorias de la britanizada música estadounidense (A todo riesgo. Memorias airadas de una Pretender, publicadas originariamente un año antes: Reckless: My Life as a Pretender).
"En la música pop, no son lo mismo las chicas de cuero que las chicas
en cueros; que son, ahora mismo, las que controlan el panorama y a las que todo
el mundo ríe las gracias. Una de ellas, Madonna, aunque ya tiene una edad
respetable […]. Pero cuando una chica de cuero como la gran Chrissie Hynde dijo
que la habían violado de adolescente y que ella misma se lo había buscado por
meterse donde no debía con quien no debía, se le echó encima toda una jauría de
biempensantes que no le permitían ni tener una versión propia de su propia
desgracia.
Aparecen ahora entre nosotros las memorias de la señora Hynde (Akron, Ohio,
1952) por cortesía de la editorial Malpaso, y en ellas queda meridianamente
claro -no es que hiciera falta- que las chicas de cuero suelen ser más listas,
más valientes y más relevantes en el mundo pop que las chicas en cueros
empeñadas en convertir el rock en una variante de los espectáculos de
'varietés' de toda la vida. En A todo riesgo, la líder de los Pretenders
-extraño nombre para un grupo que jamás flirteó con la impostura o la
simulación- cuenta su vida con la misma desinhibición con la que abordó en
público su violación juvenil.
Si alguien simboliza mejor que nadie lo que debe ser
una mujer en un negocio de hombres como el rock, es Chrissie Hynde, alguien capaz de abandonar su ciudad de provincias
-conocida durante años como Rubber City (‘Ciudad de goma’) porque ahí se
fabricaban los neumáticos para General Motors y de donde también surgió Devo,
uno de los grupos más estimulantes de finales de los setenta-, marcharse a
Londres para formar una banda en condiciones -aunque trufada de yonquis que la
diñaron más pronto que tarde-, tener un hijo con su héroe de adolescencia, Ray
Davies, alma de los Kinks, y componer canciones como Don't get me wrong
o Back on the chaingang, que una vez oídas no te abandonan jamás".
hay una delgada línea entre el amor y el odio,
canta Chrissie Hynde,
yo podría soñar con androides de piel de cordero,
con redes embellecidas por un gol huérfano,
la historia no se repite,
el futuro tampoco…
El influyente Diego A. Manrique, que leyó las
memorias de la líder de Pretenders antes que Ramón de España, escribió ‘Ella no
era una chica estúpida’, para El País, en febrero de aquel año 2016. El
siempre ácido periodista musical español comienza por contarnos que “en los
ochenta, entrevistar a Chrissie Hynde era un deporte de riesgo: excitante pero
peligroso. A veces, ella misma empezaba las hostilidades. Conocida por su
vegetarianismo y su militancia animalista, la cantante de The Pretenders
entraba directamente al trapo: ‘Vas a preguntarme por mis botas de cuero y debo
decirte que…’. Daba lo mismo: amábamos a Chrissie. Había traído sensualidad al
rock, tras el asexuado postureo del punk. Lo hacía sin concesiones al erotismo
de videoclip, con la seguridad que daba su edad (había nacido en 1951) e
–imaginábamos- su intensa experiencia vital”. Hynde es para Manrique “un verso
libre”, y de sus memorias (donde “es particularmente dura consigo misma”)
sentencia que “es un libro que despierta la antipatía del lector, por alardear
de indiferencia, vagancia, profundo egoísmo”.
“Chrissie cuenta
los sórdidos detalles de una violación por parte de una pandilla de moteros, en
su Ohio. Ya se había referido al asunto en una de sus primeras canciones, Tattoed
love boys, pero ahora, en el libro y en la promoción posterior, se reconoce
como única responsable de aquella situación. Viene a decir: Si vas colocada
y llevas poca ropa, te lo estás buscando.”
1980-2020.
Sobre el impresionante elepé de debut de The Pretenders, publicado en 1980,
dejó escrito Sergio Martos en Ruta 66 lo siguiente:
“Furia, melodías bucólicas, inmediatez y
naturalidad en la exposición. Chrissie Hynde rompió el estereotipo que se tenía
de la mujer en los 70 -principalmente en el rock-, cantando con la profundidad
de Patti Smith y empuñando la guitarra con fiereza. Pero sobre todo, dando la
sensación de que era ella la que estaba al mando. Solo hizo falta un disco para
convertir a Hynde en un icono de la década y es que canciones como Kid’,
Private life y Brass in pocket -las tres en fila india en la cara
B del álbum- te dan una seguridad incontestable”.
Por su parte, a Fernando Neira (para quien aquel debut del grupo fue “revolucionario y brutal”) le leo una vez más emocionado lo que es para él escuchar el más reciente elepé de la grandiosa banda de Chrissie Hynde (de la que ya sólo quedan de los miembros fundadores ella y el baterista Martin Chambers), un disco aparecido en 2020. Dice que el ADN de The Pretenders es la autenticidad, porque es un grupo de rock “que conserva el músculo y, sobre todo, la veracidad, justo cuando Chrissie Hynde, jefa mayestática del rock femenino, celebra su cuadragésimo aniversario en el oficio. Lo suyo es lo que se dice mando en plaza” Hynde, que “se remanga las mangas de la camisa para pegar un puñetazo en la mesa. Salvaje, a tenor de que las vibraciones todavía nos retumban en los tímpanos. Hate for sale, expeditivo y fulgurante, solo precisa de 10 canciones más bien breves (por los pelos, media hora) para dejar claro que esta mujer sigue siendo la mejor de su especie”. Hynde “no pretende innovar ni inventar” y lo que factura son más “especialidades de la casa: el rockabilly para Didn’t want to be this lonely, el jugueteo con Jamaica en Lightning man, el punk-rock de Hate for sale, la chulería innata para Turf accountant daddy (escuchen a Chrissie conminándonos: “Hey, babie. You wanna dance? Come in!”. A ver quién se atreve a llevarle la contraria). Y, por supuesto, los guiños a Back on the chain gang que incluye The buzz, el primer sencillo, y esa monumental balada soul que lleva por título You can’t hurt a fool: superior a Hymn to her y varios años luz por delante de la empalagosa Forever Young”. El disco “suena a banda hecha y derecha. Martin Chambers, el batería original, atiza todo lo fuerte que sea preciso. Y James Walbourne, brillantísimo guitarrista que podría ser hijo de la lideresa, se encarga de mantenernos muy enchufados. Un trabajo excelente, sin rodeos ni empeños por reinventar la rueda”.
Neira nos situó a Hynde en el ámbito memorable que merece cuando nos dijo que en 1980, “mucho antes de que nadie hubiese oído o pronunciado el término empoderamiento, ya teníamos a Chrissie Hynde”. Su irrupción “representa uno de los episodios más fabulosos y relevantes a los que asistimos en aquel cambio de década”. Ella “llegaba mucho más allá de la pose, la furia y el ruido: no era solo actitud, sino también fogonazo”.
Chrissie Hynde quizás debería tener una calle con su nombre en todas las ciudades donde haya actuado. Madrid, por ejemplo.
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