La escritora francesa Lydie Salvayre, hija de españoles (su nombre de soltera es Lidia Arjona), nacida en 1948, obtuvo el prestigioso Premio Goncourt en 2014 con su novela Pas pleurer. Traducida al castellano por Javier Albiñana (No llorar), acabo de leerla con una cierta insatisfacción que no voy a ser capaz de explicar.
Comencemos… “Estamos en España en 1936”, y luego en 1937, y en 1938…
Aquella guerra, la civil española, “cuando la Iglesia española se ha convertido
en la Puta de los militares depuradores”. Es esta una novela donde leemos al
escritor católico francés muy indignado por lo que ve en los primeros meses de
la guerra en la alzada isla de Mallorca, George Bernanos, a quien lee a
su vez la protagonista y narradora. Y donde aparece brumoso André Malraux.
“Menos mal que
al día siguiente estalló la guerra, con lo cual nunca tuve que hacer de criada
ni de los Burgos ni de nadie. La guerra, cariño, cayó qué ni pintada”.
Sí, es No llorar una novela de estas que ahora llaman de autoficción,
en la que la protagonista no es la narradora, no es la escritora, sino Montse,
la madre de la narradora.
“Mi madre se
llama Montserrat Monclús Arjona. Un nombre que me hace feliz revivir y extraeré
durante un tiempo de la nada a la que se veía abocado. En el relato que inicio,
no quiero introducir por el momento ningún personaje inventado. Mi madre es mi
madre, Bernanos el escritor admirado de Los grandes cementerios bajo la
luna y la Iglesia católica la infame institución que fue en 1936”.
[En el libro No llorar utiliza la autora a menudo palabras en negritas
que sólo ella, con el consentimiento de su editor o editora, habrá sabido
interpretar: a mí no han hecho más que confundirme.]
1936, cuando había jóvenes “que creían en una revolución absoluta de los
espíritus y los corazones”, que creían “en ese encantamiento”, cuando había
(otros) jóvenes que lo que pedían era que se ganase la guerra antes de hacer
ninguna revolución, jóvenes que pensaban que ser es mejor que tener…
“¿Qué sale
ganando con esa empresa y qué salgo ganando yo misma?, me digo haciéndola
revivir: para qué remover esa que ha asqueado el universo, se pregunta otra
persona a quien admiro, Carlo Emilio Gadda, en las primeras páginas de
un libro que empezó y terminó sobre la abyección mussoliniana”.
Bernanos, Gadda… Ensayo y novela a la vez es lo que es a menudo esta novela que es a la vez, insisto, ensayo y novela. Que quiere ser SÓLO una novela pero que no puede evitar ser un libro donde lo que se parafrasea o se cita es tan acuciante como lo que se cuenta o se imagina.
“Escucho a mi
madre y leo Los grandes cementerios bajo la luna, a él dedico desde hace
unos días la casi totalidad de mi tiempo. […] Nunca había sentido hasta ahora
el deseo de revolcarme (literariamente) en las remembranzas maternas de la
guerra civil y en las obras a ellas dedicadas, pero tengo la sensación de que
ha llegado el momento para mí de sacar de las sombras esos acontecimientos de
España que había relegado a un rincón de mi cabeza. […] Plantearme ese paréntesis
libertario que representó para mi madre una pura fascinación, ese paréntesis literario
que creo que no tuvo equivalentes en Europa y que me hace tanto más feliz
reavivar cuanto que fue durante mucho tiempo ignorada más que ignorada ocultada,
ocultada por los intelectuales españoles, ocultada por los intelectuales
franceses […]. Plantearme al mismo tiempo esa asquerosa abyección por parte de
los nacionales franquistas que Bernanos observó implacablemente, esa conducta
asquerosa por parte de los hombres cuando el fanatismo los posee y los subleva
hasta llevarlos a las peores abyecciones”.
La autora dice haber “consultado algunos libros de historia: ello me ha
permitido reconstruir del modo más preciso posible el encadenamiento de los
hechos que condujeron a aquella guerra que Bernanos y mi madre vivieron simultáneamente,
el uno horrorizado y la otra con alegría pletórica e inolvidable bajo las
banderas negras desplegadas”. Y cuando a continuación dice “he aquí los hechos”,
su sintaxis me ha parecido una pequeña demostración de cuando alguien lee algo
pero no entiende gran cosa. O lee los textos inadecuados.
La madre de la protagonista, de Salvayre, recordando, como si lo viviera
ahora mismo, aquel jolgorio revolucionario de la Barcelona de agosto del 36
engalanada para la victoria frente a los fascistas y bajo el aparente dominio
de los ilusos anarquistas: “¡Qué sabrosa es la vida!”
“En el aire de
la ciudad se respira una levedad, un júbilo que aceleran el tiempo y no dejan
espacio alguno a la angustia. ¡Cómo me gusta vivir!, me decía yo, me dice mi
madre”.
¡Que le quiten lo bailao a la madre de Lydie Salvayre, a aquella Montse en medio
de un jolgorio bañado en sangre! Aquella Montse “que se había prendado de las
ideas libertarias como quien se prenda de una canción o de una cara, por un
deseo infinito de poesía”. Montse, “que no tenía ninguna disposición para la
desdicha”. Montserrat Moclús Arjona, la madre de Lydie Salvayre.
“Cuanto sucede
en ese verano del 36, ese verano en el que se trastocan todos los principios, todos
los comportamientos, haciendo tambalearse los corazones hacia lo alto, hacia el
cielo, cariño, es lo que me gustaría que comprendieses y que es incomprensible”.
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.