La obra maestra que es la novela 'Poeta chileno' de Alejandro Zambra


Poeta chileno
es la quinta novela del escritor chileno Alejandro Zambra, merecedora en 2021, un año después de su publicación, del Premio Academia (a la mejor obra literaria publicada en su país). Poeta chileno es quizás la mejor novela que he leído en muchos años. ¿Puedo borrar la palabra quizás?

 

“A esas alturas, la poesía chilena era para Gonzalo la historia de unos hombres geniales y excéntricos, buenos para el vino y expertos en los vaivenes del amor”.

 

Poesía, sin duda, hay y mucha en poeta chileno (que es una narración magnífica donde se esconde, como en toda narración magnífica, un ensayo bien contado, un relato), pero también hay una historia (que no pretende ni lo es ni falta que le hace ser un ensayo sobre las inefables relaciones entre los padres, lo sean o no, y sus hijos, lo sean naturalmente o dejen de serlo), una historia que se instala en nuestro yo medular a la manera en que la Gran Literatura logra hacernos sensibles seres conscientes de lo que a poliédricos humanos seres perfectamente ficticios les concede un narrador que actúa como un dios terrestre. Zambra, para quien la escritura es un diálogo con uno mismo, es capaz de hacer que la lectura de esa escritura suya sea también un diálogo con uno mismo (el lector) al tiempo que es una conversación divertida pero muy sustancial con otro (el escritor).

 

“Santiago es una ciudad lo suficientemente grande y segregada como para que Carla y Gonzalo no se encontraran nunca más, pero una noche, nueve años más tarde, volvieron a verse, y es gracias a ese reencuentro que esa historia alcanza la cantidad de páginas necesarias para ser considerada una novela”.

 

Zambra fotografiado por Alejandra Rajal para El País

¿Cuánta realidad cabe en un libro, en una novela? En Poeta chileno asistimos al escribir del co protagonista, lejos de la dictadura de los sentimientos, también claro y sobre todo al escribir del narrador, aferrado al pulso inclemente de esos mismos sentimientos, pero no únicamente…

 

“Con el tiempo se pierde el ruido de los días, se vuelve difícil recordar con precisión cómo sonaba la vida cotidiana —cuál era la idea del silencio, cuál era el repertorio de sonidos que incluía el ruido blanco: los estornudos, toses, suspiros y bostezos, los autos y camiones pasando de largo, el esporádico voceo de vendedores y predicadores, el caprichoso rugido del refrigerador, las sirenas distantes, las alarmas y los pájaros que imitan las alarmas, las melodías silbadas o murmuradas, los temblores de las puertas e incluso las palabras, las frases plenamente articuladas en tonos que no rivalizan con el silencio”.

 

Los libros buenos, leo en la novela de Zambra, nos recuerdan “la complejidad de la vida”. Los malos, nos tranquilizan, en ocasiones hasta nos esperanzan: nos aletargan. Es curioso, Poeta chileno me ha parecido un libro no ya bueno, excelente, y sí, me habla espléndidamente de “la complejidad de la vida”. Pero también me esperanza, y su lectura me tranquiliza (aunque no, no me aletarga, más bien al contrario).

 

“Piensa que son los poetas y no los narradores los que deben capturar absolutamente todos los detalles de cada experiencia vivida, pero no para contarlos, no para vociferarlos en un relato, sino para inscribirlos, por así decirlo, en su sensibilidad, en su mirada: para vivirlos, en una palabra”.

 


Alejandro Zambra demuestra que no, que las novelas NO son las poesías de los tontos, en contra de lo que un personaje de la suya cuenta que dijo otro poeta chileno, el Chico Molina.

¿Para qué necesitamos a los poetas cuando somos felices, a los poetas, esos tipos (y tipas) que “merodean por los callejones del mito y el deseo”?

Es maravilloso cuando el narrador se persona como un personaje y dice/escribe eso de “yo soy un novelista chileno y los novelistas chilenos escribimos novelas sobre los poetas chilenos”.

Y al poeta chileno de la novela de Zambra lo que le gustaría de verdad sería “escribir un libro entero sobre las sonrisas involuntarias”. Porque “la poesía sí sirve para algo: las palabras duelen, vibran, curan, consuelan, repercuten, permanecen”.

Se lo he leído a otros escritores (y especialistas en la literatura universal) eso de que “todas las ficciones en la historia de la humanidad están basadas en hechos reales”. Y estoy bastante de acuerdo.

En definitiva, este libro memorable va, especialmente (como tantos buenos libros, como tantas novelas y poemarios y películas y obras de teatro), sobre “la abrumadora alegría de ser importante para alguien”.

La clave de Poeta chileno está en una conversación entre los dos (principales) protagonistas, Gonzalo y Vicente: Gonzalo le cuenta a Vicente —ambos son poetas chilenos— lo que decía Ezra Pound sobre que él lo que hacía era escribir lo mejor de las novelas en sus poemas, él escribía “la parte buena de las novelas” en sus poesías, y que “todo lo demás, las 400 páginas restantes, son puro relleno y aburrimiento” Pero “hay novelas buenas”, le matiza Gonzalo a Vicente después de que ambos coincidan con Pound. Como esta: añado yo.

Esta novela: con su final prodigioso, el final prodigioso de una novela única, como toda obra de arte, como toda obra maestra. Poeta chileno es magistral.

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