La breve historia del fútbol de Julián García Candau
El periodista español Julián García Candau es un
honorable histórico de la prensa deportiva: fue redactor jefe del diario
El País, director de Deportes de Televisión Española y de la agencia EFE
y director del diario deportivo As. Nada más y nada menos.
Su gran libro sobre fútbol es el pequeño volumen de
anécdotas y esencias de la historia futbolística titulado La moral del
Alcoyano, publicado en 1997.
Comencemos por la pelota:
“Todos los grandes
juegos están basados en la pelota. La esferística hizo furor en Grecia y el
harpastum en Roma: Las civilizaciones más antiguas crearon distintos tipos de
pelota, pero en todas cabe adivinar un trasunto del culto al Sol. La bola es el
arquetipo de los juegos”
Es evidente que el fútbol es el deporte que hoy goza de mayor
atención en el planeta Tierra:
“Aunque el deporte más
natural es el atletismo, el que ha alcanzado mayor popularidad en el mundo es
el balompié. Ya no hay rincón en el mundo en el que no se practique. Desde los Juegos
de Moscú en 1980 ha conseguido superar en número de espectadores al atletismo,
deporte considerado rey olímpico”.
Es evidente que el fútbol es un fenómeno “por el que ya
los historiadores no pueden pasar de puntillas”. Y recorriendo el tiempo
transcurrido desde 1889 hasta la edición de su libro, García Candau dedica una
brevísima historia del deporte rey basada en una serie de hitos
anecdóticos los más, singulares muchos, decisivos los muy significativos.
Un ejemplo de las ‘entradas’ del libro puede estar esta:
“1919
Nace el profesionalismo
Tal vez el primer
jugador que en España exigió un salario por jugar al fútbol fue el defensa del
Barcelona Manuel Amechazurra. El presidente del club, Joan Gamper, no era
partidario de establecer salarios, pero con Amechazurra tuvo que claudicar. El
primer sueldo fue de 300 pesetas al mes.
Con Amechazurra no
obstante no empezó el amateurismo marrón porque se pretendió ocultar la
realidad durante años y hubo otros que recibieron compensaciones diversas. Afortunadamente
llegó un día en que el profesionalismo no se consideró falta ni pecado. En 1928
vivir del fútbol fue considerado un hecho normal, todas las contabilidades de
los clubs tenía registrados pagos de salarios mensuales e incluso de fichas
anuales. En 1928 ya había jugadores que percibían 10000 pesetas anuales.
El primer grito de
alerta parece que lo lanzó José Mateos en Madrid Sport en 1917, según el
cual el profesionalismo empezaba a ‘causar estragos’. El profesionalismo. que
en aquellos años fue motivo de denuncias y castigos para jugadores (entre los
primeros sancionados hubo tres del Racing de Madrid), ya no es perseguido ni
siquiera por el Comité Olímpico Internacional que acabó por modificar la carta
olímpica a fin de evitar los falsos juramentos con que comenzaban los Juegos”.
Entre las muchísimas curiosidades que pueblan La moral del
Alcoyano querría citar una relacionada con el nacimiento de lo que durante
muchos años (parece que ya no nos es necesaria) fue el santo y seña de la
Selección española de fútbol: la furia. La furia española. Como escribe
García Cadau, “todo empezó en Amberes”. En el estadio olímpico de esa ciudad
belga España jugaba el tercero de sus partidos internacionales. Era el 1 de septiembre
de 1920 y se estaban disputando los Juegos Olímpicos. La selección de fútbol de
España ya había ganado a Dinamarca y perdido contra Bélgica, pero ese día
jugaba contra Suecia. Debutaba Sabino Bilbao Líbano, jugador del Athletic de
Bilbao, los españoles iban perdiendo. Cuando Sabino iba a sacar una falta hacia
el área adversaria se oyó el famoso grito de José María Belaustegigoitia
Landaluce, conocido como Belauste: “a mí el pelotón Sabino que los arrollo”. El
caso es que Sabino le pasó la pelota a Belauste, que consiguió gol,
efectivamente, arrollando a la defensa.
Con aquel gol nació la futbolística furia española:
España ganaría a Suecia aquel partido y, días después tras derrotar también a
Italia y Holanda, sería merecedora de la medalla de plata olímpica de fútbol. Pero,
lo curioso de todo ello es que…
“La furia española nació
con Zamora; Vallana, Arrate; Samitier, Belauste, Sabino; Pagaza, Sesúmaga,
Patricio, Pichichi y Acedo. Dos catalanes y nueve vascos”.
Es imposible dilucidar quién ha sido el mejor jugador de
todos los tiempos, siquiera hasta ahora. García Candau, que, por
diversas razones sobre todo temporales obvia a Van Basten, Ronaldo, Zidane,
Cristiano Ronaldo y Messi, escribe en este libro suyo sobre los “tres ases
del podio mundial” que esa polémica imposible de cerrar, “de momento se
alimenta sobre la base de dos grandes genios, Di Stéfano, argentino
nacionalizado español y Pelé, brasileño”. Próximo a ellos ha estado Diego
Armando Maradona. “Los tres primeros lugares del podio parece que tienen
consenso mundial, a partir del cuarto puesto la lista podría ser interminable”.
El autor de La moral del Alcoyano añade algunos otros nombres entre los
que cabe destacar a los ingleses Bobby Moore y Bobby Charlton, el alemán Franz Beckenbauer,
el portero soviético Yashin, el austriaco Sindelar, el danés Laudrup, los
uruguayos Obdulio Varela y Schiaffino, Cruyff, Puskas, Kubala, Hugo Sánchez, Platini…
Pero, en definitiva, acaba escribiendo que “Di Stéfano, Pelé y Maradona hasta
el momento presente son los tres grandes ases, tres auténticos genios”, y a mí
lo que me llama mucho la atención es que en aquellos años en que escribió este
libro García Candau dejara al genial Cruyff sólo entre los numerosos nombres
que añade a modo de otros.
El mejor jugador del mundo a día de hoy, año 2024, sin lugar a dudas es Vinicius Jr. Le pese a quien le pese y moleste a quien moleste. Es, con mucho, el número uno actual. Y para muchos años.
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