Joseph Frank Keaton fue un mágico garante de la risa y el asombro, el creador de joyas cinematográficas como El maquinista de La General (1926) y El héroe del río (1928).
Sobre Joseph Frank Keaton, sobre Buster
Keaton (Piqwa, Kansas, 1895 - Los
Ángeles, 1966), escribió en 2019 el periodista español Gregorio Belinchón un
artículo para El País en el que conversaba con otro gran cineasta, Peter Bogdanovich, con
motivo de su documental sobre el genial cómico titulado El gran Buster. (De
ese documental estrenado en 2018 se dijo, por cierto, que era riguroso y
didáctico pero falto de imaginación, que se quedaba en un homenaje hecho con
entusiasmo.)
Buster Keaton, resume Belinchón, fue un “talento que erigió un imperio en
la comedia desde un accidente”.
“Por
cierto, el apodo de Buster se lo puso Houdini, el mago, amigo de los
Keaton y que un día, tras verlo caer con seis meses, le recogió y dijo:
"¡Caramba, vaya un buster [‘porrazo’]!". Si es leyenda o no,
la bruma envuelve la historia”.
Bogdanovich adora a Buster Keaton, ¿y quién no?
"Si
te fijas, los filmes de Keaton todavía hoy hacen reír. En los momentos
actuales, en los que la comedia está atravesando una crisis de creatividad,
Keaton te reconcilia con el género, porque a su habilidad física unió el
control total de su rostro y su talento para saber dónde poner la cámara".
Buster es la sapiencia fílmica de un portentoso director de
comedias. Cuenta Bogdanovich que otro gigante del cine, Orson Welles, le
conoció y admiró, y tenía a Keaton por uno de los grandes directores de todos
los tiempos.
Definitivamente, otro Buster Keaton es imposible.
Rafel Alberti incluyó en su libro de 1929 Yo era un tonto y lo que he
visto me ha hecho dos tontos un poema que no me gusta titulado ‘Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una
verdadera vaca’. Y Federico García Lorca escribió
cuatro años antes una pieza dramática breve y experimental llamada El paseo
de Buster Keaton de la que tengo poco que decir.
Pero a mí se me pone el cuerpo de jota hoy, en el Segundo Año de la Gran
Pandemia, y voy y digo
Que a Buster Keaton le salían los
chichones únicamente en el alma,
Que a mí me salían las risas de los
bolsillos descosidos.
También
Que una por una es Keaton, Buster
de los tablones…
Que a tu rostro de pintura
alimonada le sobra un cero
Y Que ojo por ojo y diente de ajo,
te diré lo que se me antoje
Mientras no dejes de mirarme con
tus ojos de siglo XX antes de invadir Polonia,
Tú y tu garabato inmune sobre el
que caminamos todos los que sobrevivimos al silencio.
Se me olvidaba:
Buster, hoy no podrías enamorar a
nadie con tus escorzos al dolor,
Si acaso, harías reír a las monjas
y a las hijas muertas de El Cid.
Y a mí y a quienes amo.
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