Un espectáculo enigmático, ¿o más bien confuso?, que le deja a uno perplejo, una película complicada, de vertiginosa megalomanía, visualmente brillante, de la que Andrea G. Bermejo escribiera en Cinemanía que su director “eleva tanto el listón del entretenimiento que querrás volver a verla: una vez para sentirla y la otra para entenderla”.
¡Toma ya¡ El
tiempo hecho trizas en un largometraje que a muchos les puede parecer fascinante
y que entiendo que a otros tantos les resulte tedioso por incomprensible y
aparatosa y deliberadamente complejo.
Tenet, la película
británica de 2020 dirigida y escrita por Christopher Nolan, se vale de la limpísima
fotografía de Hoyte van Hoytema para asombrarnos, enfadarnos, entretenernos y
despreocuparnos durante sus casi dos horas y media de duración. Escapismo
deslumbrante, energético como he leído a algunos críticos (claro que uno estadounidense
dijo de ella que constantemente habla por medio de acertijos taciturnos
interminables).
Sus
interpretaciones desde luego no me parecieron memorables, ni John David
Washington, ni Robert Pattinson, ni mucho menos Elizabeth Debicki o Dimple
Kapadia están a la altura de lo que uno espera ver en un actor o en una actriz,
algo que no se puede decir del nuevamente impecable Kenneth Branagh, un malo
de los buenos.
Me despido con dos visiones de Tenet, la de un crítico cinematográfico de El Mundo y la de uno de los críticos de El País.
“Nolan reconvierte un thriller
de espías en un desproporcionado espectáculo palindrómico que recupera para el
cine la gracia del enigma, el placer de la perplejidad”.
Luis Martínez
“A Nolan le gusta complicar las
cosas y a sus fanáticos les encanta que se las compliquen. Incluso el prólogo
de Tenet, espectacular en su puesta en escena, resulta confuso en su
narrativa”.
Javier Ocaña
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