Hay una maravillosa película francesa de animación titulada Josep, estrenada el año 2020, aquel Primer Año de la Gran Pandemia, cuyo disfrute recomiendo vivamente. Lo del disfrute es un poco un decir porque es de esas pequeñas obras de arte que muestran en todo su esplendor el horror al mismo tiempo que nos susurran aquello de que las bellas ideas necesitan de las buenas personas para no acabar por significar únicamente muerte.
Josep es una
película de indudable índole histórica y debe su nombre a su protagonista, (su
co protagonista, más bien, como sabrás cuando la veas, porque tienes que
verla), el pintor y dibujante y político del ¿trotskista? Partido Obrero
de Unificación Marxista (POUM) Josep Bartolí, quien se vio obligado a huir a
Francia tras la caída de Barcelona ante el avance de las tropas franquistas en
la última etapa de la Guerra civil española y a sufrir los rigores brutales,
degradantes, de los campos de concentración dispuestos en 1939 por los
gobernantes franceses para las masas de refugiados españoles que huían del
fascismo que pronto iba a asolar el resto de Europa.
Setenta y cinco minutos. Nada más. Y nada menos. Sólo necesita eso su director, el dibujante francés Aurel, para poner ante nuestros ojos el deslumbrante espectáculo de la realidad ilustrada por un artista comprometido y comprometedor. Eso y el excelente guion de Jean-Louis Milesi y las canciones tradicionales que canta Sílvia Pérez Cruz. Un film merecedor del Premio del Cine Europeo y el Premio César al Mejor film de animación.
Lo que, principalmente, aunque no sólo, nos cuenta Josep es algo a lo que sigo sin acostumbrarme, algo que me resultaría incomprensible de no habérmelo explicado otros historiadores una y otra vez: el maltrato dispensado por parte de las autoridades de un país democrático a los derrotados españoles que llegaban a finales de la década de 1930 a tierras francesas.
El 4 de
diciembre de 2020, el crítico cinematográfico Javier Ocaña escribía en El País
sobre Josep cosas como estas:
“En Josep Bartolí confluyen el arte
y la política, la creación de un universo creativo propio en un entorno
histórico hostil […].
En la película histórica de
animación Josep, también convergen, y de qué modo, el arte y la
política. Los diseños están realizados a partir de la base creativa de los
dibujos del propio Bartolí, que ya habían servido para ilustrar la novela
gráfica La retirada, escrita por su sobrino, Georges Bartolí, y por
Laurence García, y publicada en 2009. […] Es el drama de ‘los rojos españoles
que dicen que comen críos’, en palabras de uno de los guardianes, el que domina
un conjunto de enorme sensibilidad y patente activismo, donde tampoco dejan de
aparecer las sempiternas luchas entre los distintos bandos de la izquierda”.
No dejes de verla. Insisto.
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