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Viñeta de Quino |
En su libro de 1993, El liberalismo político, una actualización de otro suyo anterior, del año 71, Teoría de la justicia, el pensador estadounidense John Rawls se hacía una pregunta esencial:
«¿Cómo
puede mantenerse a lo largo del tiempo una sociedad justa y estable de
ciudadanos libres e iguales que se encuentran profundamente divididos por
doctrinas religiosas, filosóficas y morales razonables pero incompatibles?»
El profesor universitario en
Harvard y destacadísimo experto en filosofía política consideraba que el
pluralismo es «el resultado normal del ejercicio de la razón humana dentro del
marco proporcionado por las instituciones libres de un régimen democrático
constitucional».
Leo al
politólogo español Manuel Arias Maldonado, en el primero de sus cuatro
artículos titulados ‘La mutación de la democracia liberal’ (publicado el
30 de septiembre de 2020 en Revista de Libros), que “Rawls
diferencia entre el liberalismo político y
el liberalismo comprensivo:
uno nos provee del marco general de la vida democrática (división de poderes, imperio
de la ley, respeto a las minorías, jueces independientes, prensa libre) y el
otro rivaliza con las demás doctrinas comprensivas defendiendo la suya propia
(prioridad de la libertad sobre la igualdad, defensa del ateísmo, creencia en
el progreso, etc.), dependiendo de la variante del liberalismo a que nos
refiramos”.
Por doctrinas
comprensivas entendemos lo que a menudo llamamos ideologías. Pues
bien, entre ellas, el acuerdo es imposible porque “quieren
cosas distintas en una medida que resulta incompatible entre sí”, explica Arias
Maldonado cuando desgrana el pensamiento de Rawls, para quien el punto de
partida de la estructura del liberalismo político no es otro que la aceptación
del denominado pluralismo razonable, es decir, aquel pluralismo en el
que ninguna ideología (doctrina comprensiva) quiere acabar con cualquiera de
las otras.
En el segundo de los artículos
citados (aparecido en la misma publicación el 14 de
octubre de 2020), Arias Maldonado considera que lo que sostiene Rawls es
que “los ciudadanos son razonables cuando, viéndose como libres e iguales en un
sistema de cooperación social que trasciende su generación, están dispuestos a
ofrecer su cooperación en términos justos, incluso a costa de sus propios
intereses, si los demás hacen lo propio”.
La intención última de Rawls residiría
por tanto en “hacer de la razonabilidad una convicción moral”, algo que supere
con creces la simple resignación. Lo que pretende el filósofo estadounidense es
simple y llanamente que los seres humanos cooperemos. ¿Y por qué razón habríamos
de hacerlo? Muy sencillo: porque encontramos deseable cooperar, no porque no nos
quede otro remedio.
Y en esas estamos, los humanos,
concluyo yo: incomprensiblemente resplandecientes, aunque llenos de llagas, mientras
el abismo nos mira desde hace cientos de miles de años.
Te recomiendo leer los cuatro artículos de Manuel Arias Maldonado: los dos últimos aparecieron también en Revista de Libros el 28 de octubre de 2020 y el 11 de noviembre del mismo año.
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