La Guerra Civil española no fue inevitable (tampoco inimaginable)


[...] El Sr. presidente del Congreso de los Diputados dice: “El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra”.

HABLA Manuel Azaña…

[…]

“Lo que nosotros quisiéramos, Sres. Diputados, es que nuestra obra —la nuestra, hoy; la de otros, mañana— transcurriese con todas las dificultades y fracasos que son inherentes a cualquier política —cuando uno hace política desde aquí ya sabe que está llamado a fracasar—, que transcurriese con estas dificultades y fracasos, pero que contribuyéramos lo suficiente para que se desarraigara de entre nosotros la apelación cotidiana a la violencia física. Ya sé yo que estando arraigada como está en el carácter español la violencia, no se puede proscribir por decreto; pero es conforme a nuestros sentimientos más íntimos el desear que haya sonado la hora en que los españoles dejen de fusilarse los unos a los otros. (se escucha: Muy bien.)

Nadie tome estas palabras por apocamiento ni por exhalación de un ser pusilánime, que se cohíbe o se encoge delante de los peligros que pueda correr el régimen que está encomendado a su defensa. No. Nosotros no hemos venido a presidir una guerra civil; más bien hemos venido con la intención de evitarla; pero si alguien la provoca, si alguien la mantiene, si alguien la costea en la forma en que en nuestro tiempo puede sostenerse una guerra civil (Muy bien.), nuestro deber, Sres. Diputados, tranquila y sonrientemente, estará siempre al lado del Estado republicano. (se vuelve a escuchar: Muy bien. —Grandes aplausos.)

Quisiera que se entendiera así y que me entendieran a medias palabras, no sólo vosotros, Sres. Diputados de la mayoría, no sólo toda la Cámara, sino todo el país. Señores Diputados, nunca he tenido la pretensión de dar una lección a nadie, ni de enseñar tampoco a nadie; yo tengo que aprenderlo todo; pero una sola cosa quisiera que se les pegase a los demás de mí: la calma, que es también una fuerza política, y cuando veo que en toro de sucesos más o menos considerables, a veces insignificantes, al propósito perturbador y alarmista de los que los producen les ponen los más fervientes servidores del régimen el tornavoz y el resonador de su propia alarma, me entristezco y acabo por concluir que quienes de tal modo proceden se prestan al juego inocente de dar valor a lo que por sí no lo tiene. Con las instituciones normales del Estado basta y sobra para esto; pero si hiciera falta alguna disposición especial, aquí están las Cortes, que seguramente en defensa de la institución republicana no nos la negarían”.

 

CONGRESO DE LOS DIPUTADOS / PRESIDENCIA DEL EXCMO. SR. D. LUIS JIMÉNEZ DE ASÚA / SESIÓN CELEBRADA EL MIÉRCOLES 15 DE ABRIL DE 1936

(a la no inevitable guerra le faltan poco más de tres meses para hacerse realidad)

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