Les leo a Manuel Recio e Iñaki García que el britpop “surgió como respuesta al movimiento grunge americano de Nirvana, Alice in Chains o Pearl Jam y pretendía recuperar los años del Swinging London, los símbolos y temáticas inglesas y la brillantez de la melodía pop perfecta”.
Las máximas influencias de aquellos músicos eran los
Beatles, los Who, los Small Faces, David Bowie o T Rex, “pero los Kinks ocupaban
un lugar privilegiado: a britishness nadie les ganaba”. Los principales
grupos del movimiento fueron Blur (su líder, Damon Albarn, es
para Bob Stanley “el autoproclamado cabecilla del movimiento”) y Oasis
(los de mayor éxito comercial, para muchos los perfectos saqueadores del
legado de los Beatles), también Pulp (según Stanley, “el grupo de
britpop por excelencia”, para Juan J. Vicedo, autor de un libro sobre
ellos, Calles que fueron nuestras, el universo musical de Jarvis
Cocker, Richard Hawley y Pulp, “un fascinante caso de adaptación al medio,
de resistencia al fracaso y de náusea ante el éxito”), Suede, Ocean Colour
Scene, Elastica o Supergrass: “casi todos —han escrito Recio y
García— eran jóvenes urbanos de clase media que cantaban a la vida deprimente
de la ciudad o loaban el estilo de vida mod, con algo más de impostura que de
autenticidad”.
De alguna manera, la rivalidad entre los seguidores de Blur (a los que yo, particularmente, y sé que la culpa es toda mía, jamás pillé del todo el punto) y los de Oasis reavivó la ya tradicional entre los que amaban a los Stones y quienes adoraban a los Beatles. Oasis, aquellos líderes del pop, del rock, de los 90 del siglo pasado, tan influidos por los Beatles posteriores al elepé Revolver, cuya mirada hacia atrás se prendía también de “la actitud de los Stones, el guiño mod de los Who, el universo genuinamente británico de los Kinks…”, todo cuanto confluía “en su caldero para dar lugar a una de las bandas que consolidaron el britpop”, como nos cuenta José Luis Zapatero.
Britpop era una
etiqueta acuñada por la prensa musical británica, para ser más precisos, “por
la prensa musical de adscripción rockista”, que se había lanzado, nos cuenta
Stanley, a una búsqueda desesperada de tendencias novedosas. Todo comenzó con
la eclosión de Suede en 1992.
De alguna manera, la rivalidad entre los seguidores de Blur (a los que yo, particularmente, y sé que la culpa es toda mía, jamás pillé del todo el punto) y los de Oasis reavivó la ya tradicional entre los que amaban a los Stones y quienes adoraban a los Beatles. Oasis, aquellos líderes del pop, del rock, de los 90 del siglo pasado, tan influidos por los Beatles posteriores al elepé Revolver, cuya mirada hacia atrás se prendía también de “la actitud de los Stones, el guiño mod de los Who, el universo genuinamente británico de los Kinks…”, todo cuanto confluía “en su caldero para dar lugar a una de las bandas que consolidaron el britpop”, como nos cuenta José Luis Zapatero.
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