¿Qué fue La Movida?

España, década de 1970. Vainica Doble o Cánovas, Adolfo, Rodrigo y Guzmán (herederos evidentes estos últimos de otra banda mayúscula pero muy breve: Solera) son dos grupos muy influyentes que comienzan en aquella década una andadura muy personal, la de ellas, y una muy buena traducción de la música norteamericana a la realidad tradicional de la música no propiamente española hecha en España, la de ellos. Hasta el flamenco irrumpe para caracterizar una cultura musical popular con grupos como Triana, Veneno (de donde saldrá Kiko Veneno y el grupo Pata Negra de los hermanos Amador), Las Grecas e incluso Camarón (un semidios genuinamente flamenco) o el dúo Lole y Manuel. Roqueros como Ramoncín, Asfalto, Leño o Topo brillaban cantando los problemas e inquietudes de los barrios urbanos menos favorecidos. Y Burning o Tequila son la conexión fabulosa entre los primeros tiempos más roqueros del estallido pop mundial y aquello que desde mediados de los años 70 constituye la pequeña revolución juvenil del punk y la nueva ola que en una España salida de una dictadura se instala sobre las divertidas libertades para crear aquello que dio en llamarse La Movida. Lo de pequeña revolución es una manera de hablar, porque como dijera la periodista musical Patricia Godes (en una entrevista a la revista digital Plácet en septiembre de 2020) La Movida no fue sino “el conjunto de costumbres de ocio de un sector de estudiantes y adolescentes: no fue nada más, no fue una revolución, ni un movimiento, ni contracultura, sólo se puso de moda ir a bares y a conciertos”.



Año 1977: nacía el grupo pop-punk Kaka de Luxe (Fernando Márquez El Zurdo, Manolo Campoamor, Carlos Berlanga, Enrique Sierra, Alaska, Nacho Canut y Pablo Martínez, “una banda arty-punk formada por fans de los Ramones, Andy Warhol, David Bowie y Vainica Doble”, a decir del periodista musical Jesús Ordovás), que fue, lo explica Quaggio, “una especie de matriz de la que surgirían algunos de los referentes más conocidos de los ochenta: en 1979 Alaska y los Pegamoides, después Alaska y Dinarama, Radio Futura y Parálisis Permanente. Todavía en 1978 se formaba Nacha Pop mientras florecían por doquier las bandas de rock”. La nueva ola española, repleta de unas portentosas ganas de expresarse, llevaría a cabo una auténtica revolución en el panorama musical de España a la que (sí) se suele llamar La Movida.


Detengámonos en la afamada, controvertida y, para muchos (inexplicablemente), ya cansina Movida. Me valgo para ello del libro de 2014 de la historiadora italiana Giulia Quaggio titulado La cultura en transición. Reconciliación y política cultural en España, 1976-1986, para quien “la principal característica de la Transición fue que el protagonismo cultural de la misma recayó en el conjunto de la sociedad española, la cual, más allá de la política de consenso desarrollada por las instituciones oficiales, vivía con verdadera curiosidad la apertura del país. Si la euforia, el fervor y las expectativas por acceder a productos culturales prohibidos durante tanto tiempo fueron evidentes, a la vez se estaba produciendo un paulatino alejamiento o desinterés por la vida política”.

Buena parte de aquella juventud española, “que recibió la atención indirecta de los ayuntamientos socialistas”, hizo emerger la renovación cultural posfranquista: “estos jóvenes urbanos, hijos de la modernización de la España tecnocrática de los sesenta, proyectaban su presencia en el espacio urbano metropolitano de la democracia”. No fue, evidentemente, un movimiento organizado, “sino más bien una aproximación espontánea y desenfadada a la vida y a la identidad cívica”, porque aquellos jóvenes (en su mayoría) lo que mostraban era un mayúsculo desinterés por los tejemanejes de la vida pública: “su energía, orientada hacia el renacimiento cultural, se concentró en pequeños grupos sociales, salidas nocturnas y locales, música rock o pop. Los primeros pasos en la senda de la recuperación y apropiación de la nueva realidad conllevaron una relación diferente con la música de masas en tanto que medio e instrumento capaz de posibilitar originales signos de identificación colectiva”.

Quaggio nos recuerda que todo aquello “no surgió de la noche a la mañana. De hecho, para dar una idea de su precocidad deberíamos recordar que ya en 1974, en Barcelona, circulaban revistas como Star o Ajoblanco, con contenidos fuertemente libertarios y que al lado de temáticas próximas a la liberación sexual o las drogas, también reservaban un espacio para los primeros cómics underground”.


Aquella efervescente espontaneidad juvenil eclosionada en Madrid antecedida por el underground barcelonés y muy pronto extendida a la casi totalidad de las grandes ciudades del país, en mayor o menor medida, buscaba no sólo ser lo que ya se empezaba a ser, libre, sino principalmente ser modernos. La misma palabra movida triunfa para describir aquello, “el movimiento presente en la sociedad española, el deseo de animar la calle, la efervescencia que impulsaba a la juventud”. En todo ello (despedimos aquí la aportación de Quaggio) “era evidente la dimensión lúdica, la alegría, la búsqueda de la ligereza y el caos, como reacción liberadora frente a los rigores heredados de la dictadura no menos que a las estrecheces de la estética y dogmática marxista: la ociosidad, la indolencia, el desencanto político y las ganas de sorprender con una bocanada de aire fresco resultaban elementos inseparables de una respuesta al modelo de cultura socialmente comprometida de los años sesenta o al corsé moral de la típica familia burguesa del franquismo”.


Mamá, Los Secretos, el Aviador Dro, Los Pistones, Las Chinas, Gabinete Caligari (de cuya canción
Camino Soria, que titulaba su espléndido larga duración de 1987, Ordovás declaró en alguna ocasión que es “el gran clásico de la música pop española en los años 80… es una obra de arte”), Derribos Arias, Loquillo, 091, Danza Invisible, Ilegales, Siniestro Total, Golpes Bajos (grupos estos dos en los que cantara el gran Germán Coppini, de quien el escritor José Luis Zapatero escribiera que, con él, “se fue uno de los mayores exponentes de la tan traída y llevada Movida, que trascendió los parámetros de la época para crear un universo musical único; no tuvo suerte: ni la industria ni los medios supieron cuidar el talento de este genial vigués”), Los Flechazos, Duncan Dhu, La Granja, Palmera… Es sin duda alguna la Gran Edad de Oro del Pop en España. Los años 80 del siglo XX.

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