Jonathan Coe y su trilogía de Inglaterra

El Club de los Canallas, aparecida en 2001, y El Círculo Cerrado, de 2004, son respectivamente la séptima y la octava novelas del brillantísimo escritor inglés Jonathan Coe, espléndidamente traducidas por Javier Lacruz en 2002 y 2007. Por su parte, El corazón de Inglaterra, traducida en 2019, también magníficamente, por Mauricio Bach y publicada en su edición original un año antes, es su decimosegunda novela.

Coe pareciera el cruce sublime entre la simpatía cáustica de Nick Hornby y la excelente literatura analítica de otro paisano suyo, el gran Ian McEwan. Hilarante cuando quiere y su narración lo necesita, levemente oscuro y doloroso cuando el libro lo pide, Jonathan Coe es, en esta brillante trilogía escrita a lo largo de dos décadas, para mis sentidos y mis sentimientos lectores un gigante.

El Club de los Canallas

Alguien, al principio de El Club de los Canallas, nos avisa sobre el pequeño, el sublime juego que esconde esta deslumbrante novela:

“Te puedo contar esta historia, pero a lo mejor te quedas colgado. No tiene final. Sólo se corta. No sé cómo termina”.

No nos preocupamos: su interlocutor responde…

          “Puede que yo sepa el final”.

Inglaterra, 1973. Hasta allá nos lleva Coe (“¿te imaginas?, un mundo sin móviles, ni vídeos, ni Playstations, ni siquiera faxes”). Estamos a finales de ese año, Yes saca su sexto elepé, Tales from Topographic Oceans, del que un personaje de la novela dice que en él “el mensaje es el enigma”. Por situarnos. Sí, Yes y aquella armonía suya “con la majestad de la música”, como escribe alguien (uno de los protagonistas del libro, de la trilogía) en una crítica que podemos leer en las primeras páginas de El Club de los Canallas. Eso parecería que va a copar la narración, la música de aquellos días. Y no. No exactamente. Porque en esta novela alguien pude conocer “el aliento de Dios”, Benjamin, por ejemplo, quizás el gran protagonista (no lo es) de las tres novelas de Birmingham escritas por Jonathan Coe:

“Nada de aquello tenía sentido para Benjamin, por mucho que lo intentara. […]. Pero tampoco era que le convencieran las cosas que le decían sus padres o los profesores del colegio. Era el mundo, el mundo mismo, lo que quedaba fuera de su alcance, todo aquella construcción tan absurdamente inmensa, compleja, fortuita, inconmensurable, aquel infinito flujo y reflujo de relaciones humanas, políticas, culturas e historias… ¿Cómo podía aspirar alguien a dominar semejantes cosas? No era como la música. La música siempre tenía sentido […]
Nunca entendería el mundo, pero siempre amaría aquella música. La escuchaba con Dios a su lado, y sabía que había encontrado un hogar”.

[...]

Como dice alguien de la historia que en ella se cuenta al final de esta novela memorable, El Club de los Canallas “es una historia preciosa. Está llena de cosas bonitas: amistad, bromas experiencias positivas, amor… No todo ha sido un horror”.

Porque “las historias nunca se acaban de verdad”, quizás por eso Coe escribiera El Círculo Cerrado

El Círculo Cerrado

“El premio de consolación del inconsolable”, la superación de (o el fracaso ante) una “breve, ridícula y devastadora historia de amor adolescente”, un “seguir siendo esclavo del pasado” es la trama principal del regreso de los amigos de Birmingham, ahora a los comienzos del nuevo milenio, en los primeros años de este siglo XXI.

¿Te acuerdas cuando parecía que a las doce de la noche del comienzo del año 2000 “los sistemas informáticos mundiales se colapsarían”? El Círculo Cerrado arranca de aquellos días… Días en los que el discurso político era ya “una especie de campo de batalla donde los políticos por un lado y los periodistas por otro discuten y pelean constantemente por el significado de las palabras”. Días en los que ya no importaba las cosas que decían los políticos sino cómo se interpretaban. Días de aquella Inglaterra:

“La obscena inconsistencia de su vida cultural, el triunfo grotesco del brillo sobre la sustancia, todos los clichés que eran clichés, precisamente, porque eran verdad”.

En el círculo de amistades de los protagonistas de El Club de los Canallas pareciera que, aunque “han pasado veinte años, en el fondo, nada haya cambiado”. Uno de los personajes de la novela afirma en un momento dado que “nunca cambia nada”. ¿Nunca cambia nada? No habría ficción si tal cosa fuera así. Tampoco realidad, pero en ocasiones nos gusta pensar que es así, que todo permanece.
Un personaje femenino de El Círculo Cerrado habla sobre un relato que acaba de escribir: “es un relato, Me lo he inventado”. Y ella se pregunta:

“¿No se supone que la literatura tiene que ser reveladora, que te tienes que expresar? Si no, ¿dónde está la gracia?”

La inevitable invención y el poso de realidad ineludible como esencia de la ficción literaria. Una vez más.

Nadie es consecuente con todas sus convicciones. Los personajes de estas novelas de Coe tienen un rigor de carácter tan acentuado que están perfilados como auténticos seres humanos imperfectos e inseguros. Literatura sobre los fabulosos escombros de la verdad.
Pareciera en ocasiones que lo fortuito y lo milagroso conforma la realidad, esa verdad tan inasible que la Gran Literatura, la de Jonathan Coe lo es, es capaz de convertir en orden y emoción. Aunque su personaje Benjamin (el rey de la expresión “es un punto de vista”) llegue a las lúgubres conclusiones que a menudo pervierten el natural desenvolvimiento consecuente, comprensible, de los relatos que leemos:

          “Sólo hay caos. Caos y coincidencias. Nada más”.

[...]

En estos libros podemos aprender que la libertad está sobrevalorada, la individual, la libertad absoluta, porque puede haber quien, como Benjamin, acabe “aburrido de las responsabilidades que implicaba”.

Aunque casi al final podemos leer que “el círculo se había cerrado por última vez”, aquella intención de Coe no triunfó porque años después escribió otra novela impresionante, la tercera del ciclo…

El corazón de Inglaterra

Los cuarenta años de amistad de aquellos jóvenes de Birmingham son retomados por Coe con un objetivo: explicarse a sí mismo, explicárnoslo a nosotros por medio de una novela, que está siendo todo esto del Brexit, a la vez que intenta acercarnos a qué es eso de ser inglés, al corazón de Inglaterra. Mientras Benjamin se convence a sí mismo de no “dejar de contrastar el pasado y el presente”.
Hay una canción de la cantante folk inglesa Shirley Collins, Adieu to Old England (“una historia antigua de pérdida de privilegios”) que se establece como poética banda sonora del recorrido esencial de esta novela nuevamente deslumbrante, cercana y asombrosa, única y aleccionadora. 

          “Adiós, vieja Inglaterra, adiós
Y adiós a algunos cientos de libras
Si el mundo se hubiera acabado cuando era joven
Nunca habría conocido estos pesares”.

[...]

¿Es inmoderada la estima de los ingleses por la moderación, como afirma alguien en la novela? ¿Son un país de excéntricos, como dice Philip que mantienen muchos? ¿Es Inglaterra, y siempre lo ha sido, un país muy raro, como piensa algunas veces Doug? ¿Existe una melancolía inglesa, con su “guarnición de mórbida nostalgia”? Lo que es Inglaterra seguro, el Reino Unido imagino que también (en estas novelas de Coe, el Reino Unido aparece oculto por el alma de Inglaterra), es un país compuesto por gentes que habitan “universos diferentes” separados por un muro “altísimo e indestructible” levantado “a base de miedo, suspicacias y tal vez incluso algo de esas cualidades tan propias de la particular idiosincrasia inglesa: el pudor y la vergüenza”. En El corazón de Inglaterra vemos con claridad la “enorme brecha que divide a la sociedad británica” y que se viene manifestando explícitamente, de manera descarnada, desde que se inventó la palabra Brexit (al principio se decía Brixit, como leemos en la novela).

“La nostalgia es una dolencia inglesa, sentenció Doug. Los ingleses estamos obsesionados con el maldito pasado, y mirad adónde nos ha llevado eso recientemente”.

[...]

El mundo, que no siempre es un lugar horripilante, que pocas veces es un lugar inspirador; el mundo, con sus cruces de caminos y las elecciones que uno ha de hacer y que tienen “el potencial de alterar tu vida”; el mundo, ese lugar donde aún hoy algunos se emocionan cuando escuchan las notas del Tubullar Bells de Mike Oldfield; ese lugar en el que de vez en cuando las personas que se preocupan por el mundo tan sólo son adictas “a sentirse ofendidas por las actividades de los demás”, en el que se dan los “presuntos luchadores por la justicia social” y las cruzadas morales, el de la tormentosa corrección política que acabó por soliviantar a los conservadores fanatizados por una manera peculiar de entender la libertad y enardeció su populismo nacionalista prefascista; el mundo, donde hay quien es capaz, como uno de los personajes liberales de El corazón de Inglaterra, de decir que “la gente ya ha aguantado demasiado a los intelectuales”; donde otro personaje se siente pleno de rabia por el “aire de superioridad moral” que proyectan quienes se dicen de izquierdas, alguien cuyo “modelo para las relaciones se basa en el antagonismo y la competición, en lugar de la cooperación”…

El mundo en el que se sigue dando “la misma batalla: la batalla que nunca cambia”.

Gracias, Jonathan Coe

Me importa muy poco no ser inglés, británico, qué más da, no me importa en absoluto no haber aprendido (como probablemente tampoco Coe, ¿quién lo necesita?) ¿qué es ser inglés? Pero escuchando la pureza delicada celestial y humana a un tiempo de The lark ascending me siento un ser humano inmenso, mucho mejor desde que he leído estos tres libros y he descubierto gracias a ese novelista descomunal la obra de Vaughan Williams (el de una “concepción de la música como el alma de una nación”): una vez más, dentro de la mejor literatura se esconde… la música. Y, como siempre ocurre con las novelas primorosas, lo mejor no fue aprender algo sino recordar lo que ya se sabía para no olvidarlo quizás nunca más.




21 de mayo de 2020: Jonathan Coe, gracias. Gracias por “esa combinación de frescura, de originalidad, ese repensar por completo la forma”, al tiempo que tu escritura es muy fácil de ser leída, seductora (como uno de tus personajes cuenta que es la música, para mí inalcanzable como valor artístico, de Hatfield and The North). Gracias por esa exploración tuya de los “intersticios” que hay “entre la ficción y la autobiografía”, como hace tu Benjamin.
Gracias totales. Seguiré cumpliendo tu implícito consejo:

          “Escribe sobre lo que conoces”.

(No recuerdo haber llorado al acabar una novela, en este caso tres novelas conectadas, salvo cuando finalicé la lectura de otra joya humana, La Tía Julia y el escribidor, una de las deslumbrantes novelas de otro gigante, Mario Vargas Llosa. Es un llanto complejo, breve y exacto: es el llanto por un mundo en el que uno ha vivido emocionado y al que no regresará, es un agradecimiento rotundo y una despedida.)



Este texto pertenece a mi artículo Desde el corazón de Inglaterra: Jonathan Coe y el Brexit, publicado el 29 de mayo de 2020 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

Comentarios

  1. Una excelente reseña de una excelente trilogía. Gracias

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    1. Gracias a ti. Coe es genial. En el blog tengo algún artículo más sobre él. Un abrazo.

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