No son muchas las
personalidades de la cultura de un país de las que se pueda decir que son
“maestros de maestros”. Miguel Artola es una de ellas. Sin duda. Premio
Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1991, miembro de la Real Academia de
Historia desde 1982, presidente que fue del Instituto de España que integra a
esa academia con las demás, Medalla de Alfonso X el Sabio en 1996, Premio
Nacional de Historia en 1992 por la indispensable Enciclopedia de Historia de España (Alianza Editorial), donde tuve el honor de trabajar codo con codo
con él y debutar así en esta profesión de la mano de su hijo Ricardo...
[...]
Para Artola ―experto en el
conocimiento de la contemporaneidad pero historiador de largo aliento capaz de
asimilar y de volcar en sus lectores el dilatado recorrido del ser humano antes
incluso de llegar a la eclosión de las llamadas revoluciones atlánticas―, la Historia es el
resultado de la dialéctica establecida entre los profesionales de su estudio,
es decir, el consenso final sobre el mismo. Es un instrumento político de
primer orden que conviene custodiar sin ocultarlo. La Historia es la disciplina
propia de los historiadores. Nada más y nada menos. De gentes como Miguel
Artola.
Este
texto pertenece a mi artículo ‘Miguel Artola: maestro de historiadores’, publicado el 26 de
mayo de 2020 en Nueva Tribuna, que puedes leer
completo EN ESTE
ENLACE.
Totalmente en línea con tus palabras. Me da envidia (de la buena) que hayas sido discípulo suyo. Yo pude estrechar una vez su mano y estuve semanas sin lavarla... MItómano que es uno.
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