Todo lo que hay, James Salter y el arte de escribir

“Toda la larga noche, el agua se deslizó veloz”. Hay novelas que comienzan magistralmente. Todo lo que hay, del estadounidense James Salter, es una de ellas. Espléndidamente traducida al español por Eduardo Jordá en 2014, esta obra maestra, escrita un año antes en el inglés imagino diamantino de un novelista que publicara su primer libro allá por el año 1956, comienza en realidad en sus preliminares, antes de que todo haya de ser, con un hermoso breve prefacio que nos habla de la necesidad de salvaguardarnos en cuanto escribimos:

“Llega un día en que adviertes que todo es un sueño, que sólo las cosas conservadas por escrito tienen alguna posibilidad de ser reales”.

Resulta impresionante adentrarse, adensarse, en el interior de una novela en la que pronto podemos leer esa clase de literatura que hace de la escritura un arte:

“Rayaba el día una pálida aurora del Pacífico sin verdadero horizonte y con la luz reunida sobre las nubes tempranas. El mar estaba desierto. El sol apareció despacio e inundó el agua tiñéndola de blanco”.


[...]

 Es esta una novela en la que una bandera (estadounidense) puede ondear, “invisible, en un mástil, como un signo de bondad y decencia”. Una novela en la que otra de las mujeres en la vida de Bowman, Christine, le ofrecía a nuestro protagonista “todo lo que él había querido ser, le había sido concedida como una bendición”. Pero también es una novela en la que su principal personaje, el apuesto y educado Philip Bowman, el inteligente y sincero Philip Bowman es capaz de mostrar, dado el momento, rencor escondido y venganza cruel e injusta, es capaz de aparecérsenos durante un instante como algo ignominioso.

“Nunca les des [a los hombres] lo mejor de ti, se acostumbran a tenerlo”: le dice una amiga a otra de las parejas del principal personaje de la novela, Katherine, a quien “le gustaba la autoridad masculina, sobre todo la de Bowman”. Mujeres y hombres del siglo XX estadounidense.

Dos lecciones sobre edición que podemos leer en Todo lo que hay. Una, la frase que dice que “los grandes editores no son siempre buenos lectores y de los buenos lectores rara vez sale un buen editor”. Y dos, lo que Bowman opina respecto de escribir dedicándote a la edición: que es imposible ser ambas cosas a la vez, escritor y editor.
Salter sabe empaparnos de aquellos momentos en los que, y le parafraseo encantado a continuación, el pasado parece yacer a nuestros pies y el tiempo quedar relegado al olvido.

Nuestro futuro es el de quienes han vivido antes que nosotros. “Ocurre lo que piensas que va a ocurrir”, repetía Beatrice, la madre de Philip Bowman. Con nosotros se va todo lo que hemos conocido y todo lo que hemos ignorado, todo cuanto ha existido. “La vida que iba a quedar al margen de todo juicio”.


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Este texto pertenece a mi artículo ‘James Salter, todo lo que escribes’, publicado el 16 de diciembre de 2019 en Analytiks, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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