Agustín Fernández Mallo y su trilogía de la guerra


Poeta, ensayista, físico, escritor, artista, el español Agustín Fernández Mallo publicó en el año 2018 un libro intrigante, una novela peculiar como saben serlo las novelas que los buenos novelistas pergeñan a base de literatura, literatura y literatura, a base de ficción, verdad y crudeza, de realidad, imaginación y sublimación de eso que los humanos guardamos de manera recóndita bien a la vista. Su título: Trilogía de la guerra.

Yo he leído Trilogía de la guerra al principio asombrado y confundido, a menudo decididamente con prisa, a veces extasiado por ese narrar como si la vida fuera a acabarse en el entretanto de la lectura, finalmente convencido de haber leído a un escritor mayúsculo, culto en el buen sentido (y completo) de la palabra culto, sabio y brusca y tenuemente emocionante, un escritor repleto de recursos pero también, que conste, desconcertante: quedas avisado.

Escrito entre 2013 y 2017, este libro de Fernández Mallo está inspirado, motivado, conmocionadamente influido por otro de 1995 escrito por Juan Antonio Caeiro, Juan A. González y Clara María de Saá titulado Aillados (A memoria dos presos de 1936 na Illa de San Simón). La guerra es, sí, la Guerra Civil española. Pero no temas, no es otranoveladelaguerracivil (aunque, ¿y qué si lo fuera?), es mucho más que eso.

Hay algo en el inicio de Trilogía de la guerra, antes incluso, quiero decir, ya en las citas de los prolegómenos, donde reside, inadvertidamente al comienzo y de forma contundente a lo largo de la novela, el meollo filosófico, intelectual, del libro de Fernández Mallo. Y ese algo son dos versos, dos al principio, el poema completo más adelante, del poeta gallego (como el autor de la novela) Carlos Oroza:

          “Es un error dar por hecho
          lo que fue contemplado”.

(La otra cita que abre la novela es una frase de El Mago de Oz. No, Totó, ya no estamos en Kansas: hemos ido a parar a una novela de Fernández Mallo.)

Uno de los protagonistas de Trilogía de la guerra, el de la primera de sus tres partes, escribe en una ocasión algo enigmático para finalizar uno de sus textos:

          “Quién osará distribuir la culpa”.

[...]

En la segunda parte de las tres que componen la novela, su protagonista, el ex astronauta que acompañó a los tres que luego se llevaron la fama del primer alunizaje humano, Armstrong, Aldrin y Collins (sic y resic), “uno de los mayores tarados que hombre y mujer hayan concebido”, considera que la vida es un viaje nocturno “hasta que en la muerte desembocas a la luz del día”.

[...] 

La tercera parte, el “libro tercero” de la Trilogía escrita por Fernández Mallo, tiene a una mujer como protagonista, la esposa del protagonista del “libro primero”, de la primera parte.

Los humanos, no son para este personaje, no somos, “el cénit de un larguísimo camino que carece de fallas y taras”: el mundo no humano no nos ha necesitado nunca, “los fósiles somos nosotros”, somos el principio de una cadena evolutiva.

Y sobre el pasado, sobre eso que escribimos los historiadores, esta mujer tiene algo que decir:

“Me dormí definitivamente pensando que no me importaba saber qué vieron los vivos del desembarco de Normandía, sino qué vieron los muertos, esa narración, la de los muertos, sería la verdadera Historia del desembarco de Normandía, información a la que no tenemos acceso y que sin embargo en algún lugar ha de estar, una información que permanece oculta, una información que es la desconocida cara B de nuestro tejido de realidad, tan desconocida que nos dedicamos a crearle sustitutos: la historia de los muertos es sustituida por la historia que de ellos hacemos los vivos, el devenir de las civilizaciones es el de una infinita cadena de sustituciones”.

[...]

Y sí, sí hay una ilación en absoluto disparatada entre las tres partes, entre los tres libros de la Trilogía. No voy a desgranar cuál es, no es el estilo de mi manera de contar lo que he leído cuando he leído un libro. Pero me gusta constatar que en medio del entramado de apariencia meramente ingeniosa se oculta, se muestra finalmente, una estructura narrativa sujeta al hilo razonable de lo comprensible. Porque, aunque, como uno de sus personajes dice en la tercera de las partes de la novela de Fernández Mallo, “la grandeza de toda buena literatura” no es únicamente “hacernos ver lo que no existe sino lo que ni tan siquiera podríamos llegar a concebir”, es imprescindible que esa literatura majestuosa se sustente sobre la imprescindible base de la credibilidad, de lo patente.

[...]



Este texto pertenece a mi artículo ‘La grandeza de toda buena literatura: Trilogía de la guerra, de Fernández Mallo’, publicado el 23 de diciembre de 2019 en Analytiks, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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