Con los delantales machados de sangre salían los
matarifes del Matadero a tomar unas cervezas en los bares de la colonia del Pico del Pañuelo donde vivíamos. Y yo les veía como si la muerte fuera algo
normal y la vida una sucesión de carreras por las aceras, partidos pequeños de
fútbol, hombres salpicados por la sangre de animales muertos por ellos y beber
el agua de las fuentes.
[...]
Cerca muy cerca de Matadero, acariciándolo,
abarcándolo, deslumbra el espectáculo vital de Madrid-Río, esa
pretendidamente fastuosa construcción faraónica que yo amo, pero no tantísimo
como a Marga. Marga, que nos contó a todos que en Madrid-Río, “por la
mañana prontito, las gaviotas desayunan y tienen tal guirigay montado que si
cierras los ojos escuchas el mar”. El mar.
Este texto pertenece al
artículo ‘Matadero de Madrid’, publicado el 13 de octubre de 2019
en Periodistas en Español, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.