Un viaje a través de la Historia (capítulo cuatro)

El siglo XIX será el siglo de la Historia, en palabras del historiador francés de aquella centuria Gabriel Monod, es la edad del historicismo (aquella forma de entender el mundo que da por hecho que cuanto existe es producto del devenir histórico), el de la creación y éxito de palabras como desarrollo y evolución, el de la pretensión de dotar a la disciplina de un estatuto científico.
Es el siglo sobre todo, y esto es fundamental, del nacimiento y perfeccionamiento de la profesionalización del oficio de historiador, algo que se dio paralelamente a la emergencia del positivismo (el pensamiento filosófico que establece que el conocimiento auténtico es el conocimiento científico): el XIX es el siglo de la institución en Europa de cátedras, departamentos y archivos históricos nacionales de Historia (en el caso de la Real Academia de la Historia española, fundada en una fecha tan tempranacomo 1738, podemos ver el paradigma de una institución adelantada a su tiempo).
De hecho, es la centuria en la que escribe y publica el que es tenido por el primer historiador profesional, historiador en sentido estricto, que encabeza el movimiento historiográfico del que hablamos un poco más atrás, el historicismo. Es la centuria de Leopold von Ranke, nacido en 1795 y muerto en 1886, después de cuya actividad es evidente que la disciplina histórica no volvió a ser la misma y desde entonces quedó en manos de profesionales imbuidos en las siguientes décadas de la supremacía científica de su oficio.
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Si Ranke —quien había sido el continuador y perfeccionador de las aportaciones al pensamiento histórico y a la práctica de la Historia llevadas a cabo por un político, filólogo e historiador alemán de origen danés, Barthold Georg Niebuhr (1776-1831)— encabezó el historicismo (cuyo último eslabón decimonónico fue Wilhelm Dilthey), al que él mismo entendía como la filosofía de la Historia que considera irrepetibles los hechos del pasado, los cuales sólo pueden ser comprendidos en su propio contexto, los otros titanes del siglo XIX fueron el pensador francés padre de la sociología August Comte, quien lideró el positivismo, aquella corriente del pensamiento que se dedica enteramente a buscar las leyes constantes del devenir humano; el pensador prusiano Karl Marx, quien hizo lo propio con el materialismo histórico (que entiende que el motor de la historia son las relaciones de producción, esto es, las relaciones económicas entre los hombres respecto de las cosas, o más exactamente la lucha política clasista); y el historiador francés Jules Micheletcapitán del romanticismo historiográfico (el pensamiento encargado de crear las historiografías nacionales que facilitaron a los grupos burgueses europeos forjar la identidad de sus respectivas naciones, de forma que los historiadores románticos serían los principales constructores académicos de las naciones).
Profesionales desde el siglo XIX, la identificación con los Estados que precisamente normalizaban ese estatus de los historiadores en aquellas décadas fundacionales, a quienes desempeñaban el oficio llamado Historia se les tacharía desde entonces, y en especial en aquella época, de párrocos del Estado.
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Este texto pertenece al artículo ‘La historia de la Historia (toma cuatro)’, publicado el 25 de agosto de 2019 en Periodistas en Español, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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