El superviviente Primo Levi, POR Oriol Quintana
De entre los libros de Primo Levi hay que destacar la trilogía
formada por Si esto es un hombre, Los hundidos y los
salvados (ambos sobre su internamiento en Auschwitz; el primero más
narrativo, y el segundo, escrito muchos años más tarde, mucho más reflexivo y
algo más oscuro) y La tregua (una crónica sobre el periplo que
tuvo que pasar desde la liberación hasta su vuelta a casa). Levi ofrece una
visión que pretende ser lo más ecuánime posible, guiada principalmente por el
afán de comprender; lo que le hace, en algunos momentos, un autor aséptico,
lejos de la noble pasión pedagógica y optimista de Frankl, e igualmente lejos
de la ira y el resentimiento que destilan los escritos de Jean Améry.
Primo Levi había nacido en 1919, y tenía 24 años cuando fue detenido en
Italia por pertenecer a los partisanos antifascistas. No tenía ni mujer
ni hijos, y se había unido a la resistencia clandestina por coherencia
ideológica y sentido del deber más que por una verdadera vocación guerrera.
Durante los interrogatorios le ofrecieron dos opciones: o bien confesarse
miembro de la resistencia (“rebelde”; hoy diríamos terrorista) y
ser ejecutado, o confesar su pertenencia al pueblo judío, con lo que sería
deportado. Hizo lo último; le enviaron a un campo en una ciudad italiana
llamado Fossoli, donde reunían a todos los judíos del país, y de allí le
mandaron a Auschwitz, a donde llegó el 26 de febrero de 1944.
Lo que le ayudó a sobrevivir durante los 11 meses que duró su cautiverio,
además del azar, fueron dos factores principalmente: en primer lugar, la ayuda
de un trabajador especializado italiano, un paleta en
realidad, que trabajaba como voluntario del Reich en la
construcción de una fábrica de goma a la que Levi fue destinado como esclavo.
En segundo lugar, el hecho de pasar el último invierno en Auschwitz trabajando
bajo techo, en el laboratorio de esa misma fábrica. Levi había estudiado
química e impresionó a sus jefes alemanes cuando le entrevistaron como
candidato. La imagen es para no perdérsela: un hombre trajeado, Herr
Doktor Wilheim Pannwitz, bien pertrechado tras un escritorio,
interroga y discute sobre procesos químicos con otro hombre vestido con un
harapiento traje de rayas y con zapatos de madera. Está famélico y se
descubre, y mantiene la vista baja para hablar con él. Posiblemente guardan las
distancias no sólo para escenificar el rango que les separa, sino porque el
preso huele a cabra, en palabras que Orwell usó una vez.
El trabajador italiano, llamado Lorenzo Perrone, le daba medio litro
de sopa al día, con gran riesgo para su vida. Levi, en el laboratorio, se
resguardaba del frío, y podía robar algunos productos con los que comerciar en
el campo, además de conseguir calorías extra ingiriendo parafina y otros
productos químicos que resultaban comestibles, como algodón hidrófilo tostado o
grasas de ácidos ricos en proteínas.
Fueron los rusos los que liberaron el campo; a Levi le mandaron a
pueblos y ciudades polacas hasta que se organizara un tren hasta Italia. Llegó
a su Turín natal en octubre de 1945, ocho meses después de la liberación,
cruzando solo el umbral de la portería de su finca y sin haber saludado a
nadie. La portera tardó en reconocerlo, y fue ella la que se adelantó por las
escaleras al grito de “¡Madama Levi! ¡Madama Levi!”, para anunciar la
llegada a su madre.
Tras la vuelta a la vida civil, no exenta de problemas de adaptación, Levi
trabajó como químico y empezó a escribir Si esto es un hombre, que
terminó en diciembre del 46, saliendo publicado unos meses más tarde. Como no
podía ser de otra manera, se vendió poco al principio. Levi se desanimó de ser
escritor, momentáneamente, y habiéndose casado, decidió dedicarse por completo
a la química. Encontró trabajo en otra empresa a la que acabó dedicando los
siguientes 30 años de su vida (la Societta Industriale Vernici e Affini:
Sociedad Industrial de Barnices y productos Afines o SIVA). A todo ello
siguieron los hijos, más libros y, finalmente, un reconocimiento literario
universal.
Levi y Frankl, según sus fans respectivos, tienen ambos el
mérito de haber escrito el libro más importante del siglo XX; según algunos
glosadores, y también en ambos casos, “uno de los libros esenciales de la
Humanidad”. Frankl y Levi se parecen en la trayectoria vital posterior al
cautiverio, por el éxito en lo profesional. Se parecen incluso en su afición al
montañismo. Pero las apariencias engañan. Levi se suicidó a los 68 años, el 11
de abril de 1987, tirándose por el hueco de la escalera de su finca,
aterrizando frente al ascensor. Este simple pero trascendente hecho les separa
irremisiblemente, dado que Frankl siempre rechazó el suicidio e hizo de ello la
base de su tarea profesional.
El suicido de Levi fue interpretado muy negativamente en su momento,
por lo menos al principio, como si fuera un acto de traición hacia los demás
supervivientes; Woody Allen ironizaría sobre él en 1989, en la película Crimes
and Misdemenours(Delitos y faltas), en la que un personaje llamado
Louis Levi, un profesor judío superviviente, pero profundamente vitalista como
Frankl, se lanzaba al vacío dejando una estúpida nota: “he salido por la
ventana” (Primo Levi no dejó ninguna: como si hiciera falta). Lo cierto es que
el suicidio de Levi no fue causado enteramente por su experiencia en Auschwitz.
Sufría depresiones, bajones del estado de ánimo, desde la adolescencia. Y un
suicido es siempre un acto ambiguo, como todo asunto humano: es difícil
atribuirle una única causa –el biógrafo Ian Thomson dedica el epílogo de su
libro a especular sobre ello. Nosotros no vamos a cargar las tintas, pero es
obvio que la historia de Levi, y sobre todo su final, ofrece un contrapunto
necesario a la de Frankl, como si toda la vitalidad mostrada por un
superviviente pudiera ser fingida, como si una vida feliz y de éxito no fuera
más que una escenificación, una falsedad; algo llevado hacia adelante muy
pesadamente, una carga de la que uno quisiera liberarse.
Este texto de Oriol Quintana pertenece a su libro Filosofía
para una vida peor. Breviario del pesimismo filosófico del siglo XX,
publicado por Punto de Vista Editores.
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