La Edad Moderna de lo que será España

1525. En pos de la monarquía universal

En el mismo año en el que el emperador Carlos V (el primer monarca hispano de la Casa de Austria), I de Castilla y I de Aragón, derrota al gran rival cristiano de los reinos hispanos, Francia, en la persona de Francisco I (“el único rey cristiano que le podía hacer sombra”), “ordena la conversión de los últimos musulmanes españoles” (los de la Corona de Aragón, pues sus abuelos, los Reyes Católicos, habían prohibido ya la fe islámica en la de Castilla) y reverdece así “las viejas aspiraciones de la monarquía universal” en su búsqueda de la supremacía europea. El profesor Juan Francisco Pardo Molero, escribe por cierto, literalmente, que Carlos, el emperador, era también “rey de España”… y reinaba además en Italia, Flandes, el Sacro Imperio y el Nuevo Mundo (americano). No obstante, ni la victoria carolina en la batalla de Pavía neutralizó definitivamente a Francia ni el bautismo forzado de moriscos “reforzó la cohesión religiosa de aquellos reinos”.

1596. ¿Qué es ser español en Europa y América?

Para evitar “la competición entre los naturales de los varios reinos ibéricos”, el rey Felipe II creó en 1596, “legal y políticamente, una comunidad compartida por todos los españoles”, de tal manera que “el disfrute del monopolio colonial” se extendía oficialmente a todos los naturales de los reinos de España: era, en palabras de la catedrática Tamar Herzog, “el preámbulo de la definición legal y política de los españoles como miembros de una sola comunidad”, Mientras, hasta el siglo XVIII, en la Península, “cada reino mantenía sus derechos y privilegios particulares, que continuaban reservándose a sus naturales”.

1605. El Quijote y la locura de los libros

Admitamos con la catedrática Ofelia Rey Castelao que El Quijote, “un libro sobre la grandeza en el fracaso y sobre la locura”, publicado en su primera parte en 1605, será una obra maestra de la literatura universal y “un referente global sobre la humanidad y sobre la propia España”. Fue escrito en pleno Siglo de Oro, en medio de una crisis económica que afectó por supuesto a la incipiente industria libresca, en un tiempo “en el que la amargura reemplazó a la gloria” y la “hegemonía española parece cuestionada y está claramente herida”.
Pese a su éxito, no podemos olvidar que en su momento pocos leyeron la principal obra del escritor Miguel de Cervantes. El analfabetismo impidió a la mayoría de la población española la lectura de El Quijote. Se estima que únicamente entre un tercio y un quinto de los españoles de entonces estaban alfabetizados. Además, en la Península casi el 40% de la población vivía en “territorios donde se hablaba gallego, catalán, vasco, bable y otras hablas locales”, y “los sectores populares castellanos no deberían ser capaces de captar bien el lenguaje culto de Cervantes”.

1640. El año de las rebeliones

La catedrática María Ángeles Pérez Samper escribe sobre uno de los años más reseñables de la Edad Moderna española:

“1640 es el momento culminante del enfrentamiento por la hegemonía de España y Francia en el marco de la gran guerra europea de los Treinta Años. Es también un momento decisivo de la cohesión interna de la monarquía española”.

Aunque ignora el intento aristocrático andaluz de independizarse de la monarquía hispana, Pérez Samper atiende en su texto tres asuntos cruciales en el devenir español: la secesión catalana, el golpe de Estado portugués y el asedio francés precisamente al territorio de Cataluña con la excusa de favorecer un episodio autóctono iniciado como rebelión social y continuado como obstinada oposición a la actividad regia en aquel país.
El rey español Felipe IV, que “nunca cejó en su intento de recuperar Cataluña” cuando “las autoridades catalanas se inclinaron por Francia” tras el fracaso del intento de creación de una república catalana, consiguió que en 1652 los catalanes rebeldes le reconocieran como soberano (al tiempo que él hacía lo propio con “las Constituciones catalanas”).
Por su parte, la paz con Francia llegaría en el año 1659 por medio de la Paz de los Pirineos, “que significó el fin de la hegemonía española sobre Europa”, y Portugal, separada de España desde aquel 1640, no vería reconocida por los reyes españoles tal situación hasta que durante el reinado del hijo de Felipe, Carlos II, se produjera la aceptación de tal independencia.

1724. El poder en femenino

Cuando el primer rey Borbón en ocupar el trono de España, Felipe V, renunció a la corona en su hijo Luis I, de tan sólo 16 años, en 1724, debido a sus “escrúpulos morales” y a su aversión a la vida social; la segunda esposa de Felipe V, la princesa italiana Isabel de Farnesio, madrastra de Luis I, le escribió a éste un “verdadero testamento político” con el que pretendía instruirle, joven e inexperto como era, resultando ser dicho manuscrito una muestra magnífica de “aquellos perfiles femeninos del poderque tanta importancia tuvieron en el gobierno de la España del siglo XVIII”, a decir de Pablo Vázquez Gestal. Consejos a los que poca atención se les pudo prestar pues Luis I falleció ocho meses después, ese mismo año, pero que valen historiográficamente un potosí.
Se trataba de profundamente sabias lecciones “prácticas y sencillas” que advertían al nuevo monarca sobre “cómo gobernar en el día a día la complicada maquinaria administrativa del Estado a través de un poder absoluto que muchos desean influir [sobre todo los miembros de la muy aristocrática Grandeza de España, “el mayor impedimento para ejercer” la autoridad regia, y no el pueblo], cómo manejarse en el escenario político internacional de las potencias y cómo promover el desarrollo del país.

“El reinar, venía a decir Isabel, no es ni un ideal abstracto ni se sustenta en las buenas intenciones; antes bien, reinar significa ejercer el poder con sagacidad, inteligencia, práctica y decisión: ser ‘siempre el amo’ y no dejarse ‘gobernar por nadie’”.

No, las reinas, las mujeres que intervinieron en los gobiernos a lo largo de la historia, hasta este presente que admirablemente tanto las reivindica, no fueron “personajes frívolos e inconstantes”, voluptuosos y vehementes, antes bien, como Vázquez Gestal establece sobre Isabel de Farnesio, “en no pocas ocasiones evitaron crisis dinásticas” y evidenciaron habilidades en modo alguno distintas de las de sus esposos, padres o hijos.


[A modo de referencia cualificada de la enjundia del libro Historia mundial de España, dirigido por Xosé Manoel Núñez Seixas (Ediciones Destino, 2018), escrito por 111 autores de diez países distintos del que redacté la reseña que puedes leer aquí, destaco ahora algunos de sus 128 epígrafes, dedicados, a decir de sus autores, cada uno de ellos a un año significativo del pasado de los territorios españoles, y selecciono varios de ellos, incluido el primero y el último.]

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