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Joaquín Turina en Suances

Al igual que la madre de Carlos y Jaime, los hijos adoptados por los Del Amo, que eran hijos de verdad de Gregorio, el eminente músico Joaquín Turina era sevillano. Como Regina Rojas, Turina había nacido en Sevilla, ella no sé cuándo, pero él desde luego en el año 1882. 

Si toda la coincidencia vital del gran pianista, compositor y director de orquesta, pero también crítico y pedagogo musical, con los protagonistas de esta obra que no puede ser una novela o tal vez sí, que lo decidan los lectores y quienes de esto saben y a esto se dedican, hubiera sido únicamente semejante nimiedad, ser paisano de un personaje muy colateral de este embrollo, si sólo eso hubiera servido de excusa para traer aquí a una de las máximas figuras del nacionalismo musical español junto a Falla, Granados y Albéniz, entonces poca razón de ser tendría todo este fenomenal embrollo al que me desvivo por darle no ya sentido sino al menos un hilo sentimental o geográfico o biográfico, una urdimbre que te tenga a ti que me sigues leyendo atrapado y con ganas de saber en qué va a dar todo esto, si es que finalmente tantas historias, tantos aconteceres, tienen alguna relevancia en lo que quiera que sea que vengo escribiendo y que ahora que ya lo he escrito tú lo lees. Pero no, Joaquín Turina viene a cuento en esta historia porque Joaquín Turina veraneó en Suances. Sé que suena algo frívolo, muy frívolo quizás. Por eso no puedo esperar más…

Joaquín Turina veraneó en Suances el año que nació mi madre, y el anterior, y el posterior, pero no ya en el fatídico año 36. Joaquín Turina compuso tres de sus obras mientras disfrutaba del tiempo atmosférico y del paisaje del pueblo de mi madre, algunas de ellas en el mismísimo año 34 en que Ángela Díaz Cacho daba a luz a Cuca. Que suene la música.

Dos violines, una viola y un violonchelo suenan en la Serenata Opus 87, que Turina comenzó a componer el día 22 del mes de agosto de 1933 y acabó de traer al mundo el 10 de enero de 1935, tras depurarla en el verano del año 34 en el pueblo donde ya había nacido Cuca, una pieza de poco menos de once minutos de admirable ejecución que no se estrenaría hasta que pasados ocho años, y en ellos la Guerra Civil entre españoles, fuera interpretada por la Orquesta de Cámara de Berlín, dirigida por Hans von Benda en el madrileño Teatro Coliseum. De esta serenata para cuerda dejaría escrito su autor que la compuso “con objeto de que formase pareja con La oración del torero [Opus 34, cuarteto para cuatro laúdes, de 1925, adoptada dos años más tarde para poder ser interpretada por una orquesta de cuerda], exactamente lo mismo que si se tratase de dos candelabros o dos jarrones.” La tauromaquia era por aquel entonces devorada por la plebe y ensalzada como un artículo de lujo cultural por buena parte de los creadores españoles, como muestra que La oración… del músico sevillano fuera un recogido homenaje al fervor religioso mostrado tradicionalmente por los toreros antes de salir a hacer su magia ante la muerte.

La Opus 84, los Preludios que forman la séptima parte del Ciclo Pianístico de Turina, dedicada al musicólogo y jesuita vasco Nemesio Otaño, transcurre durante poco más de once minutos con sus adagios, sus allegrettos y su allegro vivo cabalgando sutiles obre las teclas del piano soñado por aquel gigante en agosto del año 33.

Por último, Joaquín Turina también acabó de componer, tras un breve proceso de menos de dos meses, el 8 de septiembre de 1934, en uno de sus estíos suancinos, las variaciones para piano Opus 86 llamadas Hipócrates (trilogía número 3), que durante prácticamente doce minutos nos envuelven contándonos las andanzas del médico más famoso de todos los tiempos. Y yo quiero ver en esta composición un imaginario homenaje al médico que era Gregorio del Amo (a quien no sería difícil considerar que conociera en persona al músico sevillano) hasta que la gran riqueza angelina de la familia de su esposa le apartó de su formación hipocrática. 

Quiero creer y estoy tentado de hacértelo creer a ti lector que Hipócrates es una obra inspirada en la hondura del personaje que fue el ser humano enriquecido en las Américas al que se sigue conociendo en Suances como Don Gregorio del Amo. Don. En cualquier caso, lo que no dudo en transmitirte es que por Hipócrates el genio de Turina hace desfilar con desenfado, en este musical orden, a Falla, Beethoven, Wagner, Rimsky Korsakov y Chopin.

¡Que viva la música!

Este texto forma parte de la que podría haber sido mi segunda novela, de haberse publicado la primera. Y la foto de Suances que lo ilustra la hizo el propio Turina (Con casa en primer término, 1933).

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