El erasmismo

Parece mentira, a la luz de lo que creemos saber de quienes habitaban por aquel entonces lo que ya estabas siendo o a punto de serlo, o anunciando serlo, España, que el humanismo renacentista promovido por el pensador holandés Erasmo de Róterdam, nacido en 1466 y fallecido setenta años más tarde, disfrutara de una preeminencia tal en los reinos hispanos que no tuviera parangón en el resto de esa Europa de aquel entonces tenida por tan cool

Aquel erasmismo pretendía, desde el humanismo cristiano y pacifista fundado en una religiosidad interior y espiritual, obtener un acuerdo entre el naciente protestantismo y los defensores de la preeminencia católica de los papas de Roma (a quienes, no obstante, trata de convencer de que cesen en el ejercicio del poder terrenal que ejercen, para dejárselo al emperador), y lo hacía criticando la extendida corrupción del clero regular y sobre todo la piedad supersticiosa habitualmente vestida de un inculto culto a los santos y a las más que falsas reliquias. 

Erasmo recibió el decidido apoyo de Carlos I en tanto que emperador, pero no tardó en ser visto desde las filas más conservadoras del catolicismo como una anomalía demasiado ecléctica y poco dada a las estrictas componendas que acabarían por imponerse en el seno de la catolicidad militante. 



Este texto pertenece a mi libro ¿Qué eres, España? (Sílex ediciones, 2017)

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