El escritor madrileño Antonio
Orejudo debutó en el ámbito novelístico con Fabulosas narraciones por
historias. Era el año 1996, aunque yo he tenido la necesidad de leerla
recientemente, convencido hasta entonces de que su estreno había sido su
maravillosa Ventajas de viajar en tren, en realidad cuatro años posterior
(de la que escribí en alguna ocasión estas frasecillas: Después de leer esta
novela, no me queda claro cuáles son las ventajas de viajar en tren, pero sí
cuáles las de prescindir de la verosimilitud a cambio de crear una realidad
propia, única, donde la credibilidad no flojea porque el autor transporta al
lector por una senda que es la de las aguas muy rápidas de un río genial. Cuando
decimos de un libro que seleedeuntirón,
en ocasiones parece que hablemos de algo banal, casi torpe, carente de estilo o
de oficio, pues bien, yo creo que es todo lo contrario y esta obra es el
paradigma de los textos que
seleendeuntirón porque tienen el encanto de la mejor literatura en su
exceso y en su desmesura controladas).
Sitúo, para comenzar, aquello de lo que Orejudo nos habla en
sus Fabulosas narraciones por historias
(que muy a menudo también seleendeuntirón,
de un tirón tembloroso y repleto de reiteraciones comprometedoras): la
juventud, una juventud que crece pero que se esparce desde su desenfadada
existencia en los años 20 del siglo pasado, una juventud que lo es y deja de
serlo en “aquella ciudad manchega y babilónica” que hemos de creer que era la
Madrid de un tiempo desaparecido y quizás sólo imaginado. Muy quizás. Una juventud de la que pronto se nos
dice en el libro que su culto “deriva siempre hacia el fascismo”. Y un Madrid
del que uno de los personajes protagónicos de la novela de Orejudo, el escritor
Patricio Cordero (que, como sus amigos, se notaba que era rico porque siendo
jóvenes “tenían en sus ojos y en todas sus cosas la gravedad de los mayores; y
éstos un aire juvenil y despreocupado que parecían haber robado a sus hijos”),
llega a decir…
“¡En Madrid no
se cierran los bares ni aunque haya una guerra!”
Advertido estás. Sigo.
Por esta novela deambulan unos insostenibles Juan Ramón
Jiménez, José Ortega y Gasset, Federico García Lorca… Unos personajes dotados
de la incandescente falacia de la perturbadora ficción cuando la perturbadora
ficción cae en manos de alguien capaz. Capaz de descentrarnos por medio del uso
de la hipnosis producida con algo muy parecido a la buena literatura, aquella
que miente con la delicadeza de un beso adolescente. Capaz de procurarnos un
placer que surge de los textos oscuros y de la mismísima claridad, que es el
debate escondido y mostrado a la vez que se balancea en la esencia de Fabulosas narraciones por historias. Una
novela que exige (y de ello habla abiertamente) lectores activos porque activo
es su autor y activa es su obra.
Aparecen muchas veces Unamuno, Ortega, Jiménez… y siempre que
aparecen quien narra (Orejudo narra y se ayuda de otras narraciones, de otros
narradores) se refiere a cada uno de ellos con unas palabras de relamido
epigrafismo. Sirva la siguiente y larguísima cita como explicitación de lo que
digo:
“El
exquisito poeta y refinado prosista Juan Ramón Jiménez, hará lectura de sus
últimas composiciones, en las que se percibirá su proceso continuo hacia la
desnudez o pureza poéticas. Asistirán además al susodicho y extraordinario
recital las más excelsas personalidades del mundo de las letras y los números
españoles. Tendremos con nosotros a don José Ortega y Gasset, el incansable
luchador por la europeización cultural de España; al ilustrísimo señor
catedrático don Miguel de Unamuno, la más fuerte personalidad de la generación
del 98; a don Santiago Ramón y Cajal, el ilustre neurólogo de fama mundial; a
don Gregorio Marañón, que junto a una ingente labor científica cultiva los
estudios históricos; a don Eugenio d’Ors, célebre por su pseudónimo “Xenius”;
al ingenioso escritor don Ramón Gómez de la Serna; a don Ramón Pérez de Ayala,
nacido y educado en Oviedo […]. Además del susodicho, exquisito poeta y
refinado prosista, recitarán los ilustres profesores universitarios don Jorge
Guillén y don Pedro Salinas, muy amigos entre sí; y los siguientes chicos
jóvenes: Rafael Alberti, José Bergamín, Juan Chabás, José María Hinojosa,
Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Tras este recital tan fantástico, Federico,
el mejor intérprete del alma de Andalucía, nos obsequiará con una lectura
pública de sus últimos poemas y con un recital de su música”.
Uno de los personajes de la novela, de sus muchos personajes,
el escritor Ventura Tunidor, nos pone ante el alma del libro de Orejudo, de
gran parte del alma de esta atrevida obra de arte, de este deslumbrante y
confuso debut novelístico:
“El
arte debe abstraerse siempre de la realidad y expresar el desorden con orden y
lo incomprensible del mundo con una novela que no sea muy difícil de leer. Dese
cuenta de que si utilizáramos los fines como medios, la lectura de muchas
novelas tendría que durar años, algunas incluso siglos. Pero esa sensación de
que ha transcurrido mucho tiempo desde que abrieron el libro sólo la tienen
ustedes, a quienes no les gusta leer”.
Uno lee Fabulosas
narraciones por historias y sabe que no necesita en esos instantes en
absoluto al realismo, que se puede privar de él en aras de lo que defiende otro
invitado de lujo de la novela, el
escritor Ramón Gómez de la Serna: el “arte puro, (la) poesía, alimento del
alma, (la) novela poética, humorismo y metáfora”. Un Gómez de la Serna que
invita a renunciar a la trama, que es sin duda lo más flojo de la novela de
Orejudo: la trama.
La peculiar historia de la España de la primera mitad del
siglo XX que le sirve al fabulador Orejudo para narrar lo que nos narra incluye
la Guerra Civil de los años 30, una guerra que aparece como augurio chiflado ya
cuando el relato aún está en 1923 o 1924:
“Pascual,
que, protegido con su casco, entró, se puso en el medio del café y anunció:
—Atención,
por favor, estamos intentando organizar una guerra civil entre españoles, pero
nos falta gente. Por favor, todos los interesados en participar en esta
conflagración fratricida, que le den su nombre a un guardia. Puede ser una cosa
muy divertida si la organizamos bien. Por favor, un poco de colaboración.
Adiós.
La
intervención de Pascual produjo gran hilaridad entre los presentes”.
Pascual, he de decirlo, es “un pobre loco, muy popular en el
café [Jute, el muy tertuliano Jute] y en todo el vecindario, que llevaba
siempre un casco de motorista”.
De los intelectuales, objetos de burla constante, a diestro y
siniestro, en la novela, Patricio Cordero dice que son una “lacra social que se
cree llamada a dirigir los destinos de España”.
Sobre la memoria, sobre las memorias, sobre el pasado, sobre
lo que da en ser escrito como Historia, podemos leer en una carta de uno de los
personajes de la novela de Orejudo algo muy revelador sobre la esencia de la
propia obra de la que te hablo:
“Muchos
de estos libros relatan sucesos que yo presencié y en los que tuve un cierto
protagonismo. Pues bien, tras la lectura de ese centenar de testimonios
adoradores, ni yo sé a ciencia cierta qué ocurrió. Antes de leer todas esas
fabulosas narraciones que se ofrecen como historia, mi memoria era agua
cristalina, y yo podía recordar con claridad el fondo y distinguir cada
persona, cada suceso, cada palabra y cada cosa. Tras cerrar el último libro de
memorias, mi recuerdo se había convertido en el fondo turbio de una poza donde
acaban de jugar los niños”.
Esas fabulosas
narraciones que se ofrecen como historia…
Otro de los personajes de la novela le dice al escritor
Patricio Cordero algo que a mí me recuerda profundamente al escritor Orejudo,
al autor de las Fabulosas narraciones,
su primera novela, esto:
“Me
parece mentira que ésta sea su primera obra, Patricio. Tiene usted variedad de
registros, contundencia y oficio de novelista experimentado. Es una novela
sabrosa, variada, fuerte y original, que, sin embargo, no se olvida de su
tradición: es muy española; ya le digo, ha escrito usted una novela como un
cocido”.
Y sí, parece mentira que Fabulosas
narraciones por historias sea la primera novela de Antonio Orejudo. Hay en
ella oficio, originalidad y tradición,
hay en ella variedad de registros.
Hay en ella contundencia. Patricio
Orejudo, perdón, Antonio Cordero. Yo me entiendo.
Sobre el difícil equilibrio, muy inestable y escorado, entre
la ficción y la realidad, un balanceo favorable a la fábula, sin duda, tengo un
ejemplo, este texto salido de un artículo del escritor socialista Luis Araquistáin
para el diario progresista La Libertad.
¿Un texto realmente existente o una invención narrativa más?:
“Desde
hace unas fechas se escucha otra vez el molesto zumbido de los que anuncian la
muerte de la novela. […] Si pensamos que la poesía es la aristocracia, la
dictadura de la cultura, y que, por el contrario, la novela representa la democracia
y la libertad de la literatura, entenderemos mejor el aristocrático odio de
Ortega y Gasset al género novelístico. […].
Luis Araquistáin, «¿Desaparecerá la novela?», La Libertad, I-VII-1935, pág. 13”.
Pero me quedo con la diatriba entre aristocracia y dictadura
frente a democracia y libertad: entre poesía y novela.
Y ya acabo. El debut literario de Antonio Orejudo es una
brillante farsa que deja un pequeño sinsabor ante tanto esfuerzo y tanto
talento primigenio, pulido no obstante, pero levemente insatisfactorio: como si
tanto desatino le hubiera dejado a uno que lo lee insensibilizado ante las
penurias inauditas de la realidad trastornada que han sido puestas ante sus
ojos durante tantas páginas. Tantas páginas. Finalizo con el resumen de la
novela que hace uno de sus numerosos personajes cuando (en realidad) habla de
la novela de debut, la fallida novela de debut, de Patricio Cordero, titulada Los Beatles (sic y resic), a la que
acusa de patraña aunque había sido presentada como un libro de historia:
“Siga,
si quiere, haciendo pasar malas ficciones propias por narraciones ajenas y
alegando autores que no dicen lo que dicen o lo dicen de otra manera; continúe
jugando al escéptico, al revelador de realidades o al filósofo aporético;
adelante, no pare de ofender a su alrededor; pero, cuidado […]”.
Siga escribiendo, Orejudo. (Y siguió.)
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.