La historia de Agassi en un libro magnífico

Veinte años en el circuito mundial (1986-2006), ocho títulos de Grand Slam (ganó en cada uno de los más importantes torneos anuales), número uno del mundo durante más de cien semanas, medallista de oro olímpico y ‘autor’ de una memorable autobiografía que todo aficionado al tenis debería leer (y todo buen lector, en realidad).

El maravilloso libro Open. Mi historia fue escrito en realidad por el estadounidense J. R. Moehringer (Premio Pulitzer de Periodismo en 2000), aunque el ‘autor’ del mismo sea su inconfundible protagonista, el también estadounidense Andre Agassi. Novela autobiográfica de considerable calidad, muy emotiva y didáctica, Open (originalmente publicada en 2010 y editada en español cuatro años más tarde) es una deslumbrante escenificación de toda una vida dedicada al amor y al odio a una profesión, toda una vida dedicada a la superación y al convencimiento de que en soledad nadie es nadie.

“Soy un hombre joven, relativamente joven. Tengo treinta y seis años. Pero despierto como si tuviera noventa y seis. Después de tres decenios corriendo a toda velocidad y deteniéndome en seco, saltando muy alto y aterrizando con fuerza, mi cuerpo ya no me parece mi cuerpo, sobre todo por las mañanas. Como consecuencia de ello, mi mente no me parece mi mente. […] Repaso brevemente los hechos básicos: me llamo Andre Agassi. Mi mujer se llama Stefanie Graf. Tenemos dos hijos, un niño y una niña, de cinco y tres años. Vivimos en Las Vegas, Nevada […]. Participo en el Open de Estados Unidos. Mi último Open en América. De hecho, se trata del último torneo en el que voy a participar en toda mi carrera. Juego al tenis para ganarme la vida, aunque odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y siempre lo he detestado. […] Y susurro: por favor, que acabe todo esto. […] El odio me pone de rodillas; el amor me pone en pie”.

La vida
Después de leer Open entiendo esa frase lapidaria de Agassi que dice: “todo el mundo evita el cambio”. Y cómo ese evitar el cambio lucha contra el incansable afán de mejora o de simple supervivencia continuamente mientras vivimos. Porque de eso va Open, de vivir. Va sobre la vida. La vida de alguien muy famoso. La vida de un ser humano, después de todo. Agassi se dice a sí mismo al final de su carrera deportiva, justo al comienzo de su autobiografía:

“Por favor, que acabe todo esto. No estoy preparado para que acabe todo esto”.

El tenis lo había sido todo para Agassi cuando escribió Open, porque para él —que cuando se retiró había ganado 869 encuentros de tenis y era quinto en la lista de mejores jugadores de todos los tiempos— “todo partido es una vida en miniatura”:

“Ventaja, servicio, falta, rotura, nada, los elementos básicos del tenis son los mismos que los de la vida cotidiana”.

Open es una singular historia de amor y odio a un deporte en la que Agassi nos dice que la pista de tenis “ha sido la parte más anómala de mi vida”. Para él, la vida, mientras se dedicó a ser uno de los mejores tenistas del mundo, fue “un remolino doloroso, emocionante, espantoso, asombroso”.

Figura esencial del libro, a menudo casi tanto como él mismo, es su padre, que ya había decidido antes de que él naciera que sería jugador profesional de tenis, y de quien aprendería cosas como lo erróneo que es pensar:

“Pensar, según mi padre, es el origen de todo lo malo, porque pensar es lo contrario de hacer”.

¿Por qué jugaba al tenis Agassi, por qué duró tanto en el circuito?

          “No tenía otra opción. Ésa es la razón por la cual hago todo”.

Más razones…

“He jugado a este juego por muchas razones, le respondo, y simplemente me parece que ninguna de ellas ha sido nunca mía”.

Y el impulso, que “gobierna el mundo”:

“Incluso cuando prometemos cambiar, incluso cuando lamentamos y nos arrepentimos de nuestros errores, el impulso de nuestro pasado sigue arrastrándonos hacia abajo, por el camino del error. El impulso gobierna el mundo. El impulso dice: un momento, no tan deprisa, aquí todavía mando yo. Como a un amigo mío le gusta decir, citando un poema griego antiguo: las mentes de los dioses eternos no se cambian de pronto”.

Tal vez leyendo lo que vivió cuando entró en el circuito senior nos hagamos una idea de lo que fue su vida profesional tenística:

“Le digo al director del torneo que acepto el dinero. A medida que las palabras salen de mi boca, siento que todo un mundo de posibilidades se aleja de mí. No sé de qué posibilidades en concreto podría tratarse, pero ésa es, precisamente, la cuestión, que ya nunca lo sabré. El hombre me entrega el cheque, y mientras abandono su despacho me siento como si acabara de meterme en una carretera larga, muy larga, que parece descender hacia un bosque oscuro y siniestro.
Es 29 de abril de 1986. Hoy cumplo dieciséis años.
Incrédulo, durante todo el día voy diciéndome a mí mismo: ahora ya eres jugador profesional de tenis. Eso es lo que eres. Ése es quien eres. Pero, por más veces que me lo repito, me parece que algo falla”.

El tenis
¿Hubo una transformación en la carrera de Agassi? Yo creo recordar que la hubo, o eso nos pareció a quienes seguíamos por aquel entonces el tenis. Pero…

“Varios periodistas deportivos reflexionan sobre mi transformación y esa palabra me desagrada. La considero inexacta. Una transformación es un cambio de una cosa a otra, pero yo empecé con nada. Yo no me he transformado, sino que me he formado. Cuando entré en el mundo del tenis, era como la mayoría de los críos: no sabía quién era y me rebelaba cuando los mayores me decían quién era. Creo que los mayores cometen constantemente ese error con los jóvenes: los tratan como productos acabados cuando, de hecho, están en proceso. Es como juzgar un partido antes de que acabe, y yo, demasiadas veces, he remontado, y demasiadas veces mis rivales me han ganado a mí contra pronóstico, por lo que sé que eso no está bien.
[…] No he cambiado mi mentalidad, sino que la he abierto. […] La gente ve mi autoexploración como una autoexpresión”.

Sobre la famosa rebeldía de Agassi, que no se vio a sí mismo legitimado hasta que ganó su primer Wimbledon, en Open sabemos en realidad en qué consistía:

“Dicen que pretendo cambiar las costumbres del juego, cuando en realidad lo que procuro es que el juego no me cambie a mí. Me llaman rebelde, pero yo no tengo la menor intención de serlo, y sólo participo de una rebelión adolescente normal y corriente. Son distinciones sutiles, pero importantes. En el fondo, no hago más que ser yo mismo, y como no sé quién soy, mis intentos por averiguarlo son erráticos, raros y, claro está, contradictorios”.

El aprendizaje de ser uno mismo. El libro de Agassi es una magnífica manera de adentrarnos en ese recorrido vital, en el suyo, pero también en el de muchos seres humanos:

“Cánsate, Andre. Porque ahí es donde llegarás a conocerte a ti mismo”.

Y sobre perder, algo que quizás el protagonista de Open nunca aprendiera a saber hacerlo, a saber superarlo, quiero decir:

          “Perder es una cosa. Que te superen es otra”.

Sí. Y en ese sentido, Agassi, deportista de elite, se encuentra comprendido en el reducido número de seres humanos a los que se les permite saber algo muy importante:

“Las victorias no nos hacen sentir tan bien como mal nos hacen sentir las derrotas, y las buenas sensaciones no duran tanto como las malas. Con gran diferencia”.

Y sobre la victoria, sobre ganar, sobre ocupar la cima… Sobre eso también se nos habla en Open. Sobre eso nos habla así Agassi:

“Soy el duodécimo tenista que consigue la primera plaza en los dos decenios que llevan elaborándose esos rankings por ordenador. A continuación recibo la llamada de un periodista. Le digo que estoy contento por el ranking, que es agradable llegar a lo mejor que se puede ser.
Pero es mentira. Eso no es en absoluto lo que siento. Es lo que quiero sentir. Es lo que se espera de mí que sienta, lo que me digo a mí mismo que debo sentir. Pero, en realidad, no siento nada”.

La vida y el tenis
Sentirse vacío aún habiendo conseguido lo que se pretendía. Pero ¿qué es lo que se pretendía?

“Lo he conseguido. Soy el mejor jugador de tenis del mundo, y sin embargo me siento vacío. Si ser el número uno me hace sentir así, ¿qué sentido tiene serlo? ¿Por qué no me retiro y punto?”

Y la vida, siempre la vida, como no podía ser menos en una autobiografía. La vida como protagonista de un libro:

“Es en los pasillos de los hospitales donde aprendemos de qué va la vida”.

Y la vida como el tenis:

“La vida es un partido de tenis entre extremos opuestos. Ganar y perder, amar y odiar, abrir y cerrar. Reconocer pronto ese doloroso hecho ayuda. También hay que reconocer los extremos opuestos que hay en nosotros, y si no podemos entregarnos a ellos, o reconciliarnos con ellos, debemos al menos aceptarlos y seguir adelante. Lo único que no podemos hacer es ignorarlos”.

Y, claro está, el deporte, el tenis, en el que Agassi es un auténtico maestro que sabe definir los golpes de raqueta como “intuiciones adiestradas”.

La especialísima relación que mantuvo con su compatriota Pete Sampras, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, quizás el mejor de todas las épocas a las que perteneció el longevo tenis de Agassi (que llegó hasta el comienzo del reinado de Federer), depara un cómico y recurrente recurso narrativo, lleno de estímulos, en Open:

“Por más que ganes, si no eres el último en ganar, eres un perdedor. Y al final siempre pierdes, porque siempre está Pete. Como siempre, Pete”.

Sobre esa divertida, competitiva y tortuosa relación, lee lo que Agassi escribe sobre la despedida de Sampras:

“Cuando está próximo el Open de Estados Unidos de 2003, Pete anuncia su retirada. Se detiene varias veces durante su rueda de prensa, emocionado, antes de poder seguir hablando. Yo me descubro profundamente afectado también. Nuestra rivalidad ha sido uno de los motores de mi carrera. Perder contra él me ha causado un inmenso dolor, pero a la larga también me ha vuelto más resistente. Si le hubiera ganado más a menudo, o si él hubiera pertenecido a una generación distinta, yo habría obtenido mejores registros, y tal vez me considerarían un jugador mejor, cuando en realidad sería peor”.

Uno tiene la sensación de que lo que ha leído en Open es de alguna manera una promoción publicitaria, magnífica, eso sí, literariamente excelente, de la academia fundada por Agassi: ¿y qué importa?

“Participo en el torneo de Key Biscayne. Quiero ganar. Estoy loco por ganar. No es propio de mí tener esas ganas tan desaforadas por ganar. Lo que normalmente siento es el deseo de no perder. Pero mientras caliento antes de enfrentarme a mi rival en la primera ronda, me digo a mí mismo que lo quiero y me doy cuenta exactamente de por qué lo quiero. No tiene que ver con mi regreso. Tiene que ver con mi equipo. Mi nuevo equipo, mi verdadero equipo. Juego para recaudar fondos para mi escuela, y para darle visibilidad. Después de todos esos años, ya tengo lo que siempre había querido, algo por lo que jugar, algo que va más allá de mí y, a la vez, está estrechamente relacionado conmigo. Algo que lleva mi nombre pero que no se limita a mí. La Andre Agassi College Preparatory Academy”.

Agassi, que como bien le dijo alguna vez un muy amigo suyo personal, no es un termómetro, es un termostato. Él no es de los que registra la temperatura. Es de los que la modifican. Una vez aprendió, lo hizo muchas veces a lo largo de su vida, en realidad, que “lo que hay que hacer es sentir”. Sentir, y dejar de pensar. Sentir. Y con él aprendemos también que el combinado vital perfecto es una cierta mezcla de preocupación y despreocupación.

Adiós… Sólo quiero jugar un poco más
Pero si hay algo que sabemos gracias a Open, gracias a Agassi, es que “jamás privaría a nadie del aprendizaje que supone perder”.

“Por más que el tenis no me guste, ese juego es mi casa. De niño odiaba mi casa, y entonces tuve que irme y empecé a echarla de menos. En las horas finales de mi carrera, ese recuerdo me atormenta”.

Y (casi) fin:

          “Gracias a todos, Adiós. Y cuidad los unos de los otros”.

Y la despedida:

          “Sólo quiero jugar un poco más”.


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