Richard Ford pone a jugar a Frank Bascombe


“Intentar explicar las cosas es la fuente de nuestros problemas”. El principal personaje de la novela que acabo de leer, narrador de la misma, piensa, escribe, frases como esa. Intentar explicar. Voy a intentar explicar por qué El periodista deportivo me ha resultado fascinante.

“Algunas cosas no pueden explicarse; sencillamente son. Y al cabo de un tiempo desaparecen para siempre, o se vuelven interesantes en otro sentido. El consuelo de la literatura es siempre temporal, mientras que la vida vuelve a empezar en seguida.”

El periodista deportivo es el primero de los cuatro libros del escritor estadounidense Richard Ford protagonizados por Frank Bascombe.

“Me llamo Frank Bascombe y soy periodista deportivo”. Así comienza esta obra de arte literario.

“Si escribir de deportes enseña algo, y en esto hay tanto de verdad como de mentira, es que, para que la vida valga la pena, tarde o temprano hay que enfrentarse a la posibilidad de sentir un terrible y doloroso arrepentimiento. Pero hay que intentar evitarlo o uno echaría a perder su vida. Creo que yo he conseguido esas dos cosas, me he enfrentado al arrepentimiento y he evitado la ruina. Y todavía estoy aquí para contarlo”.

Frank Bascombe, que admite carecer “totalmente de ética y de coherencia”, escribe sobre deportes porque sabe que “es la mejor forma de mitigar el dolor vital de anticiparse a las cosas”.

El duelo es el escenario espiritual de la novela:

“A veces no nos hacemos adultos hasta que sufrimos una gran pérdida. Es como si la vida se convirtiera en una gigantesca ola que se nos llevara, engulléndolo todo”.

Y la separación su decorado íntimo:

“Casi no recuerdo cómo era nuestra vida, pero sí recuerdo el tiempo que duró. Y lo recuerdo con ternura […]. Nos amábamos dulce y cautelosamente, como hacen los adultos […]. X y yo sentimos sin duda la misma tristeza de que lo nuestro se acabase, una tristeza que no es triste.”

Una tristeza que no es triste. Ese es el genial Richard Ford.

“Si pierdes toda esperanza, siempre puedes volver a encontrarla […]. En cambio yo propongo olvidar. Olvidar los sueños, los pesares y los viejos defectos de carácter, tanto los míos como los ajenos. Para mí, no hay esperanza a menos que olvidemos las cosas que han pasado y las que se han dicho, y lo perdonemos todo”.

Pérdida, dolor y redención. Y, sobre el amor: “hay sólo amor y desamor”, no existe “una forma determinada de querer”, a decir del protagonista de la novela.

Los deportes son para muchos el paradigma de la vida, pero no para el protagonista de este libro, para quien “la vida no necesita una metáfora”. El periodismo deportivo, no hay que decirlo, es la excusa fabulosa para hacer de un personaje como Frank Bascombe el paradigma literario que acaba por ser. La literatura (“¿qué es la literatura sino alguien que te dice lo que otro está pensando?”)…

“Si hay otra cosa que se pueda aprender del periodismo deportivo es que en la vida no hay nada trascendental. Las cosas siempre vienen y se van, y eso es ley de vida. Todo lo demás es una mentira de la literatura”.

Porque la literatura miente. Y con escritores como el autor de El periodista deportivo acaba por ser una magnífica mentira tan cierta como lo real. Y en ocasiones, además, una reflexión sobre lo que sacude a los humanos para escribir, para narrar, para contarse y contarnos:

“La verdad es que no tenía nada más que escribir, y no me da vergüenza confesarlo. Si hubiera más escritores que lo reconocieran, el mundo se ahorraría un montón de libros malos, y muchos hombres y mujeres podrían disfrutar de una existencia más feliz y productiva”.

Lo verdadero:

“Déjenme que les diga que la única verdad que nunca puede ser mentira es la vida misma, lo que de verdad ocurre.”

Para Bascombe, ¿para Ford también?, la verdadera razón para leer o para escribir un libro es “el auténtico misterio”.



No es extraño que, si la pérdida y la separación afectiva constituyen el nudo emocional de la novela, el pasado aparezca como un objeto poderoso en la narración:

“Lo que todos queremos en realidad es llegar a ese punto en el que el pasado ya no nos diga nada acerca de nosotros mismos y podamos seguir adelante. ¿Acaso el pasado es representativo de la vida de alguien? […] En mi opinión, se abusa mucho de la huella que nuestros padres y el pasado en general dejan en nosotros. A partir de cierto momento, somos seres completos que viven en la tierra por sus propios medios. No hay nada que pueda cambiar eso ni para bien ni para mal y deberíamos pensar en algo más positivo.”

Cree Frank Bascombe que “todos tenemos un pasado” en el que “las cosas nos salen bien o nos salen mal”, pero el pasado (“algo único y totalmente intransferible”) no tiene valor. “El pasado no vale nada”. Él es incapaz de entender su pasado. Quizás nadie lo es. Es algo misterioso que no sabemos explicarnos o que simplemente simplificamos mucho:

“En la vida no abundan los misterios y a mí siempre me han interesado, aunque son algo muy distinto de esa ensoñación que me invadió una vez. El ensueño es, entre otras cosas, una pérdida de la capacidad de percepción y una reacción ante hechos excesivamente inútiles y complicados”.

Frank Bascombe se alegra, en ocasiones, fugazmente, eso sí, de tener un pasado, un pasado que no necesitamos, al menos ese pasado al “estilo literario”, aunque “un leve pasado no hace daño, especialmente cuando ya estás viviendo la vida que has elegido por sí mismo”.

Abandonar, perder. La épica cotidiana del vivir, de los años. Algo que Ford aborda y nos pone frente a frente con esa maestría simple de los verdaderos maestros literarios. Dice, piensa, interioriza Bascombe (alguien que considera que “a veces exageramos demasiado nuestra desdicha”):

“Yo me quedo solo, contemplando la luna resplandeciente, llena de misterio y anticipación, llena de todas esas cosas que nos alegra dejar para poder volver a ellas con más alegría”.

Porque madurar es saber reconocer “la parte negativa de la vida y asumirla para seguir adelante, intentando ver la parte buena de las cosas”. Madurar hoy es, sí, saber que “la experiencia moderna del placer va unida a la certidumbre de que se va a terminar”. Palabra de Frank Bascombe, alguien, a menudo, “con tanta confianza en el futuro como un paracaidista ciego”, alguien tan literariamente de carne y hueso que puede ir a parar de vez en cuando también “al filo del antiguo pavor”, de vez en cuando incapaz de hacerse con “una constructiva distancia respecto de lo que vendrá”.

Sí, tiene razón Richard Bascombe, digo Frank Ford, “el mundo es mucho más atractivo y menos dramático de lo que los escritores han querido creer”.


He intentado explicar por qué El periodista deportivo es una novela que merece ser leída. Espero haberlo conseguido.


FUERA DE CACHO
A decir de uno de los personajes femeninos de la novela, los hombres nunca estamos “contentos diez minutos seguidos”, eso de portarnos “como perros atormentados” lo llevamos dentro.

Comentarios

Entradas populares

Los textos incluidos en este blog son propiedad exclusiva de sus autores. Se permite su uso y reproducción, siempre y cuando se respete su integridad, se cite la fuente y su utilización no busque fines comerciales ni implique la obtención de ingresos económicos de cualquier tipo.