No existe Atapuerca, pero sí ellos y la muerte, el pasado
que no pasa y va y se posa, y a veces reposa e incluso se espesa; en
Altamira piensan y olvidan, el pasado que nos pisa sin darse
prisa, que pesa y apresa, apisona y apasiona; nadie
sabe nada de la revolución neolítica (pero ahí está, mírala), el pesado
pasado de las personas, pasado perfecto, pasado
imperfecto, pluscuamperfecto. De indicativo, de subjuntivo. De
imperativo: ¡pasa!
Roma y Augusto e Hispania, al mundo con
sangre, hay en Covadonga reinos sombríos y admiración, épocas de
califas, de Abderramanes, de un islam medieval (como el de
hoy), ¿quién conquista Granada? (¿para quiénes?)
De posos y pasos, el pasado. Lo perdurable y lo
que cambia: los posos y los pasos, las repisas y las prisas; en la
monarquía universal América no es Colombia y a los españoles se les
empieza a ver el plumero; nace y muere El Quijote y en los libros nada se
aprende, el pasado puso todo de su parte, a
veces lo pisamos cuando queremos pesarlo.
Las Españas posibles combaten y combaten y
combaten, y los reyes, no hemos de mandarlo a
paseo, al pasado, pero si lo paseamos hemos de hacerlo en
condiciones: no podemos darle el paseo ni hacer con él el paseíllo; anunciamos
a las mujeres que pueden entrar en el reino de los españoles, caemos
en los dictados del pasado: ¡Rusia es culpable! Al pasado
no se va a pasar un buen rato. El pasado posee algunas
respuestas. Probablemente, también posea todas las preguntas.
Y la Amnistía y Europa, por fin: una urna nos
redime, les redime, nos hipnotiza. Pensar el pasado, pensar en
el pasado, pensar para el pasado: pensar por culpa del pasado. ¿Qué pasó ayer? ¿Qué
pasará mañana?
[Arte de Damián Flores]
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.