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Tengo seis libros publicados, también escribo mi segunda novela. Me gusta (mucho) Nacha Pop, Joyce Carol Oates, Sánchez Arévalo, MARGA y reírme. Dijeron que era un agitador cultural, pero lo que prefiero ver escrito sobre mí es eso, que soy un escritor. Ibáñez escribe.
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El 8 de junio de 1968, un delincuente habitual llamado James Earl Ray, de cuarenta años, era
arrestado en Londres acusado del asesinato de Martin Luther King, que había tenido lugar dos meses antes en un
motel en la ciudad de Memphis, cuando el religioso estadounidense saludaba a
sus seguidores.
Pastor de la Iglesia baptista y sobre todo líder incansable
y señero del movimiento para la defensa de los derechos fundamentales (lo que
los angloparlantes llaman civil rights), Martin Luther King
venía promoviendo una encomiable campaña a favor de la resistencia no violenta
frente a la discriminación racial, algo que le había valido ser desde 1964 premio Nobel de la Paz, un galardón tan
indiscutible como apropiado.
En marzo de 1969, James Earl Ray sería sentenciado a 99 años
de cárcel. La viuda y los cuatro hijos de King lograrían que en 1998 se abriera
una nueva investigación, poco antes de que falleciera el propio asesino
confeso. El 8 de diciembre del año siguiente, un jurado popular determinará que
Martin Luther King había sido la víctima de una conspiración, no sólo de un
asesino solitario.
Desde 1986, el tercer lunes de cada mes de enero es fiesta nacional en Estados Unidos, en
honor de una de las personalidades de mayor prestigio moral de cuantas hayan logrado
el reconocimiento popular en los últimos siglos, pero también, como no podía
ser de otra manera, para conmemorar el palpable reconocimiento de los derechos
civiles de la población negra.
La escritora Marisa
Bou escribió para la revista digital Anatomía
de la Historia sobre su lectura de la novela Como la sombra que se va, de Antonio
Muñoz Molina, “un estudio meticulosamente histórico” del asesinato de
Martin Luther King publicado en 2014. Reproduzco a continuación parte de aquel artículo (que puedes leer AQUÍ completo):
“[Muñoz Molina] dedica todo el
tiempo necesario a su observación directa, viajando a las ciudades donde los
hechos se producen e indagando, como un verdadero historiador y también como un
detective exhaustivo y puntilloso. Bucea entre legajos, hemerotecas y archivos
judiciales, persiguiendo un conocimiento de los personajes que va más allá de
las huellas más visibles que dejaron.
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