Beloved, de Toni Morrison: nada muere nunca

“De todos los hombres que conoció Babby Suggs, por no hablar de los que amó, el que no se había fugado ni lo habían ahorcado, fue alquilado, prestado, comprado, devuelto, conservado, hipotecado, ganado, robado o arrestado. Por eso los ocho hijos de Babby tenían seis padres”.

Esclavitud, Beloved es una novela sobre la esclavitud, o más bien, siendo una novela donde sus protagonistas viven la libertad más que la sumisión absoluta a unos dueños, Beloved es un hielo sobre las conciencias de quienes ignoran o son incapaces de imaginar qué fue ser esclavo. Qué es ser esclavo. Seres humanos dotados de una inteligencia indiscutible que fueron hechos esclavos pero eran capaces de efectuar reflexiones del calado filosófico de las que elucubran algunos de sus personajes:

          “Como si la menta en la boca modificara el aliento además del olor”.

          “Nada se cura sin dolor”.

Si bien la sabiduría ancestral, no libresca, de los personajes de la novela se manifiesta sobre todo en la anciana Babby Suggs, quien pronuncia sentenciosas frases a menudo como la de que “todo depende de cuanto se sabe” o aquella otra de que “lo bueno es saber cuándo parar”. La abuela Baby Suggs les dice a su nieta Denver y a su nuera Sethe, antes de morir:

“La lección que había aprendido en sesenta años de esclavitud y diez de libertad: en el mundo no hay mala suerte, sino blancos. No saben cuándo parar”.

Hay en Beloved, publicada en 1987, mucho de las tormentas emocionales y de las respiraciones esenciales de los afroamericanos, negros en la novela, a los que su autora, la estadounidense premio Nobel Toni Morrison, dedica su escritura:

“Sesenta millones y más”.

Una prueba de la calidad literaria de Beloved la tenemos en esta conversación entre Sethe y su hija Denver, huidas de la esclavitud:

-Me resulta muy difícil creer en el tiempo. Algunas cosas pasan. Otras se quedan. Antes pensaba que era mi memoria. Ya sabes, algunas cosas se olvidan, otras siempre se recuerdan. Pero no es eso. Los lugares, los lugares siguen en su sitio. Si una casa se incendia, desaparece, pero el lugar… la imagen del lugar permanece, y no sólo en mi memoria, sino allí, en el mundo. Lo que yo recuerdo es una imagen flotando en redondo fuera de mi cabeza. Quiero decir que aunque no la piense, aunque me muera, la imagen de lo que hice o supe o vi sigue allí. Exactamente en el lugar donde ocurrió.

-¿Y los demás pueden verla? -inquirió Denver.

-Oh, sí. Oh, sí, sí, sí. Algún día irás por el camino y oirás o verás algo. Con toda claridad. Y pensarás que eres tú la que está pensando. Una imagen pensada. Pero no. Es cuando tropiezas con un recuerdo que le pertenece a otro. El lugar donde estuve antes de venir aquí es real. Nunca desaparecerá. Aunque toda la granja… cada árbol y cada brizna de hierba se marchiten. La imagen seguirá allí y si vas… tú misma, que nunca estuviste allí, te paras en el lugar donde estaba, volverá a ocurrir. Estará allí para ti, esperándote. Por eso, Denver nunca debes ir allí, nunca. Porque aunque todo haya terminado… siempre estará allí, esperándote. Por eso tuve que sacar a todos mis hijos. No importa cómo.

-Si sigue allí, esperando, eso significa que nada muere nunca.

-Nada, nunca.”

Beloved es también una historia de fantasmas (“porque la gente que muere mal no se queda bajo tierra”), donde algunos humanos tienen hambre de color, pronuncian palabras que “no sabían que estaban en su mente” o los ojos de alguna mujer disfrutan mirando a un hombre a la cara, donde Morrison nos sitúa para ver “la tarea de abatir el pasado”. Pero es sobre todo una historia realista, no naturalista, si bien ceñida a la memoria de gentes maltratadas que eran capaces de utilizar telarañas para curar las heridas arbóreas de los latigazos o de matar a una hija porque no se puede soportar que se muera. Es una novela sobre “la desgracia, la amargura, la pena y el dolor”.

Esa tarea de abatir el pasado no es mostrada en modo alguno como la tarea de un héroe, por más que se agiganten los protagonistas de Beloved cuando vamos conociendo la maldad que hubieron de soportar a lo largo de buena parte de sus instantes sobre la Tierra:

“Para Sethe, el futuro era cuestión de mantener a raya el pasado […]. En cuanto a Denver, lo único que importaba era la tarea de ocultarle el pasado que todavía le aguardaba”.

Abatir y ocultar el pasado. “No saber era terrible pero saberlo era mucho peor”. Sethe “se desanima bajo el peso de las cosas que recordaba y las que no”.

No es difícil al leer la novela de Morrison repetirnos lo que se pregunta alguien en el libro:

          “¿En qué estaría pensando Dios”?

Sabemos lo que es la libertad leyendo Beloved porque uno de los seres que viven en su interior nos lo dice manifestando el más alto grado de humanidad que cabe imaginar:

“Llegar a un lugar donde pudieses amar lo que se antojara era la libertad”.

Estar donde se pueda amar lo que se quiera amar. Eso es la libertad. Beloved nos enseña cómo se aprende “que en este mundo no hay nada como la libertad”. Cuando “te protegías amando cosas pequeñas” porque había quien “te impedía oír las palabras o contemplar la Luna” y tú “escogías las estrellas más diminutas del cielo y te las apropiabas”.

La afroamericana consciente Morrison sabe que la verdad es más que “el largo registro de una historia desdibujada”, pero aún así elige deliberadamente ese largo registro. La historia estadounidense previa e inmediata a la libertad de los esclavos es silueteada por la autora con una maestría poética terriblemente infalible, compleja pero certera. La protagonista, la ex esclava Sethe, cuenta su huida, se la cuenta a sí misma, su huida de la esclavitud, una palabra, esclavitud, que no hay que pasar por alto que apenas es dicha, escrita, en Beloved:

          “Pasé de largo, junto a esos hombres colgados de los árboles”.

Ninguno de los negros que había conocido Stam Paid (uno de los personajes secundarios de la trama de la novela) “había vivido una vida vivible”. Incluso los que habían sido educados bien y habían recibido algunos estudios, y eran negociantes o maestros o periodistas, esos también “habían sufrido un riguroso calvario con el peso de toda la raza”.

Raza, otra palabra que no necesita Toni Morrison y que creo que es la única vez en toda la novela que emplea. Porque la escritora estadounidense filtra la belleza del mundo en medio de la dolorosamente dura biografía de sus personajes y la hace partícipe de Beloved:

“En Ohio, las estaciones son espectaculares. Cada una de ellas aparece como una prima donna, convencida de que su actuación es el motivo de que el mundo esté poblado”.

Beloved es una novela difícil, muy difícil. A veces, mientras la leía y sentía todo el peso de la palabra difícil sobre mi cerebro, no tenía la seguridad de que usara difícil en el buen sentido de la palabra. Como otras novelas, como tantas obras humanas, Beloved es fruto de “la instantánea conciencia de lo posible”: nos lo dice Toni Morrison desde el prólogo de la edición que he leído.

Los blancos supimos parar, creo, y dejar de ser la mala suerte de los esclavos y sus descendientes. No todos. Porque, como le dice, ya muerta, Babby Suggs a su nieta Denver:

          “Esta no es una batalla, sino una derrota. No hay defensa”.


Le he pedido a Toni Morrison que me ayude a escribir un poema inspirado en Beloved que sea Beloved, y nos ha salido esto:

La serenidad de la nieve
no es como la lluvia,
es como un secreto;
sentir una pequeña misericordia
para que, cuando lo necesitaran,
Paul D y Sethe
pudieran recordarlo.

Algo quema su alma
como un dólar de plata
en el bolsillo de un tonto,
la paz de las estrellas invernales
parece permanente,
envuelta en un presente perpetuo.

Debajo de toda piel oscura
había una selva, pensaban los blancos,
pero no la que los negros llevaban consigo
desde su lugar vivible,
sino la selva que los blancos
plantaban en ellos.

A Babby Suggs le gusta
pensar en los colores,
quiere ver qué hará el Sol con el día,
cada mañana,
y fallecerá cuando se adentre
en el rosa.

El amor de Sethe
era demasiado denso,
ahora puede dormir
como los ahogados porque
ha vuelto a ella su hija
y es suya.

(Beloved ya tragó su sangre
al beber su leche.)

No la ames demasiado,
que Paul D llorará por ti
y pensará cosas profundas
que no tocarán nada sólido.

Resplandece
una inconfundible llama de amor
en todos los niños
hasta que escarmientan
y Toni les dedica
este llanto prodigioso
a sesenta millones y más
porque lo justo
no es necesariamente lo correcto.

Una declaración:
me une a mí misma.

Cuando lo mejor que tienes
eres tú,
no la respiración de los olvidados
y los desaparecidos.

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