Cuando el cine era una auténtica fábrica de
sueños que quería traernos los sueños de algunos y emocionaba y sorprendía a
quienes los veían en pantallas novedosas. Esta película homenajea aquellos
tiempos pioneros que ya poco tienen que ver con estos en los que nada nos
sorprende en el arte porque el arte
es a menudo un retorcido experimento sorprendente del que ya todos formamos
parte y del que conocemos sus trucos, sus torpezas y sus pretensiones.
Martin Scorsese lo intenta, intenta dejarnos sorprendidos ante las simplezas
que en su momento fueron geniales conversaciones con lo más profundo de
nosotros mismos y ahora no son más que un peldaño más hacia este mundo en el
que nos vamos hundiendo como si siempre hubiésemos sido dioses.
La invención de Hugo no tiene mucho que ver con la
filmografía de Scorsese, o eso me pareció a mí, de tal manera que en ningún
momento creí estar viendo una película suya. Y no sé si eso es bueno o es malo.
Eso
sí, la fotografía de Robert Richardson
y el envoltorio a modo de cuento eterno son una preciosidad por la cual te
recomiendo que veas cuando puedas esta hermosa película de 2011.
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