Saber y sentir, Stephen King y la Atlántida

Uno lee algunas novelas y quisiera escribirlas. Quisiera fundirse con el espíritu narrativo de quien las escribió y reducirlas a vivencias propias. Uno lee Corazones en la Atlántida y quisiera ser capaz de escribir sobre su propia Atlántida, aquel pasado que desapareció para siempre, al que se puede acudir para inventar las historias que mejor se adapten a lo que queda de ellas en los huesos de uno.

Stephen King tiene fama de escritor facilón, de escritor para todos los públicos, para todos… excepto para los dueñosdelaLiteratura. Y es una fama infundada. Si It me pareció una obra maestra, una obra muy de género, pero genial, en Corazones en la Atlántida he leído a un escritor superlativo que es capaz de superar las expectativas que uno se crea cuando se deja llevar por la lectura rigurosamente entretenida.

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Casi siempre sabemos lo que más nos conviene. Pero el problema es que esa sabiduría no puede con lo que sentimos. Cuanto sabemos importa poco en comparación con los sentimientos. Es increíble. Palabra de Stephen King.La melomanía de King es algo siempre de agradecer, de tal manera que, por si fuera poco el enorme deleite de leerle, uno puede escuchar la música que escuchan sus protagonistas y entrar así de forma definitiva en sus vidas. Porque “el peor vicio es vivir”. Vivir en la edad en la que “los sueños se confunden con los recuerdos”.

“El precio de vender el futuro es que uno luego no puede abandonar el pasado”.


Con la Atlántida no se hundieron todos los corazones,
la demolición del tiempo no puede con la memoria
ni la memoria derrota a los añicos de cuanto fuimos.
Un continente de vida marchita flota sobre las evidencias,
relega al sufrimiento a su exacto lugar en la gloria
y sustrae al olvido las camisetas empapadas de alegría.
Mi corazón dejó en la Atlántida algunos latidos,
ese fue su empeño magnífico cuando la esperanza
quedó velada por el animal azul de la tristeza.
Creo que todos debemos aprender a regresar
sólo cuando no necesitamos nada del pasado,
y hacerlo para vernos desde allí tal y como fuimos.
Tal y como nunca volveremos a ser,


afortunadamente.



Este texto es parte de mi artículo 'La inocencia y la experiencia, el bien y el mal: King en la Atlántida ', publicado el 18 de noviembre en Periodistas en Español, que puedes lee AQUÍ completo.

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