Combatir los extremismos con la educación

Para combatir los extremismos, a la educación le basta con recurrir a sí misma, a su esencia, que es enseñar aquellos valores que pueden proporcionar —a los ciudadanos que forma— “una brújula fiable y las herramientas para navegar con confianza por un mundo cada vez más complejo, volátil e incierto.” Un mundo de comunidades conectadas digitalmente en las que los estudiantes trabajarán y socializarán. Quien así habla es Andreas Schleicher, director de Educación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Se trata de encontrar ese equilibrio de apariencia imposible entre, por un lado, decantar, depurar, apuntalar lo irrenunciable de las sociedades civiles, esos valores que las conforman porque son comunes, de todos, y, por otro, determinar y apreciar cuanto de diverso hay en esas mismas sociedades y estimar y respetar la pluralidad de valores resultantes de esa variedad. Y, como la educación sirve para navegar con confianza en estos tiempos inciertos, la educación, el sistema educativo, que es de quien en realidad hablo, ha de ocuparse en que no prevalezcan artificialmente los valores comunes sobre los inherentes a la diversidad.

Este texto pertenece a mi artículo 'La educación y la violencia política', publicado el 13 de diciembre de 2018 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo EN ESTE ENLACE.

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