El relato de la muerte de
Séneca, transmitido por el historiador Tácito, nos da una muestra del patetismo
y la irrealidad a las que a veces puede llegar el poder absoluto. Por lo visto,
a Séneca le costó grandes esfuerzos acabar con su vida: aunque decidió cortarse
las venas de los brazos y de las piernas, su intento no tuvo el efecto deseado,
y solicitó a su médico que le administrará cicuta, el veneno que había acabado
con la vida de Sócrates casi 500 años antes. Esta medida tampoco fue definitiva
y finalmente Séneca, cuya vida se aferraba a la existencia de una forma
desesperada, fue llevado a un baño caliente, donde el vapor consiguió
asfixiarlo, ya que desde su infancia había padecido de asma.
De su obra disponemos de
un destacable arsenal, entre el que destacan sus once diálogos u obras morales
como De
la providencia, De la tranquilidad del alma, Del
ocio, De la brevedad de la vida; Las consolaciones, tres cartas de
consuelo dirigidas a amigos o familiares; o Las cuestiones naturales.
Séneca también escribió 67 epigramas y nueve tragedias inspiradas en sus
antecedentes griegos. Es digna de mencionar, por su rareza, otra de sus obras
llamada La calabacificación del divino Claudio (Apocolocyntosis Divii Claudi), una sátira feroz de la divinización
del emperador Claudio, cargada de crítica a su gobierno y de un odio muy
personal.
Este texto pertenece al
artículo ‘El primer escritor hispano’, de Jorge Pisa Sánchez, publicado el 25
julio de 2011 en Anatomía de la Historia, que puedes leer aquí COMPLETO.
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.