La denominada Revolución de
Octubre tuvo lugar a raíz de que el día 4 de ese mes del año 1934 Alejandro Lerroux
nombrara ministros a tres miembros de la Confederación Española de Derechas
Autónomas (CEDA): Rafael Aizpún, en el Ministerio de Justicia; José Oriol
Anguera de Sojo, en el de Trabajo, Sanidad y Previsión Social; y Manuel Giménez
Fernández, en Agricultura. Tachada de fascista
por la izquierda, esta creyó ver en su acceso al gabinete el principio del
fin de las libertades y el comienzo indudable de una dictadura. Ello provocó
que se convocara en distintos puntos de la geografía española una huelga
general que tuvo especial incidencia en Cataluña y Asturias, región esta última
en la que adoptó auténticas maneras revolucionarias hasta el punto de instituir
la Alianza Obrera ,
compuesta por socialistas, comunistas y anarquistas. Expandida desde las zonas
mineras de Mieres, Sama y La
Felguera , incluso llegaría a dominar casi toda Oviedo.
Aunque el Gobierno mandó al
general Eduardo López Ochoa, el también general Francisco Franco, en su calidad
de asesor ministerial, propuso el envío asimismo de la Legión comandada por el
teniente coronel Juan Yagüe, con órdenes estrictas de actuar con cuanta
violencia fuese necesaria. López Ochoa obtuvo el día 19 la rendición de los
revolucionarios.
La revolución y la
consiguiente represión son una de las causas que algunos investigadores han
considerado que llevarían a la
Guerra Civil , e incluso varios de ellos se atreven
temerariamente a adelantar el inicio de ésta a aquellos infortunados días de
octubre. Pero, lo que en cualquier caso está fuera de dudas es que los propios
actos de revolucionarios y fuerzas del
orden durante la insurrección y durante su sofocamiento están, como un
componente nada despreciable, en el origen de la represión en las dos
retaguardias en la cainita guerra de 1936-1939. Asimismo, la experiencia de
aquellos acontecimientos ahondó en Franco las convicciones ideológicas que iban
forjando su ideología
tradicionalista, monárquica, católica y organicista, y, de otro lado, le
convirtió en algo así como en el militar favorito de cuantos consideraban al
Ejército el valedor de los principios conservadores: la propiedad y el orden
por encima de cualesquiera otros. Y, también, en una especie de bestia negra de la izquierda.
[De mi libro El franquismo, Sílex ediciones, 2013]
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