Call me by your name es una película
singular. Quienes la hicieron sabían que tenían que acercarse a un asunto
delicado que no necesita ya ser tratado con delicadeza porque forma parte de la
aceptada realidad de casi todos los humanos. Un asunto normal que se normaliza
con películas como esta donde una historia de amor homosexual queda expuesta
dentro de los parámetros de las historias de amor, confusas, con sus gramos de
locura y sus desinteresados intereses inexplicablemente comprendidos.
Está fundamentada en una maravillosa ambientación, de las que
rehúyen el bellecismo idiota de
algunos directores ampulosos, en un guion impecable (del afamado cineasta
estadounidense James Ivory, basado
en la novela homónima del escritor también estadounidense André Aciman, de 2007, premiado con el Oscar al Mejor Guion Adaptado)
y sobre todo en unas interpretaciones exactas y hermosas al tiempo (encabezadas
por las excelentes intervenciones del actor franco-estadounidense Timothée Chalamet y el también
norteamericano Armie Hammer), además
de, por supuesto, una dirección equilibradora, a veces furtiva de tanto como quiere
preservar, llevada a cabo por el italiano Luca
Guadagnino.
Obsesión, miedo, deseo, fascinación…
En la oscuridad de lo real navegan esas cuatro sensaciones, estas cuatro
emociones, desde los protagonistas de esta película excepcional hasta los
espectadores que quieran ser humanamente sensibles como necesitan serlo para
enfrentarse a una obra cinematográfica, a cualquier obra de arte.
Oliver, Elio, seguid llamándoos
por vuestros nombres, incluso ahora que el pasado se ha llevado por
completo vuestra pasión adolescente y vuestro capricho juvenil enamorado.
Vi la película con Marga.
Ella mantiene que lo que Call me by your
name nos quiere decir es que no hay quien se resista a una pasión homosexual masculina, que la
película, por tanto, pretende mantener la idea de que los hombres son
esencialmente homosexuales. Ahí lo dejo.
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