No existen los pueblos ni las clases sociales.
[Tampoco las naciones, o estas sí, cuando acaban en dar en un Estado (o
persisten en la memoria y en el deseo de unos líderes sociales con particulares
intereses en su concreción real en forma de Estados).] Son construcciones
teóricas útiles para los historiadores. Y para los demagogos.
No todo lo que puede pasar acaba por ocurrir. Lo
sabemos cuando estudiamos el pasado. La Historia es la narración de cómo lo
posible sólo dio en ser la realidad.
Contar cosas del pasado no da en ser Historia. La
Historia no es ir al pasado a por cositas y traerlas sin más. Que si una
gracieta de alguien, que si una anécdota más o menos resultona... La Historia
va al pasado a entenderlo, a explicarlo, a procurar que esa comprensión sea
útil, al menos porque logre que nadie lo invente, lo manipule, lo inutilice, lo
deje inservible.
Los historiadores no podemos permitirnos el lujo de
denostar el pasado, insuflarle maldad o bondad según nuestra memoria y nuestros
deseos.
No es menos historiador quien le explica el pasado a
la sociedad civil que aquel que le explica un ensimismante momento del pasado a
sus colegas historiadores. No soy menos historiador que el mero investigador,
por darle sentido al trabajo de los historiadores que no pueden o no saben o no
quieren acercarle a la sociedad civil lo que sabemos los historiadores.
'De toda la vida Dios' parece más una expresión propia
de historiadores que lo que en realidad es, un dicho popular que bien podría
competir, aunque sin llegar a su poder ni a su atractivo ideológico, con la tan
traída y llevada memoria histórica. Finalmente, el uso inmisericorde de la
locución 'de toda la vida Dios' no es más que una muestra cerril de la ignorancia
interesada de quienes van al pasado para traer de él cuanto les interesa, sin
haberlo comprendido antes.
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