En este ensayo editado muy recientemente por
Lengua de Trapo y Ctxt, el cada vez más popular politólogo (lo de popular es un decir, sabiendo cuál es el
percal de la lectura en este país de países) y cada vez más polémico y
polemista (¿de qué me suena a mí esto?) declara proscrito el relativismo y
considera que hay asuntos, vale que morales, sobre los cuales o se está a las
duras… o se está a las maduras.
Fundamenta el autor todo
su análisis en que la política y la
ideología (en tanto que traslación de lo moral, “de los principios más
elevados”, a la política) tienen “raíces
morales”.
La izquierda buscaría “el perfeccionamiento moral”, es decir,
trataría según el proceso argumentativo de Sánchez-Cuenca, de obtener “la
realización de la justicia hasta sus últimas consecuencias”. Pretendería que
todos los seres humanos desarrollaran sus capacidades, “se autorrealizasen”
(autorrealizarse, ¡cuánto hacía que no leía el palabro¡) y vivieran en libertad
mientras disfrutaran de todos los medios materiales y sociales necesarios.
Tienes razón, Ignacio: “es una idea imbatible, se mire por donde se mire”.
Dicho así. Nada que
objetar. Y no voy a ser yo quien objete nada a este desiderátum tan edénico.
Sigo. Pero, antes, voy a dejar aquí lo que escribió un conservador, alguien de derecha, en el año 1962, para definir
qué es ser un conservador (el conservador es el historiador británico Michael Oakeshott):
“[Es] preferir lo familiar a lo desconocido, lo contrastado a lo no probado, los hechos al misterio, lo real a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo superabundante, lo conveniente a lo perfecto, la felicidad presente a la dicha utópica”.
Continúo pues con el
libro de Sánchez-Cuenca, donde leo que mientras la izquierda busca superar los
límites del orden, la derecha
pretende preservar el orden o restablecerlo. Lo acabamos de ver en Oakeshott,
lo que la derecha hace es conformarse con lo conveniente antes de sucumbir a la
búsqueda de lo perfecto. El autor de La
superioridad moral de la izquierda considera que la principal diferencia
entre izquierda y derecha es la mayor sensibilidad de la primera frente a la
injusticia social y el sufrimiento ajeno, ya que para la derecha “el orden y la
autoridad son más importantes que la justicia social”.
Y es ahí donde el autor encuentra el equilibrio satisfactorio “entre motivos morales excelentes y un proyecto de cambio realista” que además sea compatible con la libertad y los derechos sociales y políticos de los individuos: la socialdemocracia. La misma corriente de la izquierda que lleva décadas en crisis ante el acoso impenitente del neoliberalismo y su manera de minar los valores comunitarios y primar al capital, al mercado, frente al trabajo. La misma corriente de la izquierda que ha permitido a la humanidad alcanzar sus más altas cotas de bienestar. La misma corriente de la izquierda que es capaz de tratar de tú a tú a la generalmente admitida superioridad intelectual de la derecha, a la generalmente admitida victoria de la eficiencia que defiende, ampara, promueve y explica el neoliberalismo frente a la alocada utopía igualitaria generadora de pobreza.
Este texto pertenece a mi artículo Los buenos y los malos:
la izquierda contra Darth Vader (una lectura de La superioridad moral de la izquierda), aparecido el 9 de junio de 2018 en Nueva Tribuna, que puedes leer completo AQUÍ.
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