Las condiciones ideales para llevar a cabo
una negociación colaborativa, integradora, son la ya conocida existencia de una interdependencia
positiva, balancear constantemente los intereses en conflicto con la
necesaria calidad mínima de una buena relación y establecer una confianza
suficiente.
Es evidente que no podemos perder de vista la
realidad. ¡Ah, la realidad, con sus cosas y su elemental prestancia contumaz! Obtener
las perfectas soluciones integradoras
no es fácil. De hecho, es imposible cuando ocurre alguna de estas dos
situaciones. Una, si los intereses de una de las partes son poco relevantes, al
menos en comparación con la necesidad de una relación convivencial con la otra
parte, se tiende a ceder para resolver el problema, lo cual NO
resuelve el problema, pues únicamente consigue aplazarlo. O dos, una de las
partes es consciente permanente de que su poder es mucho mayor que el de la
otra (al menos en el ámbito de discusión, pero habitualmente en líneas
generales o absolutas), y la tiene sin cuidado la relación entre ambas, y
entonces estará en permanente estado de pretender imponer su propia solución.
La política, amigos, las negociaciones de
conflictos, damas y caballeros, niños y niñas. Y de allí venimos, de cuando
surgieron las sociedades humanas, y hacia donde quiera que sea vamos. Seamos
humanos. En el buen sentido de la palabra.
Este texto pertenece a mi artículo 'La política no debería ser un negocio, aunque se
base en negociar', publicado el 17 de febrero de 2018 en Periodistas en Español, que puedes leer AQUÍ completo.
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