¿Para qué leemos? (II)


Sería una pregunta procedente, y de plena actualidad ahora que a todo le buscamos, definitiva y afortunadamente, una utilidad, una compensación que supere a lo esencial, a lo espiritual. ¿Para qué leemos? Sería y es una pregunta a la que el profesor Justo Serna atiende con su prestancia intelectual habitual:

“Uno puede leer para aprender. Sin duda. Para aprender a dudar. Uno puede leer para entrenarse, para entretenerse, para pasar el rato, para distraerse o para distraer el tiempo. Incluso para matarlo. Uno puede leer novelas para experimentar sin riesgo, sin ponerse en riesgo, pues la ficción no es la vida real aunque ambas se parezcan. O uno puede leer para probar lo que jamás ha conocido, esas audacias a las que no se atreve”.

Y yo añado: uno lee buscando esas pepitas de oro que en ocasiones nos depara lo que leemos, en ocasiones como esta, como la que nos asegura leer los libros de Justo Serna. ¿Y en los de Umberto Eco? Eso sería otro cantar. Un cantar que si seguimos a Serna sería un cantar favorable. Favorable a Eco, su maestro literario.


Para el profesor Serna, que sigue echando en falta al escritor Eco, un libro es “un prodigio técnico inmejorable”. Y para el intelectual italiano, la cultura era, es, “como un cerdo: todo en ella resulta aprovechable”: toda la cultura, la alta, la baja, la popular, la de masas, TODA.


Este texto pertenece a mi artículo "Justo Serna, Umberto Eco y el ornitorrinco" publicado por Periodistas en Español el día 21 de enero de 2018, y dedicado a glosar el libro de Serna Leer el mundo. Visión de Umberto Eco (La Huerta Grande, 2017), artículo que puedes leer íntegramente AQUÍ.

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