Sería una pregunta procedente, y de plena actualidad
ahora que a todo le buscamos, definitiva y afortunadamente, una utilidad, una
compensación que supere a lo esencial, a lo espiritual. ¿Para qué leemos? Sería
y es una pregunta a la que el profesor Justo Serna atiende con su prestancia
intelectual habitual:
“Uno puede leer para aprender. Sin duda. Para aprender a dudar. Uno puede leer para entrenarse, para entretenerse, para pasar el rato, para distraerse o para distraer el tiempo. Incluso para matarlo. Uno puede leer novelas para experimentar sin riesgo, sin ponerse en riesgo, pues la ficción no es la vida real aunque ambas se parezcan. O uno puede leer para probar lo que jamás ha conocido, esas audacias a las que no se atreve”.
Y yo añado: uno lee buscando esas pepitas de oro que
en ocasiones nos depara lo que leemos, en ocasiones como esta, como la que nos
asegura leer los libros de Justo Serna. ¿Y en los de Umberto Eco? Eso sería
otro cantar. Un cantar que si seguimos a Serna sería un cantar favorable.
Favorable a Eco, su maestro literario.
Para el profesor Serna, que sigue echando en falta al
escritor Eco, un libro es “un prodigio técnico inmejorable”. Y para el
intelectual italiano, la cultura era, es, “como un cerdo: todo en ella resulta
aprovechable”: toda la cultura, la alta, la baja, la popular, la de masas,
TODA.
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.