Los espejos de Clío se plantea desde sus comienzos una gran pregunta sin la
cual todo él carecería de sentido: ¿por qué los estudiantes deben saber Historia? ¿Es la
Historia la encargada de transmitir una memoria colectiva fundida a las fechas,
los meros datos y los conceptos y acontecimientos concretos? No, para los
autores de esta obra, decididamente NO.
[…]
Conviene dejar claro cuanto antes qué es para los
autores eso que los estudiantes deben saber desde pequeños. Para ellos, la
Historia es una disciplina histórica a la que entienden “como una ciencia con
sujeto humano que descubre el pasado conforme lo construye”. La Historia
construye el pasado según lo va descubriendo… Es una ciencia sobre la que actúa
la subjetividad. Las subjetividades, mejor dicho. Dos:
“Las dos subjetividades que influyen en nuestro proceso de conocimiento sobre la Historia [son:] la existencia de agentes históricos e historiadores.
Y las dos grandes preguntas no tardan en llegar a las
páginas de Los espejos de Clío: ¿para qué sirve la Historia?, ¿por qué
tengo que aprender Historia?
Los historiadores generamos conocimiento al
identificar los procesos históricos, por supuesto, pero además hemos de
transmitir ese conocimiento para “conseguir que la sociedad perciba el peso de
dichos procesos a la hora de orientarse y adoptar decisiones”. La Historia sirve por tanto como orientación.
Volveremos sobre ello, cuando los autores lo hagan.
Pero, atención, historia,
que yo vengo escribiendo así, en caja baja, e Historia, con mayúscula la
primera letra, no son lo mismo. La primera es “el pasado, la realidad histórica tal y como ocurrió”. La segunda, la Historia, es la “historia construida”,
es “el conocimiento que de ella se tiene a través de la interpretación del
historiador”.
Ya lo dejó sentado E. H. Carr cuando en su clásico de 1961 escribió que la Historia
es…
“un proceso continuo de interacción entre el historiador y los hechos, un diálogo sin fin entre el pasado y el presente”.
Aunque los autores reconocen que la suya es una
ciencia sobre la que actúa la subjetividad, dos subjetividades, según vimos,
admiten que los historiadores hemos de luchar contra ella, contra la
subjetividad, pero también contra la inexactitud. Y es que, dado que nos
acercamos a hechos del pasado de los que “sólo tenemos noticias por trazos de
información incompleta”, generada en muchos casos además intencionadamente,
hemos de contextualizarla e identificarla con suma precisión para evitar
aquella doble amenaza de vernos dominados por nuestra propia subjetividad y
caer en la imprecisión.
Si la Historia es “el producto de la investigación
realizada por los investigadores” respecto de “las actuaciones humanas que
tuvieron lugar en tiempos ya pretéritos”, lo que sabemos de este pasado es “un
discurso narrativo realizado por un intermediario, el historiador, es necesario
que la sociedad posea una adecuada formación para evitar la idea de invalidez y
la inutilidad del conocimiento histórico. (Por eso tengo que aprender Historia.)
Estos textos
pertenecen a mi artículo Aprender Historia en España (sobre Los
espejos de Clío. Usos y abusos de la Historia en el ámbito escolar, de
Cosme Jesús Gómez Carrasco y Pedro Miralles Martínez), publicado en Nueva
Tribuna el 17 de noviembre de 2017, que puedes leer AQUÍ completo.
Comentarios
Publicar un comentario
Se eliminarán los comentarios maleducados o emitidos por personas con seudónimos que les oculten.