Para el
historiador británico John Huxtable
Elliott existen dos tipos de historiadores, dos formas de hacer Historia,
de escribirla: de un lado estarían los historiadores
agrupadores, de otra los fragmentadores.
Los unos se equiparan a los paracaidistas
de que hablara Emmanuel Le Roy Ladurie,
los otros a los buscadores de trufas
aludidos por el mismo historiador francés. Si los primeros cubren mucho
terreno, los segundos excavan para encontrar un tesoro enterrado. Si los unos
se ocupan de los hechos de masas o
estructurales y de los hechos
institucionales de que hablara Pierre
Vilar, los otros lo hacen de los hechos coyunturales.
Y si es que
hay dos tipos de historiadores habrá dos
tipos de planteamientos de la labor historiográfica. Si los
agrupadores-paracaidistas son más “de grandes
pinceladas”, utilizan herramientas “de grueso calibre y gran alcance”; los
fragmentadores equivalen a los pintores
puntillistas y emplean un planteamiento “intensivo, con un enfoque muy próximo”.
Las
diferencias entre ambas escuelas o actitudes responden a “un eco de la tensión entre lo general y lo particular
en la escritura de la Historia”.
No obstante,
Elliott admite que la falla entre ambos tipos no es abismal ni perfecta, pues muchos historiadores son capaces de adoptar
ambas perspectivas, pues ambos enfoques no son incompatibles, o no han de
serlo. Se exige la síntesis entre la una y la otra, una síntesis que derrote a
la extrema profesionalización y al enorme incremento de historiadores que ha
fomentado la esfera y el enfoque fragmentario.
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