Alfred Hitchcock y Edward Hopper, de Carmen Pinedo

De niños nos entreteníamos ante el televisor con el “juego de Hitchcock”. Supongo que muchos de vosotros habréis jugado: se trataba, por supuesto, de identificar al director británico en sus efímeras apariciones ante la cámara. ¡Es el que sale del ascensor!, gritábamos. ¡El señor que cruza la calle! ¡El que pasea al perro! El cine de Hitchcock ofrece otros juegos posibles, pero que, en la infancia, no estaban a nuestro alcance: por ejemplo, identificar las obras de arte que inspiran determinadas escenas. ¡Un Magritte, un Braque, un Munch! Y, por supuesto: ¡un Hopper!


Por una parte tenemos a Alfred Hitchcock, gran aficionado al arte y coleccionista. En su colección figuraban obras de Paul Klee —su artista favorito—, Giorgio De Chirico, Georges Rouault, Maurice de Vlaminck, Raoul Dufy y muchos otros artistas. La lista de pintores cuyas huellas pueden distinguirse en sus películas es extensa: Dante Gabriel Rossetti, Man Ray, Salvador Dalí, Georges Braque, René Magritte, George Grosz, Edvard Munch, Félix Vallotton… y, por supuesto, Edward Hopper.


Por otra parte, tenemos a Hopper, gran aficionado al cine, cuyos cuadros inspiraron a cineastas tan diversos como Fritz Lang, Robert Mulligan, Carl Theodor Dreyer, Robert Siodmak, Roberto Rossellini, Michelangelo Antonioni, Peter Bodganovich, Terrence Malick, David Lynch, Wim Wenders, Clint Eastwood, Sam Mendes y otros muchos, hasta llegar al auténtico festival “hopperiano” de Gustav Deutsch.

La relación de artistas que influyeron en Hitchcock y de directores cinematográficos en quienes influyó Hopper podría extenderse hasta el asombro o el hastío. Vamos a detenernos, por lo tanto, en este punto, y a reunir tan solo dos nombres: Hopper y Hitchcock. Ambos, aficionados en extremo a la mirada a través de la ventana: una mirada que se identifica con la del voyeur, el observador del cuadro, el espectador del film.


[Este texto pertenece al artículo de Carmen titulado Los mundos compartidos de Alfred Hitchcock y Edward Hopper, publicado en su momento en la revista digital Anatomía de la Historia, que puede leer AQUÍ completo.]

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