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He intentado leer a Knut Hamsun y no lo he conseguido

Lo de que he intentado leer a Knut Hamsun y no lo he conseguido es un decir.

Y me explico.

Claro que lo he conseguido, pero no doy crédito.

Claro que doy crédito.

Pero poco.

Y ahora sí, ya.

Empiezo.

Pero aunque he dicho que me explico, que me voy a explicar, que voy a tratar de explicarme, he de reconocer algo.

No creo que lo consiga.

Leer al noruego, no. Explicarme.

Voy.

¿Quién fue y es y será Knut Hamsun?

Hamsun —que no se apellidaba en el siglo así, sino Pedersen, un apellido demasiado pedestre a su parecer, a lo que parece— fue un escritor noruego que obtuvo en 1920, a sus 61 años, el Premio Nobel de Literatura y acabó cayendo en desgracia para la memoria de la humanidad —después de haber perdido el amor de sus paisanos debido a su colaboracionismo con los nazis en los años de la Segunda Guerra Mundial—, pasó y seguramente pase, por ser uno de los grandes narradores escandinavos de la contemporaneidad, junto a la danesa Sigrid Undset.

Olvidemos lo de ponerles a los nazis las cosas fáciles. Yo ya lo he olvidado. Vayamos a lo que yo he sentido leyendo, intentado leer, leyendo casi la mitad de sus páginas, la novela de Knut Hamsun La bendición de la tierra, del año 1927, escrita por tanto cuando ya había sido reconocida su grandeza con el máximo galardón mundial que un literato pueda recibir, exceptuando el cariño excelente de un público culto y agradecido.

De esa novela, de la obra en general del noruego, fallecido por cierto en 1952, se dice a menudo que es de un profundo lirismo emocionante. ¡Ja! Me río.
Iba a reproducir pasajes de semejante bodrio naïf depuradamente escrito en un estilo lánguido y moribundo, en el que la hierba no huele, crece. LITERALMENTE, CRECE. Pero he decidido finalmente imitar a Hamsun. Mal, porque es inimitable.


“Llega Araldo al lugar exacto donde se detendrá para la vida. Hasta morir perseverará en las noches de hielo y en las mañanas de tierra en las manos. Ahora mismo recibe todo lo que sabrá que respira junto al río de acero. Es un hombre en paz. Todo el cielo es un batir de nubes erráticas y de azules amoratados. Cuando la noche está dispuesta a caer sobre su cabeza, él ya ha cortado catorce árboles. Y les ha pedido perdón, a su modo de hombre lunar. La mañana le recibirá solícita para mostrarle lo que en realidad el mundo es. Araldo no se permite soñar.

Al otro lado de las montañas que le envían a Araldo el aire con que se curte, Ijuyt está acicalándose como si hubiera escuchado el grito de lobo del hombre. Comienza a llover sobre la tierra donde se erguirá la cabaña de Araldo, y sobre los cabellos dorados de ella, que no sabe que camina ya a la búsqueda del labrador. Los animales se desperezan lentamente y algunos de ellos empiezan a morir.”


Inimitable, ya digo. Atrévete y lee a Knut Hamsun. A muchos les encanta. No les faltarán motivos. Pero yo, ya no quiero saberlos.


¿Ves cómo era difícil explicar que he intentado leer a Knut Hamsun y no lo he conseguido?

Comentarios

  1. Que a uno le guste o no un autor, no legitima dar una opinión que no aporta en nada.
    Igual, gracias por recordarme a este gran escritor.

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    Respuestas
    1. Es la opinión de alguien a quien no le gusta que explica por qué no le gusta. Legitimada en sí misma. Muy legítima. Siento que no te haya aportado nada. Mejor dicho, que te haya importado poco o nada.

      Eliminar

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